México D.F. Martes 29 de junio de 2004
Los maestros han enfrentado desde la falta de
recursos hasta el intento de linchamiento
Los niños cantores de Valle de Chalco, en plena
batalla por no desaparecer
Además de grabar nueve discos, han participado
en importantes foros de varios países
KARINA AVILES / II
Valle de Chalco-Solidaridad. El doblar de las campanas
no cesaba. La turba, enfurecida, alentada por las monjas, llegaba por docenas
a las afueras de la parroquia para sacar de Valle de Chalco a los dos profesores
de "materias insurrectas", como el canto y la actuación. Refugiados
en el templo, los niños cantores y sus maestros, Leszek Zawadka
y Antonio Suárez, escucharon la voz de una religiosa: "es que les
están metiendo a los niños pensamientos subversivos".
El llamado de las campanas hizo que se arremolinaran unos
500 "fieles" en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. "¡Fuera!"
"¡Dejen a nuestros hijos en paz!" "Lárguense de aquí!",
eran los gritos que se escucharon aquel 20 de noviembre de 1996, según
recuerdan hoy Zawadka y Suárez.
La historia de los niños cantores de Valle de Chalco-Solidaridad
es, a la vez, una historia de resistencia: ataques a la integridad física
e intentos de linchamiento en contra del director, Leszek Zawadka, y del
coordinador general, Antonio Suárez; perros muertos que amanecen
a las afueras de la sede del centro musical; falta de comprensión
de la comunidad, y, para completar el cuadro, suspensión y retraso
del presupuesto.
En 1990, en vísperas de la visita del papa Juan
Pablo II al valle, funcionarios municipales iniciaron la búsqueda
de un profesional de la música que enseñara a un grupo de
niños vallechalquenses a cantar en polaco para dar la bienvenida
al pontífice de la Iglesia católica.
Una cadena de informes los condujo hasta el Conservatorio
Nacional de Música. Ahí encontraron a Leszek Zawadka, originario
de Varsovia, cantante de ópera con una trayectoria destacada a escala
nacional e internacional, y profesor titular de canto de esa institución
de enseñanza musical, una de las más importantes del país.
Pero después de que Karol Wojtyla dejó este
valle olvidado de Dios, Zawadka y Suárez fueron los únicos
-de todo un equipo- que no se desentendieron de los pequeños cantores.
"Decidimos quedarnos porque nos dimos cuenta de la enorme necesidad de
superación de los niños", señala Leszek.
Además, añade Antonio, "pensamos que estos
pequeños tenían dos opciones para emplear su tiempo libre:
la calle o la televisión. Entonces les dimos la alternativa de la
música", pero siempre con la perspectiva de hacer un trabajo social.
Reconocimiento internacional
Se
iniciaba así la gestación de un coro de niños que,
con el tiempo, se presentaría en importantes foros de Rusia, Polonia,
los Países Bajos, Jamaica, Panamá, Colombia, Cuba y Estados
Unidos, éxitos que se han visto reflejados en la grabación
de nueve discos. Inclusive su versión de Gloria, de la misa
de Vivaldi, fue incluida en Nixon, la película dirigida por
Oliver Stone.
Los primeros cuatro años de vida del grupo ambos
maestros sustentaron con sus propios recursos el proyecto. La señora
Edith García Tenorio, madre de Citlali, una de las niñas
cantoras, recuerda que "se hacían rifas, se vendía comida
para recaudar fondos para los trajes, los camiones y los boletos de avión".
Mientras el coro comenzaba a tener un lenguaje propio,
un concepto de vestuario diseñado por el propio Antonio Suárez,
y bailes con coreografía para conformar el "espectáculo coral",
al mismo tiempo libraba una serie de obstáculos.
No sólo los propios de un grupo que, sin tener
una formación musical previa y sin ningún contacto con el
canto, porque sus referencias inmediatas iban "de las bandas gruperas para
abajo", como dice Suárez, logró presentarse al lado de la
Compañía Nacional de Opera y de la Orquesta Sinfónica
Nacional.
Antonio Suárez, pintor de profesión y encargado
del taller de actuación y lectura, refiere con orgullo que "en toda
la historia del coro sólo hubo un niño con entonación
natural".
Lograr la afinación de la voz fue quizá
más fácil que todo lo demás. Los primeros años,
al no contar con un local para realizar los ensayos y las clases, estuvieron
en una capilla, y luego en un reducido salón de la misma parroquia,
donde por poco los linchan.
