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México D.F. Viernes 2 de julio de 2004
ECONOMIA MORAL
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir como
resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio
del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve
el hambre de la gente
Para entender la violencia
Sadismo y destructividad no son innatos
A mayor pobreza, mayor criminalidad
PARA ENTENDER LA VIOLENCIA irracional que lleva
al homicidio, al secuestro, a la violación, a la mutilación,
a la tortura, en pocas palabras: a la violencia destructiva contra otros
seres humanos (sin incluir de momento la guerra, sino sólo la criminalidad),
tenemos que entender al ser humano, sus motivaciones y necesidades, así
como la patología que se genera cuando sus necesidades quedan insatisfechas.
Para aproximarnos a entenderla, tenemos que acudir a quienes han estudiado
profundamente y de cerca al ser humano. Empecemos por el gran sicoanalista
humanista Erich Fromm:
"Estando dotado de razón e imaginación,
el hombre se siente impulsado por el apremio de trascender el papel de
criatura y la accidentalidad y pasividad de su existencia, haciéndose
'creador'. En el acto de la creación el hombre se trasciende a sí
mismo como criatura. Pero crear supone amor a lo que se crea. ¿Cómo,
pues, resuelve el hombre el problema de trascenderse a sí mismo,
si no es capaz de crear, si no puede amar? Hay otra manera de satisfacer
esa necesidad de trascendencia: si no puedo crear vida, puedo destruirla.
Destruir la vida también es trascenderla. En el acto de la destrucción,
el hombre se pone por encima de la vida, se trasciende a sí mismo
como criatura. Pero la satisfacción de la necesidad de crear conduce
a la felicidad, y la destructividad al sufrimiento, más que para
nadie para el destructor mismo."1
QUIENES NO PUEDEN crear vida, pueden destruirla.
La destrucción de la vida humana aparece como opción trágica
de trascendencia para quienes fracasan en las tareas creativas, para quienes
no pueden amar. Fromm también señala:
La necesidad de vincularse con otros seres vivos, de relacionarse
con ellos, es imperiosa y de su satisfacción depende la salud
mental del hombre. Hay diversas maneras de buscar y conseguir esa unión.
1) Mediante la sumisión a una persona, a un grupo, a una institución,
a Dios. 2) El hombre puede intentar unirse con el mundo adquiriendo poder
sobre él, haciendo de los demás partes de sí mismo,
trascendiendo así su existencia individual mediante el dominio o
poderío. El elemento común a la sumisión (masoquismo)
y el dominio (sadismo) es la naturaleza simbiótica de la relación.
Las dos personas afectadas han perdido su integridad y su libertad. El
resultado definitivo de esas pasiones es la derrota. No puede ser de otra
manera. 3) Sólo hay una pasión que satisface la necesidad
que siente el hombre de unirse con el mundo y de tener al mismo tiempo
un sentido de integridad e individualidad, y esa pasión es el amor.
(Ibid. pp.33-34)
APARTE DE ESTAS tres soluciones al problema de
la soledad humana, la incapacidad para establecer relaciones es el narcisismo.
"El narcisismo primario es un fenómeno normal, fisiológico
y mental del niño. Pero también existe narcisismo en etapas
posteriores de la vida ('narcisismo secundario', según Freud), si
el niño en crecimiento no desarrolla la capacidad de amar, o
si la pierde. El narcisismo es la esencia de todas las enfermedades
síquicas graves. El hecho de que el fracaso total en el intento
de relacionarse con el mundo sea la locura, pone de relieve otro hecho:
que la condición para cualquier tipo de vida equilibrada es alguna
forma de relación con el mundo" (Ibid., p. 37)
ASI COMO LA DESTRUCTIVIDAD es resultado de la incapacidad
de crear, el sadismo, el masoquismo, el narcisimo y la locura se derivan
de la incapacidad de amar. Destructividad, sadismo y sicopatía son
ingredientes fundamentales de la criminalidad violenta.
