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México D.F. Miércoles 16 de junio de 2004
PROPUESTA TARDIA E INSUFICIENTE
La
indignante negación a los mexicanos residentes en el exterior de
derechos políticos elementales, como es el del sufragio, llegará
pronto a su fin, según parece. En abril pasado los principales partidos
y el gobierno federal alcanzaron un acuerdo para realizar las modificaciones
legales que permitan a esos connacionales participar en una democracia
formal que hasta la fecha los excluye y margina. Ayer el presidente Vicente
Fox envió al Congreso de la Unión una iniciativa de reformas
al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales
(Cofipe) con el propósito de que los mexicanos en el extranjero
puedan votar en casillas -presumiblemente instaladas en los consulados
del país-, por correo o con una modalidad de "voto electrónico",
que presumiblemente se realizaría por Internet.
No debe pasarse por alto el hecho de que la clase política
del país haya dado, al fin, muestra de una voluntad específica
para subsanar, así sea de manera parcial y tardía, la grave
injusticia histórica que han padecido desde siempre los mexicanos
en el exterior.
Habría que recordar que la enorme mayoría
de esos compatriotas se encuentran en Estados Unidos y que desde allí
mandan al país un flujo de divisas que permite a la economía
nacional mantenerse a flote a pesar de la persistente recesión,
las torpezas en el manejo de las finanzas públicas y los perniciosos
dogmas neoliberales a los que se ciñen los gobiernos, desde el de
Miguel de la Madrid hasta el presente. Es conveniente tener en mente que
las políticas de apertura comercial indiscriminada, con su devastador
impacto en la planta productiva y en el campo, han incrementado en las
dos pasadas décadas el flujo migratorio hacia el norte del río
Bravo, obligando a millones de mexicanos a abandonar sus tierras, sus familias
y su país para enfrentarse a los peligros naturales, a la persecución
policial implacable, a las atrocidades de los xenófobos y a la violación
sistemática de sus derechos humanos y laborales. Pero esos millones
de ciudadanos que aportan competitividad a la economía estadunidense
-porque la dotan de mano de obra barata- y liquidez a la mexicana no tienen
derecho a existir como electores. Son indocumentados a secas en territorio
estadunidense, e indocumentados electorales en su propio país.
Los reclamos organizados y regulares por el derecho al
voto de los mexicanos en el exterior datan, cuando menos, del periodo 1982-1988,
que se caracterizó por la negación del sufragio efectivo
no sólo a los migrantes, sino a todos los mexicanos: en el gobierno
de Miguel de la Madrid los fraudes electorales fueron abundantes y sistemáticos,
y culminaron con el monumental desaseo y la caída del sistema
con los que se impuso a Carlos Salinas en la Presidencia. Desde entonces
hasta el presente, es decir, durante dos décadas, el conjunto de
la clase política ha ignorado la demanda de garantizar el derecho
al voto a los mexicanos que residen fuera del territorio nacional.
Si esa infamia va a corregirse con tanto retraso, cabría
exigir, al menos, que se corrija de manera integral, y no a pedazos, como
se propone en la iniciativa del presidente Fox, según la cual los
residentes en el extranjero sólo podrían participar en las
elecciones presidenciales, mas no en las legislativas. Impedirles el sufragio
para autoridades municipales y estatales tiene sentido, toda vez que los
ciudadanos en cuestión no están avecindados en ningún
municipio y en ninguna entidad de las que conforman la Federación.
No hay razón, sin embargo, para prohibirles que participen en la
conformación del Legislativo, vía los diputados y senadores
plurinominales. Posiblemente ello implique realizar en la legislación
electoral vigente cambios mayores a los previstos en la iniciativa presidencial
enviada ayer al Congreso, pero la tarea es realizable y necesaria, y no
hay razón para que los legisladores no la lleven a cabo.
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