Si no hubiera sido porque Zawadka logró localizar
por teléfono celular al secretario del ayuntamiento, la turba habría
satisfecho sus ansias. "Todavía recuerdo que un tipo dijo: 'Ahora
los maestros se van o se nos van'", apunta.
Sin embargo, señala que a veces se trata de buscar
explicaciones profundas sobre acciones que obedecen a causas más
simples: "Después nos enteramos que estos tipos eran enviados de
un líder de vendedores ambulantes, cuya idea era apropiarse del
parque de la parroquia para hacer un tianguis y por eso le estorbábamos".
De hecho, aquel parque levantado por los niños
cantores también fue víctima de las agresiones. "Apenas poníamos
los árboles, les echaban tíner y los secaban. Esta lucha
duró cinco años, pero ahora es uno de los pocos pulmones
de Valle de Chalco", dice Suárez.
Las cosas no podían seguir así. De 1997
a 1999 rentaron una casa que fungió como sede. Quizá ese
tiempo fue el más difícil, al grado de que Zawadka rechaza
hablar sobre el asunto.
No obstante, en notas periodísticas publicadas
por este diario en agosto de 1999 consta que el director del coro fue objeto
de ataques. Unos sujetos desconocidos lanzaron desde un automóvil
proyectiles de metal a su casa, en la ciudad de México. Estas agresiones
fueron relacionadas con la demanda que la agrupación infantil interpuso
en contra de la Asociación Gilberto -conformada por esposas de poderosos
empresarios- para que ésta les devolviera un millón 600 mil
pesos de donativos que se destinarían para la construcción
de la sede del grupo coral.
El profesor-investigador Daniel Hiernaux, de la Universidad
Autónoma Metropolitana, quien es uno de los especialistas que más
han trabajado sobre el tema de Valle de Chalco-Solidaridad, considera que
estas hostilidades hacia el coro pueden obedecer a factores como la resistencia
económica y cultural. Para los colonos, indica, esta actividad puede
no ser importante, al ver que no perciben una ganancia monetaria.
En el fondo, considera, lo que hoy hace más falta
en Valle de Chalco "no son las condiciones materiales -que ciertamente
son dramáticas-, sino el desarrollo humano", pues se presta muy
poca atención a las necesidades culturales y, ante la falta de iniciativas,
se ha incrementado la penetración de "sectas".
La explicación que da la señora Verónica
García, madre de una de las niñas del coro, es la siguiente:
"no creo que el coro les moleste; es más que nada la falta de cultura
lo que ha hecho que no se le respete".
Finalmente, en el año 2000 los niños cantores
lograron tener su propio espacio. Es una construcción de ladrillo
que parece una iglesia, por la cúpula que tiene, pero que no obedece
más que a cuestiones de acústica.
Todos pensaron que los problemas quedarían en el
pasado. Aunque no contaron con que el nuevo presidente municipal, Miguel
angel Luna Munguía -un político al que se le hizo sencillo
cambiarse del PRI al PRD para participar en las elecciones y luego regresar
al PRI, como lo cuenta cualquier colono-, "incumpliera" con la parte que
le corresponde del acuerdo de 1994, donde se establece que 50 por ciento
del subsidio al coro corre a cargo del gobierno estatal y 50 por ciento
restante del municipal.
Ante las presiones, añade Leszek, se volvió
a firmar el convenio a partir de enero de 2004, pero "los cinco meses del
año pasado quedaron en el aire" y los pagos en curso "los siguen
atrasando cuanto pueden".
Hoy este proyecto que, como dicen sus autores, es parte
de una "utopía social realizable" y que ha sembrado en los niños
y en sus familiares la capacidad de luchar en contra de la desesperanza,
corre el riesgo de desaparecer. Zawadka y Suárez, que al mismo tiempo
son los maestros, promotores, administradores y arreglistas, están
por dejar el coro.
La intención ya fue anunciada en una asamblea con
los asociados de la organización. Aunque no llegaron a nada en concreto,
optaron por esperar al 30 de agosto para tomar una decisión final.
Lo importante, dice Antonio Suárez, es que en cada
uno de los niños "hay un germen. Si bien en algunos casos los venció
el medio, muchos tienen un nuevo horizonte".
Para Leszek Zawadka lo más grande que lograron
a lo largo de 14 años es que "ningún niño que haya
pasado por el coro dirá en su vida una idea como ésta: 'Diosito
me hizo pobre y no puedo hacer nada'".
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