LA JERARQUIA DE necesidades de Abraham Maslow,
quizás la teoría más famosa sobre las necesidades
humanas jamás escrita, sostiene que las necesidades humanas están
organizadas en una jerarquía de prepotencia por la cual si la necesidad
más potente está insatisfecha, las menos potentes no se manifiestan
o quedan latentes. Maslow sostuvo que hay cinco grupos de necesidades que,
en orden de mayor a menor poder, son: las necesidades fisiológicas;
las de seguridad; las de afecto, amor y pertenencia; las de autoestima,
y las de autorrealización. Afirmó también que la insatisfacción
de las primeras cuatro necesidades, particularmente en la infancia, generan
patología, en algunos casos de naturaleza mental. Sin embargo, aclara
que no toda frustración, que no toda privación es patogénica,
sino sólo las que amenazan a la personalidad total al poner en riesgo
las necesidades básicas, los propósitos vitales del individuo,
su sistema defensivo, su autoestima y su autorrealización. En general
advierte que los adultos sanos se sienten menos amenazados por situaciones
externas que los neuróticos, lo que reafirma la importancia de la
satisfacción de las necesidades básicas en la infancia.2
La pobreza, de acuerdo con la teoría de Maslow, puede entonces generar
sicopatología.
ROSS FITZGERALD relata, en un ensayo crítico
sobre la obra de Maslow, una serie de evidencias sobre lo que les pasa
a los seres vivos (no sólo a humanos, también a algunos mamíferos)
cuando algunas necesidades fundamentales quedan insatisfechas. Relata que
en los Estudios Minnesota sobre la privación, un grupo de
"objetores de conciencia" se sometieron voluntariamente al hambre mediante
una dieta insuficiente. Después de un tiempo, los sujetos "quedaron
dominados por pensamientos sobre alimentos y todos sus motivos más
elevados sucumbieron al impulso del hambre". Fitzgerald añade: "Ha
sido demostrado que en situaciones caracterizadas por la carencia en
todas las necesidades (como ocurrió en los campos de concentración)
las necesidades fisiológicas adquieren importancia primordial",3
comprobando, por tanto, la teoría de Maslow.
LA POBREZA AGUDA es una situación cercana
en algunos aspectos a la que vive un prisionero en un campo de concentración,
ya que en ella todas las necesidades están insatisfechas. "Para
el ser humano que está extremada y peligrosamente hambriento", dice
Maslow, "no existen otros intereses excepto la comida. El o ella sueña
comida, recuerda comida, piensa en comida, actúa muy emocionadamente
sólo en relación con la comida, percibe sólo comida
y quiere sólo comida (Ibid. p. 17)."
MASLOW ABORDA EXPLICITAMENTE la pregunta sobre
si la destructividad es instintiva en el ser humano. Observaciones del
comportamiento en la niñez muestran que el "niño que es inseguro,
cuyas necesidades de seguridad, amor, pertenencia y autoestima están
amenazadas o insatisfechas, es el niño que mostrará más
egoísmo, agresividad y destructividad... Esto implica que la hostilidad
debe interpretarse no como instintiva, sino como reactiva, instrumental
o defensiva" (Ibid. p.86). Igualmente, Maslow exploró evidencias
de la antropología social y encontró "una fuente poderosa
para considerar que la destructividad, la maldad o la crueldad en los seres
humanos es más probablemente consecuencia secundaria, reactiva de
la insatisfacción o amenaza a las necesidades humanas básicas"
(Ibid. p. 88). La pobreza es insatisfacción de necesidades
básicas y, por tanto, destruye la vida de quien la padece y, en
algunos casos, lo impulsa a la destructividad.
W. H. J. MARTENS, siquiatra especialista en criminología,
en la revista Psychiatric Times señala que "las historias
de vida de los sicópatas se caracterizan frecuentemente por una
vida familiar caótica, falta de atención y guía de
los padres, drogadicción y conducta antisocial de los padres, relaciones
deterioradas entre ellos, divorcio y ambiente barrial adverso" ("The Hidden
Suffering of the Psycopath", vol. XIX, enero de 2002). Más adelante
señala: "El aislamiento social, la soledad y el dolor emocional
asociado en los sicópatas pueden preceder a los actos de violencia
criminal". Describe el comportamiento de dos asesinos seriales:
"declararon que mataron simplemente por tener compañía.
