México D.F. Miércoles 30 de junio de 2004
Javier Aranda Luna
ƑEl medio es el mensaje?
Si la caravana zapatista quedará registrada como una de las más intensas coberturas periodísticas de los medios masivos en el país, la marcha del pasado 27 de junio será recordada como la primera convocada por estos medios. Desde las tragedias de San Juan Ixhuatepec y los sismos de 1985 los medios electrónicos no habían recogido una demanda social tan generalizada.
Hace 10 años el pensador Karl Popper advertía que era tal el poder de los medios de comunicación masiva que habían sustituido a la mismísima ''voz de Dios". Me parece que exageró: no toda campaña mediática garantiza el manejo de las multitudes. El ex presidente José Aznar, por ejemplo, inclinó la balanza de los medios electrónicos españoles en su favor y el resultado fue contribuir al triunfo de su opositor José Luis Rodríguez Zapatero.
Otro ejemplo es el caso del presidente William Clinton: a partir de su affaire con la becaria de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, se desató un verdadero linchamiento de su persona en los medios masivos y, pese al constante golpeteo, y contra lo que muchos analistas políticos creyeron, no cayó. Tampoco las cientos de horas en radio y televisión invertidas por la Iglesia católica para destruir una novela y una película han tenido resultado alguno: el anticlerical best-seller, El Codigo Da Vinci, lejos de disminuir sus ventas las ha multiplicado a tal grado que en unos meses lleva vendidos poco más de 3 millones de ejemplares y la censura de la cinta referida proyectó la figura del actor principal, Gael García Bernal, al terreno internacional, como ninguna agencia publicitaria podría haber logrado.
Los medios electrónicos se han convertido, en efecto, en la nueva plaza pública. Pero como ocurre en cualquier plaza no todo discurso lanzado en ella mueve multitudes. La multitud del pasado domingo la determinó en última instancia la sociedad misma.
Si toda convocatoria mediática fuera eficaz de manera automática la vida de partidos y funcionarios estaría asegurada con un buen marketing y un equipo profesional de encuestadores. No es así.
Ya hemos visto que la política basada sólo en una estrategia de medios puede conducir al fracaso (como ocurrió en España) y que la lectura de los fenómenos sociales sustentada únicamente en los porcentajes de las encuestas son un costoso espejismo.
Más aún: espejismos como ésos no han dejado ver a los políticos mexicanos en las últimas décadas una demanda social tan básica como lo es la de garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
La inseguridad de hoy es el producto de una industria del crimen sustentada en la impunidad que, por desgracia, ha permeado diversas capas de la sociedad con la cultura del dinero fácil. ƑCuántas mujeres asesinadas serán necesarias en Ciudad Juárez para que partidos y gobiernos tomen en verdad cartas en el asunto?
Si los políticos se encuentran cada vez más expuestos al escrutinio de los medios, los medios mismos no escapan a esta vigilancia. Las pifias de la televisión española por el apoyo a Aznar han mermado considerable su credibilidad y diarios como el poderoso The New York Times han tenido que hacer un mea culpa de cara a sus lectores por los excesos informativos que cometió en la guerra de Irak, excesos que, desgraciadamente apoyaron una intervención que ha costado miles de muertos.
Cuesta mucho construir la credibilidad de un medio y es muy fácil perderla. Ojalá que el periodismo de investigación en los medios masivos se multiplique para recuperar las necesidades que la clase política ha olvidado no sólo en México sino en todo el mundo. Ojalá que la marcha del pasado domingo provoque un debate profundo por encima de las politiquerías porque lo que está en juego en el caso de la inseguridad son vidas humanas. Coincidir en lo escencial, por encima de nuestras diferencias, es responsabilidad de todos.
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