México D.F. Martes 6 de julio de 2004
ENTREVISTA/GONZALO
PUENTE OJEA, DIPLOMATICO ESPAÑOL
España no tuvo un proceso constituyente democrático
LA TRANSICION POLITICA DE 1978
FUE DEMASIADO TURBIA
El "consenso" legitimó la mayor trampa de la
historia moderna del país. El dictador era previsor y el franquismo
encontró inmejorables interlocutores: un grupo de dirigentes empecinados
en la oligarquización de los partidos políticos
JOSE STEINSLEGER /I ENVIADO
Madrid. Testigo excepcional de la vida política
española, debido a los cargos propios de la carrera diplomática,
Gonzalo Puente Ojea (Cienfuegos, Cuba, 1925) conoció a los más
importantes políticos franquistas y a los principales personajes
que llevaron adelante la transición política.
Decano del cuerpo de embajadores de España, autor
de varios libros sobre temas históricos y religiosos (casi todos
reditados en Siglo XXI de España), Puente Ojea representó
a su país ante el Vaticano (1985-87) después de ser subsecretario
en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Un destino que causó
revuelo entre quienes pensaban que su ateísmo declarado (a más
de divorciado), resultaba ofensivo para desempeñar el cargo.
De consulta obligada a la hora de situar en la balanza
medio siglo de política española, el embajador Puente Ojea
participó en el seminario Por el Progreso del Mundo. Contra el Imperialismo
(celebrado en Oviedo), capítulo español del foro En Defensa
de la Humanidad, constituido en México en octubre pasado. A continuación,
pasajes de la entrevista concedida a La Jornada, en su casa de Madrid.
El mito del consenso
-En los umbrales de un nuevo gobierno, ¿qué
opinión le merece el cuarto de siglo cumplido por la transición
política española?
-La transición peca de un grave equívoco
semántico. ¿Transición de quiénes, hacia dónde
y para qué? Desde el punto de vista de los frentes de oposición
al franquismo, la oposición real, efectiva, no transitó hacia
la democracia.
-En América Latina la Constitución de 1978
es vista como paradigma de la democracia moderna...
-Me
sorprende usted. En España ningún tratadista serio discute
que en España no existió un proceso constituyente democrático.
En Italia y Grecia el proceso se adaptó a los principios de la democracia
y hubo ruptura institucional en el sentido de suprimir mediante una negociación
la etapa anterior, la monarquía. En cambio, el predominio de las
fuerzas católicas y monárquicas en España evidencia
las anomalías en que se gestó la Constitución.
-¿Qué presuponen tales principios?
-En primer lugar la formación de un gobierno provisional
encargado de organizar la transición del régimen anterior
al nuevo; segundo, la elección de unas cortes por sufragio universal,
encargadas de redactar la Constitución; tercero, que las elecciones
se realicen con plenas garantías de libre asociación política,
discusión pública de modelos o programas, y con igual acceso
a los medios de comunicación. Estos requisitos no fueron respetados.
Los procuradores de unas cortes, vigiladas por la Iglesia y elegidas a
dedo por el rey y los líderes del franquismo, se convirtieron en
constituyentes sin serlo.
-Pero hubo consenso...
-El "consenso" legitimó la mayor trampa de la historia
moderna de España. El dictador era previsor y el franquismo encontró
inmejorables interlocutores: un grupo de dirigentes empecinados en la oligarquización
de los partidos políticos. Si la Constitución monárquica
de 1876 fue aquel sucio proceso de arreglo entre profesionales de la política
y la intriga a espaldas de la voluntad popular, la transición de
1978 fue aún más turbia: "transformar" una dictadura exhausta
tras 40 años de existencia y lavar su cara con el hechizo del "consenso",
cuya máxima virtud es el conformismo y talismán de todo acomodo
y todo abandono.
-¿Y durante la "segunda república"?
-Es notable que las dos repúblicas españolas
(1873 y 1931), formaran gobiernos provisionales que convocaron elecciones
generales a cortes constituyentes. Ambas se fundaron en la legitimidad
de un proceso iniciado con una consulta basada en el sufragio universal.
En 1869, la Constitución recibió su sanción por 214
votos del órgano constituyente contra sólo 55, y la de 1931,
aprobada por unas cortes en las que sólo figuraba un diputado monárquico,
se elaboró en sesiones públicas que el país siguió
paso a paso.