Ninguno de estos hombres tenía amigos. Nielsen miraba televisión
y hablaba durante horas con los cadáveres de sus víctimas;
Dahmer consumía partes de los cuerpos de sus víctimas para
volverse uno con ellas: creía que de esta manera sus víctimas
continuarían viviendo en su cuerpo. Ellos describen su soledad y
sus fracasos sociales como dolorosamente intolerables. Cada uno de ellos
creó su propio universo sádico para vengar sus experiencias
de rechazo, abuso, humillación, descuido y sufrimiento emocional.
Nielsen se sentía mucho más cómodo con cadáveres
que con personas vivas: los muertos no podían abandonarlo. Escribía
poemas y hablaba con ternura a los cadáveres, usándolos tanto
como fuera posible como compañía".
ESTA DURA EVIDENCIA confirma los planteamientos
de Fromm y de Maslow: la destructividad, el sadismo, resultan de la incapacidad
de crear; la falta de amor y seguridad en la infancia pueden generar sicopatología
y ésta puede asociarse con violencia y destructividad.
ME HE CONCENTRADO en la criminalidad asociada con
la violencia, lo que motivó a la inmensa mayoría de los participantes
en la marcha del domingo 27, independientemente de las agendas (inconfesables)
de algunos de sus promotores. La pobreza puede ser un factor de mayores
niveles de criminalidad por varias vías. Puede orillar a personas
perfectamente sanas (no sicópatas) a delinquir. Sería muy
difícil condenar moralmente a una persona situada en la disyuntiva
de, por ejemplo, dejar morir a un ser querido por falta de recursos para
su atención médica o robar para tratar de salvarle la vida.
Al aumentar la pobreza en México, como ha ocurrido dramáticamente
en los últimos 22 años, aumenta el número de personas
que se ven colocadas en este tipo de disyuntivas. Con ello aumenta el número
de personas que cometen crímenes.
LA POBREZA CRECIENTE y la falta de perspectivas
para mejorar (la pérdida de toda esperanza) pueden colocar a muchas
personas, sobre todo jóvenes, en la disyuntiva brutal de llevar
una vida de penurias económicas permanentes o inclinarse por la
vía criminal, que ofrece mejores perspectivas económicas.
Una minoría opta por esta vía. La inmensa mayoría
prefiere, incluso, limpiar parabrisas en las calles. Los jóvenes
de hoy han vivido desde que nacieron en una economía estancada;
no han visto otra cosa que el deterioro económico de sus familias
y de sus propias esperanzas. Tienen niveles educativos más altos
que sus padres y, por tanto, mayores expectativas que, sin embargo, saben
frustradas de antemano.
LA POBREZA AUMENTA las probabilidades de que los
niños y niñas sean víctimas de "rechazo, abuso, humillación,
descuido y sufrimiento emocional" que, como hemos visto con todos los autores
citados, llevan a la sicopatología, a la sociopatía (odio
a la sociedad), que se asocia con las formas más violentas de criminalidad.
Ello es así porque la pobreza aguda aumenta los riesgos de rupturas
familiares, presiona al trabajo de todos los adultos disponibles, propiciando
el descuido de los menores en todos los aspectos y, a veces, el abuso y
la violencia contra ellos.
LAS TRES FORMAS en que la pobreza y la falta de
perspectivas propician la criminalidad se complementan entre sí.
A mayor pobreza, por tanto, mayor criminalidad. No es extraño, entonces,
que de 1983 a la fecha haya aumentado la inseguridad en México.
LOS POLICIAS VIVEN también en la misma sociedad.
Casi todos provienen de hogares pobres o cercanos a la pobreza. Muchos
fueron víctimas también del "rechazo, abuso, humillación,
descuido y sufrimiento emocional" y pueden ser, por ende, sicópatas
o sociópatas. La vía policiaca de solución, tan cara
a los promotores de la marcha, olvida que los policías se tienen
que reclutar en esta sociedad y no en Suecia.
1 Erich Fromm, Psicoanálisis de la
sociedad contemporánea. Hacia una sociedad sana, Fondo de Cultura
Económica, México, 1956, pp. 38-39.
2 Abraham Maslow, Motivation and Personality,
Addison Wesley, Nueva York, 1954/1987, pp. 75-81.
3 Ross Fitzgerald, "Abraham Maslow's Hierarchy
of Needs -An Exposition and Evaluation", en Ross Fitzgerald (ed.), Human
Needs and Politics, Pergamon Press, Australia, 1977, pp. 44-45.
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