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México D.F. Lunes 5 de julio de 2004
Carlos Montemayor
El juego de pelota y el Huracán
En el Popol Vuh se cuenta que cuando los gemelos Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú jugaban a la pelota los oyeron los Ahauab de Xibalbá, los Señores del Infierno. Los Señores los mandaron llamar porque deseaban ver los instrumentos de juego, pero los gemelos los habían guardado en el tapanco de la casa. Más tarde, sus descendientes, también gemelos, llamados Hunahpú e Ixbalanqué, descubren que no era su destino ser campesinos. Un roedor les confiesa: "Sepan que los bienes de vuestros padres están guardados en el tapanco de la casa y son los instrumentos con los que ellos jugaban a la pelota: son el yugo, los guantes y la pelota de hule". Los gemelos sagrados jugaron y se lanzaban la pelota. Otra vez los Señores del Infierno oyeron el ruido y las carreras y los mandaron llamar. Los señores los invitaron a jugar a la pelota primero con un cráneo de jaguar y luego con la pelota de hule. Varios días jugaron a la pelota en Xibalbá los gemelos sagrados, cuidados y guiados por el Corazón del Cielo, llamado Huracán. La primera de tres manifestaciones sagradas del Huracán se llamaba Caculhá Huracán, el Rayo de una pierna.
Los espacios donde se practicaba la ceremonia del "juego de pelota" son constantes en muchos sitios de mesoamérica. El Tajín es la ciudad antigua que cuenta con más de estos espacios que cualquier otra. No sabemos los procedimientos exactos de ese juego. Hay bajorrelieves y ofrendas que muestran "los atavíos" que usaban los participantes. Posiblemente no se trataba de un deporte como lo entendemos actualmente. Quizás se trataba de un rito, de una ceremonia religiosa. En El Tajín no hay un aro en el centro del espacio de juego por el que suponen algunos que debía atravesar la pelota. Sólo hay terraplenes inclinados de tal manera que si la pelota llegaba a esas áreas tenía que rodar hacia abajo. Por las que se han encontrado en ofrendas, sabemos que las pelotas estaban formadas por sucesivas tiras de caucho que no se recubrían al final para alisarla. Esta pelota, aunque esférica y de volumen semejante a la del balompié actual, tenía protuberancias resultantes de las sucesivas madejas de caucho con que se iba engrosando, así que el bote de la pelota era imprevisible. Comúnmente los espacios que podríamos considerar como "graderías" no estaban diseñados para multitudes. Es posible que solamente algunas docenas de personas pudieran presenciarlo. Tal vez los "jugadores" participantes pertenecían a las élites de guerreros, gobernantes o sacerdotes, y podríamos suponer también que los que participaban como espectadores pertenecían a esas mismas élites, como es el caso de los gemelos sagrados protegidos por el dios Huracán o Corazón del Cielo.
A veces al juego de pelota se asociaba el sacrificio por decapitación de uno de los participantes. Podemos suponer que en ciertas épocas del año se desarrollaban estas ceremonias o juegos y que el sacrificio de los jugadores estaba en función de la petición a entidades celestes para la excelencia de los ciclos agrícolas o incluso, como lo señala un bajorrelieve de El Tajín, para asegurar la producción del pulque, la bebida sagrada. En esta variedad de espacios y de recurrencias, el jugador sacrificado tenía una interlocución con las divinidades celestes y con las divinidades del inframundo. Podríamos entender el juego a partir de tres principales dualidades que el Tajín muestra con mucha claridad: una dualidad es la del planeta Venus como estrella de la mañana y como estrella de la tarde; otra es la del sol naciente y el sol que baja al inframundo; la otra dualidad es la del viento: el Quetzalcóatl en función benigna y el Quetzalcóatl que fusionado con el sol que cae y con la estrella de la tarde es el viento que baja al inframundo y que puede convertirse, por tanto, en el viento huracanado. Tajín significa en totonaco el Huracán, el trueno, el viento enfurecido.
En ciertas celebraciones solemnes de este juego podría ser inexacto hablar de perdedor y de ganador; también, creer que el ganador debía ser sacrificado porque era un honor, o que el perdedor debía serlo por haber sido derrotado. Durante muchos siglos quizás el juego fue una ceremonia en la que se representaba esa dualidad de Venus, del sol y del viento. Los jugadores estaban representando un drama cósmico y solamente había espacio para la élite porque probablemente los espectadores estaban descifrando en el juego de pelota lo que estaba por venir, lo que ocurría en el cosmos, lo que podía sobrevenir a la tierra y a los pueblos. Por lo tanto, no había triunfador ni perdedor, habría el reparto de la estrella matutina o de la estrella de la tarde, o del sol naciente o del sol que baja por el poniente y entra en el inframundo. Quizás en esa ceremonia ritual uno de los jugadores debía representar el papel del sol que bajaba al inframundo o de la estrella de la tarde o del viento huracanado.
Un bajorrelieve del Tajín, he dicho, muestra a un jugador de pelota pidiendo a las divinidades del inframundo que llene de pulque un amplio recipiente: es un enviado de los seres humanos para suplicar por la abundancia del aguamiel y el pulque. Las caritas del Tajín llamadas sonrientes, caracterizadas por la irrefrenable risa, acaso representan la alegría primera que la embriaguez produce.
Pocos años antes de la llegada de los españoles apareció un cometa con una larga cauda por el oriente. Nezahualpilli, rey de Texcoco, pensó que eso anunciaba el fin de la Triple Alianza. Moctezuma II, el emperador azteca, se rehusó a creerlo. Decidieron recurrir al juego de pelota para comprobar la validez de esa interpretación. Moctezuma II perdió el juego. Más tarde, la Triple Alianza fue destruida por la Conquista.
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