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México D.F. Viernes 2 de julio de 2004
Jorge Camil
Clinton y López Obrador
En My Life, y en múltiples entrevistas otorgadas recientemente a los medios de comunicación con motivo de la publicación de sus memorias, Bill Clinton revela que la derecha fundamentalista que hoy gobierna Estados Unidos jamás creyó que podría derrotar a George Bush padre en su campaña para la relección presidencial. Después de la derrota del republicano, sin embargo, los esfuerzos y dineros del grupo que hoy detenta el poder se concentraron en impedir, por todos los medios posibles, la relección del hombre que hoy es considerado, no obstante sus debilidades y circunstancias personales, uno de los mejores políticos que han gobernado Estados Unidos en tiempos modernos.
Como la relección de Clinton resultó inevitable y por mayoría abrumadora, la derecha fundamentalista se dedicó a buscar oportunidades y motivos para sacarlo de la Casa Blanca mediante el desafuero y la presentación de acciones penales en su contra. Así nació el caso Whitewater (asunto financiero de poca monta en el que Clinton y Hillary fueron acusados falsamente de haber ganado una irrisoria cantidad de dinero, aprovechando cierta información confidencial). "Uno de mis peores errores en la Presidencia -reconoce el autor de Mi vida- fue sugerir la designación de un fiscal especial para investigar el caso": el que nada debe nada teme. šError garrafal! Eso abrió las puertas para el desafuero del presidente, eventualmente desaforado por la cámara baja, pero no confirmado por el Senado.
Dado que Clinton era demócrata, la designación del fiscal fue competencia del Partido Republicano, lo cual permitió que la derecha designara a Kenneth Starr, fiscal implacable ungido con facultades absolutas para investigar el Whitewater, pero que con ayuda del FBI incursionó en el pasado y presente del mandatario hasta encontrar los desagradables temas de sus correrías sexuales: Gennifer Flowers, Paula Jones, Monica Lewinsky y muchas otras amigas del presidente bullanguero fueron obligadas a declarar (y, en el caso de Paula Jones, tal vez a presentar su acción por acoso sexual contra Clinton, alegando situaciones que habían sido enterradas en el pasado remoto durante la gestión del presidente como gobernador de Arkansas).
El rumor y la calumnia se apoderaron de los medios de comunicación y el país se hundió, como el México de 2004, en un remolino de acusaciones que paralizaron al gobierno. ƑQuién dijo qué contra quién y cuáles son las últimas acusaciones? ƑSe cae o no el jefe del Ejecutivo? No, no hablamos del México de nuestro tiempo, sino de Washington en los tiempos aciagos de Bill Clinton y Monica Lewinsky. Ken Starr, fiscal implacable, con la actitud inflexible de un inquisidor eclesiástico, cuestionó al presidente en televisión nacional preguntándole sobre los aspectos más íntimos y humillantes de sus relaciones extramaritales. Al final, un Clinton desmotivado, apabullado por la fuerza contundente de la derecha fundamentalista, cayó en inconsistencias y desviaciones, que a la postre le hicieron perder su licencia para ejercer la abogacía y lo pusieron frente al Congreso para resolver su desafuero.
Cuestionado por Time y las principales cadenas de televisión, Clinton afirmó en días pasados que, no obstante la ignominia, lucirá hasta la tumba, como una medalla de honor, la decisión de haber peleado y ganado la partida contra las maquinaciones de la derecha. ƑOcurrirá lo mismo con Andrés Manuel?
Al contrario de Clinton, AMLO identificó y acusó de inmediato a los culpables frente al jurado del pueblo: la derecha, los partidarios de la globalización, el innombrable. No obstante, "cuando el río suena agua lleva", afirmaron las buenas conciencias frente a la evidencia manipulada de los videos. Y el escenario fue tan bien montado que algunos prestigiados analistas políticos concluyeron, con la misma actitud ideológica de Ken Starr, que el jefe de Gobierno era culpable por omisión o cómplice: šno puede ser presidente!
Pero ahí no quedó todo: habrían de venir la petición de desafuero, las acusaciones penales por desacato a los tribunales federales y la supuesta desobediencia a laudos laborales. ƑQué más? Cuando pensábamos que el vaso estaba a punto de derramarse vino "la marcha": jugada magistral que aprovechó el miedo legítimo por la inseguridad, pero que convenientemente apuntaba con índice de fuego al gobierno de la ciudad. ƑDe qué sirven obras públicas espectaculares si no podemos abandonar nuestros hogares por miedo al secuestro? ƑLlegarán las fuerzas de seguridad leales a los partidos que están peleando la presidencia al extremo de iniciar una ola de secuestros y actos delictivos para descarrilar la candidatura de Andrés Manuel López Obrador?
La respuesta la tiene Bill Clinton: la derecha fundamentalista se cree con derecho divino a gobernar y considera usurpadores ineficaces contra el crimen y fiscalmente irresponsables a todos los demás. Hace lo imposible por entronizar a sus candidatos y después nos somete a sus abusos de poder.
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