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México D.F. Viernes 2 de julio de 2004
POR UN VERDADERO ESTADO DE DERECHO
El
miércoles pasado, en un críptico discurso, el titular de
la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), general Clemente
Ricardo Vega García, dijo textualmente que "es necesario saber perdonar
en estos momentos", y reiteró, al final de su alocución,
con un "hay que saber perdonar". En la medida en que el militar no puso
sujetos ni complementos directos al verbo perdonar, es imposible, en tanto
él mismo no lo aclare, saber quién debe perdonar a quién
y qué acciones son las que debieran, según él, ser
perdonadas. En el alud de comentarios y elucubraciones generado por las
expresiones del general Vega García, hubo interpretaciones que apuntan
al fallo emitido la víspera por la Suprema Corte de Justicia de
la Nación, en el que se determina que el delito de desaparición
forzada permanece vigente -es decir, no prescribe- en tanto no aparezca
la víctima, viva o muerta. En esa lógica, el sentido de lo
dicho por el titular de la Sedena habría sido una velada demanda
de amnistía para los integrantes y ex integrantes de las fuerzas
armadas que participaron en la represión al movimiento estudiantil
de 1968 y en la guerra sucia emprendida en las décadas siguientes
por los gobiernos de Luis Echeverría y José López
Portillo contra organizaciones guerrilleras, pero también contra
integrantes de sindicatos, ligas agrarias y organizaciones políticas
y sociales que buscaban la transformación política, económica
y social del país por medios pacíficos.
Una de las voces que adoptó esta interpretación
de lo dicho por Vega García fue la del subprocurador José
Luis Santiago Vasconcelos, titular de la Subprocuraduría de Investigación
Especializada contra la Delincuencia Organizada (SIEDO), quien inclusive
abogó por una amnistía para los responsables de las graves
violaciones a los derechos humanos perpetradas en los años 70 y
80. El responsable de combatir la delincuencia organizada en el país
arguyó que "es muy difícil ahora tratar de juzgar a alguien
que tuvo otras circunstancias, que en su momento fue forzado, casi materialmente,
a realizar acciones de contención respecto de algunas manifestaciones
y que ahora lo estemos juzgando". Santiago Vasconcelos opinó que
la "aparente división que tenemos que superar" es producto de "rencores
que hace muchísimo tiempo los venimos arrastrando", en referencia
a las demandas de justicia y esclarecimiento a los actos de represión
gubernamental en los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz, Echeverría
y López Portillo.
Para sopesar en su justa dimensión lo dicho por
el titular de la SIEDO, es oportuno recordar que en aquellos años
se perpetró, desde el poder presidencial, y por medio de cuerpos
policiales, militares y paramilitares, una matanza de opositores -no sólo
de guerrilleros- y un quebranto sistemático de las leyes nacionales
que prohíben (y que ya prohibían en aquel entonces) prácticas
como la privación ilegal de la libertad, las lesiones, las torturas,
el homicidio, las inhumaciones clandestinas, el robo a mano armada, el
allanamiento de morada y las detenciones y las condenas sin que mediara
juicio, entre muchos otros delitos cometidos por servidores públicos
en el contexto de la guerra sucia.
El que un subprocurador federal proponga que el país
se olvide de ese cúmulo de crímenes y renuncie a su obligación
de procurar e impartir justicia en el caso de las desapariciones forzadas
(cuya ejecución solía conllevar la comisión de otros
delitos como los referidos) constituye una claudicación mental ante
la ilegalidad y una inaceptable petición de impunidad que debiera
causar bochorno al gobierno del que forma parte. Igualmente vergonzosos
son los "argumentos" del funcionario para justificar su propuesta: resulta
que los responsables de la guerra sucia actuaron en "otras circunstancias"
y que, en su momento, cada uno de esos responsables "fue forzado, casi
materialmente, a realizar acciones de contención respecto de algunas
manifestaciones". ¿Pueden "otras circunstancias" atenuar un homicidio,
una violación, un secuestro o una sesión de tortura?¿Los
jefes políticos, militares y policiales de la represión,
fueron "forzados, casi materialmente" a secuestrar, torturar y asesinar?
Y aun suponiendo que algunos agentes menores de la guerra sucia
hayan actuado bajo presión, ¿no ocurre otro tanto hoy día
a personas involucradas en las bandas del narcotráfico? ¿Veremos
al subprocurador usando ese mismo argumento para pedir una amnistía
a los gatilleros de los cárteles?
Desde otra perspectiva, el señalamiento de Santiago
Vasconcelos de que las divisiones actuales en el país son producto
de los "rencores" originados por la represión de décadas
anteriores, habría que señalarle que, por el contrario, las
exigencias de esclarecimiento y justicia constituyen puntos de confluencia
política y social, y factores de un consenso que debe ser atendido
si es que se pretende lograr un verdadero estado de derecho y si existe
el propósito de construir una reconciliación sólida
y verdadera. Si se hubiera investigado, procurado justicia y castigado
a los responsables en los casos del 2 de octubre de 1968, el 10 de junio
de 1971 y los numerosos crímenes desde el gobierno que siguieron
a esos sucesos, es posible que el poder público no hubiese tenido
la idea de impunidad garantizada que resultaba indispensable para cometer
los asesinatos de cientos de perredistas durante el salinato, los crímenes
políticos de finales de ese sexenio y las matanzas de Acteal, Aguas
Blancas, El Charco y El Bosque, en la administración siguiente.
En tiempos de Salinas y de Zedillo también había "otras circunstancias",
¿habrá que abandonar también toda exigencia de justicia
ante esos otros crímenes?
Para finalizar, no son los "rencores que venimos arrastrando"
los que generan las evidentes fracturas y confrontaciones políticas
en el México de 2004, sino la utilización facciosa y partidista
que el foxismo hace de las instituciones públicas, empezando por
la Procuraduría General de la República y por la oficina
de Santiago Vasconcelos, que es donde se ha fabricado parte de las acciones
de acoso jurídico contra el jefe del Gobierno capitalino, Andrés
Manuel López Obrador. ¿Alegará un día el actual
titular de la SIEDO que se vio "forzado, casi materialmente, a realizar
acciones de contención respecto de algunas manifestaciones"?
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