México D.F. Martes 15 de junio de 2004
El autor de El mito de Quetzalcóatl
conmemora 40 años dedicados a la historiografía
Critica Florescano el predominio de una jerga especializada
en los historiadores
Asume que esa disciplina implica, como sucede con el
arte, construir la imaginación
Uno de sus retos es buscar la memoria del pasado en
una vasta información mitológica
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Con 40 años como historiador, Enrique Florescano
se ve a sí mismo como un hombre afortunado cuyo oficio, además
de un modus vivendi, le ha proporcionado ''enormes satisfacciones".
Privilegio poco común en nuestras sociedades: vivir de lo que nos
gusta hacer.
Como conmemoración de estas cuatro décadas
dedicadas a la historiografía, un grupo de amigos, colegas e instituciones
en las que ha trabajado, del 16 al 18 de junio se efectuará una
serie de conferencias agrupadas bajo el título Cuarenta años
de historias mexicanas: homenaje-coloquio en honor a Enrique Florescano.
Entrevistado con tal motivo, el autor de El nuevo pasado
mexicano y El mito de Quetzalcóatl, conviene en que la
historia, igual que el arte, el cine y la literatura, es también
una construcción de la imaginación: un intento de ''recrear
algo que ya no está".
Interés por Mesoamérica
Enrique Florescano Mayet nació en San Juan Coscomatepec,
Veracruz, el 8 de julio de 1937. En 1956 ingresó a la Facultad de
Derecho de la Universidad Veracruzana, pero en 1960 descubrió su
vocación y se inscribió en la carrera de historia de la Facultad
de Filosofía y Letras de la misma universidad.
De aquella etapa ''fueron decisivos aquellos jóvenes
y entusiastas maestros que me abrieron los ojos hacia el estudio del pasado".
Entre
1962 y 1964 estudió en El Colegio de México la maestría
en historia universal, la cual le fue otorgada en 1965. Dos años
más tarde obtuvo el doctorado en la École Pratique des Hautes
Études, de la Universidad de París.
Florescano dedicó sus primeras investigaciones
a la historia de la economía, vertiente de la historiografía
que se encontraba ''de moda en el ambiente académico mexicano y
mundial".
De ahí surgieron sus primeros libros: Precios
del maíz y crisis agrícolas en México, 1708-1810 y
Origen y desarrollo de los problemas agrícolas en México,
1500-1821.
El interés de Florescano en el pasado mesoamericano,
que hoy es su especialidad, ''realmente fue tardío". Comenzó
cuando puso a cuestionarse sobre la formación de la conciencia histórica
mexicana, sobre cómo se construyó la historia en México.
''Me di cuenta que era un ignorante total de la historia
antigua de mi país, que en mi formación había un déficit
de conocimientos. Aunque había estado en diferentes universidades
donde se imparte una enseñanza de excelencia, yo tenía una
deformación que me impedía entender, comprender y explicar
la historia antigua de mi propio país."
El historiador se vio inmerso ''en una crisis tremenda
que finalmente me llevó a otras maneras de observar y guardar la
memoria del pasado".
Florescano se había formado en el método
historiográfico europeo que se basa en documentos, datos, número,
testimonios tenidos por ciertos o por lo menos factibles. Tenía
enfrente el reto de buscar memoria del pasado en culturas que no había
dejado todo ese material, pero sí una vasta información mitológica.
Entonces volvió la mirada hacia Grecia, Mesopotamia,
India o China: ''Me dediqué a ver cómo los historiadores
encontraron la manera de demostrar el núcleo del mito, de la imagen,
del lenguaje no escrito, de la historia oral. Así fui viendo otras
maneras de pensar las cosas, otros lenguajes, formas de observar y guardar,
de entender y explicar el mito".
En resumen, ''descubrí que había otros métodos
y lenguajes para entender el pasado mexicano".
Escribir, momento gratificante
La experiencia permitió a Florescano establecer
debates académicos en los que sostenía que, a diferencia
de Europa, el pensamiento histórico mesoamericano se basaba ''en
la imagen, el discurso oral y el mito".
De toda esa reflexión y su aplicación en
sus trabajos han surgido títulos como El mito de Quetzalcóatl,
Memoria indígena, Quetzalcóatl. Metáforas
e imágenes.
A la pregunta de cuál es en el ejercicio de su
oficio el momento más satisfactorio o gratificante, Enrique Florescano
señala el de la escritura: cuando ya se tiene toda la información
para empezar un nuevo libro; el placer de ver como se ordena y estructura
la información obtenida.
Por lo que se refiere a lenguaje y escritura, reconoce
que, contrario a otras épocas, los historiadores se han distanciado
de los lectores. Anteriormente había preocupación y cuidado
no sólo por divulgar sus hallazgos sino por hacerlo con claridad
e inclusive con brillantez.
Hoy -critica- predomina una tendencia en la que el historiador
emplea una jerga especializada, destinada a ser entendida por un pequeño
grupo de entendidos.
En ese sentido, manifiesta ser un historiador preocupado
por comunicarse con lectores más allá de su gremio.
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