México D.F. Miércoles 30 de junio de 2004
Es el registro de lo que ha encontrado en esa
región Eduardo Llerenas, el productor
Reúnen dos discos la musicalidad de Tierra Caliente
de Michoacán
El Sancho, incluye composiciones propias de la
banda La Michoacana de Ichán El ratón, sones de arpa
grande es una restauración de un género que atraviesa
por una etapa de decandencia
MARIANA NORANDI ESPECIAL
Con
la mirada fija en la tradición musical mexicana, la disquera independiente
Corasón lanzó dos álbumes que trasladan a la llamada
Tierra Caliente de Michoacán. Representan un viaje espacial y temporal
por esa región de gran tradición musical, donde, mediante
sones, abajeños, gustos, valonas y pirekuas, se descubre una expresión
purépecha intensa y vivaz, muy alejada de los estereotipos pasivos
que, en ocasiones, rodean las manifestaciones culturales y temperamentales
indígenas.
El Sancho es un disco interpretado por la banda
La Michoacana de Ichán, pueblo situado al borde de la carretera
Guadalajara-Morelia y de apenas 4 mil habitantes, que cuenta con 18 bandas,
cuatro orquestas, dos conjuntos musicales y algunos mariachis. Esta "musicalidad"
de Ichán ha provocado que sus habitantes no se vean en la necesidad
de emigrar en busca de trabajo y, además, que la música de
banda se convierta en una tradición sin miras a olvido. La Michoacana
está dirigida por Argemiro Ascencio y cuenta con un repertorio de
composiciones propias, algunas de las cuales son cantadas.
El otro disco, El ratón, sones de arpa grande,
es una recopilación de sones michoacanos registrados in situ
de 1972 a 1979 y representa la restauración sonora de un género
en declive, de músicos que ya no están. Los sones de arpa
grande, los menos difundidos de toda la expresión sonera, se interpretan
en las poblaciones ubicadas en la depresión del río Tepalcatepec,
en el sur de Michoacán, especialmente en Apatzingán y La
Nueva Italia. Esta modalidad de son, que tuvo su auge en los años
70, se tocaba en las calles, bares, cantinas y burdeles, pero hoy, al desaparecer
las zonas de tolerancia, se han trasladado a lugares como fonditas
y loncherías perdiendo, en gran medida, esa aura festiva y popular.
Lo que sí continúa es la costumbre de acompañar los
sones con caballos que, guiados por sus jinetes, bailan al ritmo de la
música. Tradición atractiva, pintoresca y motivante para
la continuidad de este género musical.
El productor de estos discos es Eduardo Llerenas, bioquímico
de profesión pero melómano de corazón. Durante décadas
recorrió gran parte de la geografía mexicana y caribeña
y registró a todos aquellos grupos que se encontraba por el camino.
Lo que en un principio significó un pasatiempo, hoy representa un
invaluable patrimonio musical. Parte de esas grabaciones, como las de El
ratón..., las da a conocer por medio de sus producciones discográficas.
Unos días antes de que partiera a Noruega para presentar al grupo
de son huasteco Los Campesinos de Valles, La Jornada platicó
con él acerca de estos dos trabajos.
-¿Qué son las pirekuas y los abajeños
que interpreta La Michoacana?
-Son dos estilos de son. Las pirekuas son cantadas y tienen
un ritmo más lento. Las letras hablan, en su mayoría, de
la mujer, pero también hay otras temáticas como el secamiento
del lago de Pázcuaro o algún candidato político. Los
abajeños son instrumentales y se bailan. Es una música muy
intensa y con un zapateado frenético.
-¿Cuál es la aportación purépecha
a la música mestiza de banda?
-La parte occidental de esta música es el uso de
instrumentos de aliento, pero la intención con la que tocan y la
lengua en la que se expresan es indígena.
-¿Cuál es la situación de las bandas
de viento en México?
-Existe un gran cultivo y, por lo tanto, no hay una tendencia
a la desaparición. La música de instrumentos de viento comenzó
en la época de Porfirio Díaz. Previo a eso, teníamos
el son mexicano con instrumentos de cuerdas. Pero con el séquito
afrancesado de Porfirio Díaz, se decidió importar instrumentos
de viento de Francia y crear una banda en cada pueblo. Al no existir micrófonos,
se ganó en sonoridad a la hora de animar las fiestas. Ahora, y aunque
en las ciudades pensemos que están desapareciendo, el fenómeno
de las bandas sigue vigente.
-¿Qué tipo de gente compra un disco de banda
de viento en una ciudad como el DF?
-Desde que nació Corasón, hace 13 años,
eso ha sido para nosotros una sorpresa. Por ejemplo, un disco como el de
La Michoacana interesa a un público intelectual o universitario.
También lo compran personas de esa primera o segunda generación
procedente de regiones como Oaxaca o Michoacán. En zonas marginales
vive mucha gente de provincia que representa un semillero importante para
este tipo de música.
-La música de banda de viento está en un
buen momento, pero no pasa lo mismo con el género del otro disco,
los sones de arpa grande.
-Sí, en ese caso existe un fenómeno de decadencia,
aunque no sé por qué.
-¿Qué características tienen los
sones de arpa grande de Michocán?
-Son muy intensos. No es música ambiental de elevador
o tienda de autoservicio porque es tan fuerte que, cuando la oyes, la apagas
o te atrapa totalmente. Tiene una estructura musical muy compleja. Las
creaciones más recientes están simplificadas, pero la forma
original es casi una obra perfecta.
-¿Tienen raíz negra, como el son jarocho?
-En la Tierra Caliente hay elementos negros, pero su mayor
distintivo es el hecho de ser la única instancia del son mexicano
que tiene un instrumento de percusión definido: la caja de resonancia
del arpa. Cuando toca un arpero (no arpista), alguno de los músicos
o parroquianos se acerca y tamborea la caja. En otros sones el complemento
de la percusión es el zapateado. En el son original jalisciense,
antecedente del mariachi, también se usaba arpa pero no te tamboreaba.
-En el disco de El ratón... aparecen unos
subgéneros de son llamados valonas y gustos, ¿en qué
consisten?
-La valona es un poema musicalizado con temática
muy pícara. En esa grabación hay un tema que se llama La
mona y es de una mujer que está persiguiendo a un hombre para
caparlo. Dice: "Me enseñaba una daga/ y me decía que me capaba
/No tengas pena de eso/ no tengas pena de eso/ al cabo vas a engordar".
Otro se llama Las güinas, que es el nombre que reciben las
ladillas en la Tierra Caliente y dice: "El día primero de abril
se comenzaron mis güinas/ cuando empecé yo a tener la comezón
de las güinas/ uñas para qué son, uñas para qué
son". Se trata de composiciones de principios del siglo pasado y tienen
una estructura literaria muy establecida: comienzan con una cuarteta seguida
de 10 décimas, y termina con uno de los correspondientes en la cuarteta.
Los gustos son una variante del son pero con un ritmo duplicado.
-¿Existe en este disco una intención de
rescate musical?
-Definitivamente. En la actualidad se toca son de arpa
grande, pero el fenómeno de las bandas lo ha ido suplantando. La
música de banda se consume tanto en los pueblos que los intérpretes
de son ya son muy adultos y casi siempre tocan en rancherías.
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