México D.F. Lunes 5 de julio de 2004
José Cueli
Pamplona y la muerte-vida
El vacío que embarga a la fiesta brava en México determina que dejó de sonar la guitarra, callaron los aficionados y miran de lejos la plaza de negro vientre que desarmada se rinde. Soledad del coso que ya suena a sepulcro. ƑQué lluvia se llevó tu fama?
Esta semana quedan las corridas de toros en Pamplona, que reflejan en parte la manera de ser de los españoles: la contagiosa alegría, el vital arresto, la capacidad de gozar, la vibra creadora, el ímpetu sensacionalista, la admiración por lo más allá del yo, el secreto insobornable de la atracción por la muerte-vida.
Estos pamploneses que cantan, bailan, comen, beben y aman con intensidad siguiendo una tradición. Ingenuamente entregados al aturdimiento de la conciencia, corretean los toros por la famosa calle de la Estafeta. Espejo barroco de una fiesta brava en decadencia que este mes de julio se revalora con furiosa gracia y armonía en empeño.
Este martes se dará el famoso "chupinazo" y saldrán los toros a la calle rumbo a la plaza, con aires que dejan aromas a torería al mirar a diestra y siniestra, a lo alto y al fondo y a los agujeros negros, entre recortes y "galleos". Los mozos correrán delante de ellos, poseedores de un carácter firme, afrontando el enigma de la vida-muerte. Esos segundos en que el toro está a punto de coger y en que aparece el "deseo".
Curiosamente una fiesta brava que a falta de toros y toreros que promuevan la emoción que le dio fama, se desplaza protagónica a las carreras por las calles pamplonesas, en las que está presente la emoción. El juego con la muerte entre cantos y jolgorio, que ponen un velo al drama de desafiar por el puro gusto las fuerzas incontrolables de la naturaleza, representadas por las impresionantes cornamentas de los bureles que se lidian en Pamplona.
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