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México D.F. Miércoles 16 de junio de 2004

La antorcha fue portada por 120 personajes durante el recorrido de 52 km

El fuego olímpico llenó de júbilo a la ciudad de México

Miles siguieron el trayecto desde el aeropuerto internacional hasta la Plaza de la Constitución

JORGE SEPULVEDA MARIN

olimpico_fuego_47El recorrido del fuego olímpico provocó ayer júbilo, alegría y gozo entre los habitantes de esta ciudad. También causó caos vial y terminó con una granizada, la que no ahuyentó a los miles de asistentes que se congregaron en las calles para ver pasar a los portadores de las antorchas.

El recorrido con la llama se convirtió en una caravana multicolor que acompañó a los 120 portadores, orgullosos de su papel, durante los 52 kilómetros de camino por diversos rumbos de la capital federal, observados y alentados por el público, apostado a ambos lados de calles, avenidas y ejes viales.

Gente de todas las edades buscó ubicarse en el mejor puesto de observación: azoteas, ventanas, balcones, puertas -los más osados se acomodaron en postes- fueron sitios para seguir con admiración, por apenas unos momentos, el paso de la antorcha olímpica.

La llama llegó a CU

Los preparativos comenzaron antes del alba. A las cuatro de la madrugada aterrizó el avión Zeus, proveniente de Brasil, en suelo mexicano. A las 7 horas continuó con la recepción del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, para llegar a las 8:20 horas al estadio Olímpico Universitario. No hubo en este recinto ningún representante del Comité Olímpico Mexicano.

Deportistas de todas las disciplinas dieron una rápida demostración sobre la grama del histórico inmueble, allí donde hace casi 36 años se encendió la llama que abrió los Juegos Olímpicos México 68, donde nueve preseas fueron conquistadas por los nacionales.

Por más de una hora expusieron una réplica de la antorcha empleada en México 68 y la nueva, realizada para Atenas 2004, junto con la linterna en que es transportada la leve llama, para evitar que se extinga. Resultó un acierto que fuera designada Enriqueta Basilio, quien el 12 de octubre de 1968 encendió el pebetero olímpico, como última relevista. Feliz, ataviada con el uniforme de short claro, con playera a rayas azules y blancas, colores de la bandera griega, aseguró: "Soy una mujer privilegiada".

Poco antes de las 11 horas, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Juan Ramón de la Fuente, entregó el fuego a la ex atleta, quien con la frente en alto, amplia sonrisa y, seguramente, con los recuerdos girando en su mente, inició la vuelta olímpica, pero 200 metros después se apagó la llama.

olimpico_fuego0_47Luego de solucionado el incidente, la antorcha continuó su periplo por las calles. En Coyoacán, los niños salieron de las aulas para echarle una porra a los portadores y un rítmico "¡Mé-xi-co!... ¡Mé-xi-co!... ¡Mé-xi-co!", respondido con una sonrisa por los portadores.

En la avenida Insurgentes también se volcaron a las calles empleados, estudiantes y huéspedes de hoteles, quienes agitaban banderines que les entregaron los patrocinadores, que a decir de la encargada del Instituto del Deporte del Distrito Federal, Dione Anguiano, pagaron todo el recorrido.

Fue un día soleado, por lapsos nublado, donde en cada descanso del recorrido olímpico hubo espectáculos. Miles esperaron el paso de la llama para tomarse una fotografía, para animar a los relevistas, entre ellos gente del deporte, de los espectáculos, de los medios de comunicación...

Pero también hubo, por lo menos, un golpeado. Un dominador de balón quiso acercarse al relevista cerca de la Alberca Olímpica y uno de los traductores de la delegación griega que iba custodiando el recorrido -observado por los encargados de auxilio vial- lo descalabró con un radio-comunicador.

La Zona Rosa, bien portada

Del segundo descanso salió a buen paso el investigador René Drucker, quien a los 400 metros fue relevado. Los espectadores parecían surgir de la nada y llenaban las calles. En la Zona Rosa fue el encuentro con la gente bien vestida y mejor portada, seriecita. Apenas sonreía, pero en Reforma cambió todo y se volvió una verbena. Música estridente, gritos e indirectas. "Para qué se la prestan (la antorcha) a Adal Ramones, si es un mamón", gritó una señora.

En el Museo Nacional de Antropología e Historia se acabó el veinte con los compañeros de auxilio vial, los famosos Pollos, porque allí terminaron su jornada. Cuando la científica Julieta Fierro salió con la antorcha a trote lento varios reporteros debieron abordar un taxi, porque por orden expresa de los organizadores griegos se solicitó al Gobierno del Distrito Federal no disponer de transporte para la prensa local.

La antorcha fue recibida por la lluvia en la Basílica de Guadalupe, como si fuera bautizo. Hubo tiempo para recibir la bendición de otro rector, el de la "villita", monseñor Diego Romero, para remprender el regreso en la diestra del escritor y periodista Germán Dehesa, quien se escapó de empaparse con el torrencial aguacero que no tardó en caer.

En el Zócalo capitalino esperaban ya los dirigentes olímpicos Mario Vázquez Raña y Felipe Muñoz. Minutos antes de las 19 horas arribó López Obrador apoyado por el grito de miles de gargantas: "¡Pe-je!... ¡Pe-je!... ¡Pe-je!" Estuvo de nueva cuenta Juan Ramón de la Fuente.

La granizada se convirtió en lluvia y en 20 de noviembre se perdió totalmente el control. Miles de personas coparon la avenida y ya no dejaron que Ana Guevara, la campeona mundial de los 400 metros, bajara del autobús para cumplir con su relevo.

Ana, con chaleco antibalas

El comentarista deportivo José Ramón Fernández estuvo atorado durante cinco minutos hasta que le abrieron paso y pudo llegar al templete, donde le dio el fuego olímpico a Chayito, atleta de 94 años, quien prendió el pebetero a las 19:30 horas.

Después vinieron los discursos. Muy desangelado resultó el de Vázquez Raña, y vitoreado el del jefe de Gobierno. Parecía que todo había acabado, pero al final Ana Guevara se mostró con un chaleco antibalas, para rápidamente regresar al autobús.

Así, luego de transcurridas 15 horas desde su arribo al país y 12 de la ceremonia de recepción en el aeropuerto, tras siete y media horas de recorrer la ciudad de México, la antorcha olímpica de aluminio y madera de olivo finalizó su recorrido por la segunda nación latinoamericana y emprendió viaje a Los Angeles, California.

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