Monarquía y partidocracia
-¿Qué papel jugaron los partidos políticos
en el decenio de 1970?
-Los partidos políticos propiciaron la desmemorización
colectiva. No de olvido, sino de algo más preciso: la capacidad
de volverse desmemoriado: 'Franco ha muerto. ¡Viva el rey!' La enorme
brecha generacional abierta en la sociedad en el larguísimo tiempo
transcurrido facilitó las cosas. Generaciones aún jóvenes
en 1976 fueron mediatizadas por una mentalidad neofranquista de la que
participaba, inconscientemente, buena parte de la oposición antifranquista.
Los partidos se volcaron a proteger sus intereses económicos: sustituyeron
la dictadura por un sistema de representación democrática,
pactaron al margen de la opinión pública y aseguraron la
continuidad de instituciones ilegítimas, derivadas del golpe militar
del 18 de julio de 1936, y la subsiguiente guerra civil. En suma, no hubo
tránsito de la dictadura a la democracia.
-¿Cómo define usted el estatuto jurídico
del gobierno español?
-En España hay un régimen democrático
de derecho. El proyecto de democratización promovió que el
rey siga reinando y una ley de reforma política que permitió
a las cortes ordinarias del franquismo transformarse en constituyentes
por decisión del rey. El rey pidió a los partidos políticos,
cuatro gatos de la oposición virtual, pues la oposición
real estaba disuelta, que fuesen "razonables" y "realistas". La muerte
de Franco (1975) no representó cambio ni deseo de cambio institucional.
Sin embargo, los dirigentes del proceso entendieron que la dictadura tampoco
podía eternizarse. Debía llegarse a formas de transacción
entre una oposición nominada, con relieve propio, y un franquismo
aferrado a una oposición que contaba con la potencialidad estratégica
para legitimar un gobierno provisional. Luego, a puerta cerrada, se dieron
los pasos para legitimar el paso de un régimen autoritario dictatorial
a uno de tipo representativo democrático.
-¿Qué papel jugó el rey Juan Carlos
en el proceso?
-En el otoño de 1962, habiéndome quedado
de encargado de la embajada en Atenas, tuve la oportunidad de conversar
frecuentemente, sin testigos, con el príncipe Juan Carlos. Recuerdo
que me chocó su apología de Franco. Mostraba gran indiferencia
sobre el mundo de la cultura y una notable insensibilidad ante los graves
problemas derivados de la guerra civil. Quedé sorprendido ante su
postura a favor de una vía intermedia que no cuestionase los fundamentos
del régimen. Los hechos disiparon mis expectativas en el joven príncipe.
En julio de 1969, ante el pleno de las cortes franquistas, Juan Carlos
juró tres cosas: lealtad a Franco; fidelidad a los principios del
Movimiento Nacional y a "las demás leyes fundamentales del reino".
El PSOE va a misa
-¿Y Felipe González?
-Felipe González es el gran culpable de haber traicionado
las esperanzas de la izquierda en un cambio profundo y real. En el congreso
de Suresnes (1974), González declaró que el Partido Obrero
Socialista Español (PSOE) debía coligarse con el "proceso
de transición" de los sectores que integraban "la burguesía
que se despega del régimen". Frase clave, habilidosamente envuelta
en una retórica obrerista de camuflaje. La verdad es que fue él,
Felipe, quien se estaba despegando de sus aliados naturales. Estábamos
ya ante el camarada Isidoro, protegido por la policía. Después
empezó la singladura que llevó al PSOE a fundar la Plataforma
de Convergencia Democrática (1975), mediante un acuerdo con la Democracia
Cristiana, liberales, neoconservadores del exterior, socialdemócratas
y con instancias franquistas del interior. La maniobra se captó
muy bien en los despachos oficiales del régimen y era coherente
con los contactos secretos de González y otros bajo su batuta, con
medios pro estadunidenses.
-Usted me decepciona. El rey Juan Carlos no ha resultado
tan democrático como pensaba y Felipe no es hombre de izquierda...
-¿Felipe de izquierda? A inicios de los años
70, Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania descubrieron en
Sevilla a un grupo de jóvenes del PSOE en condiciones de refundar
el partido y hacer una operación de envergadura antes de la muerte
de Franco. Felipe tenía entonces un ideal confuso, procedente de
la escuela católica del profesor Jiménez Fernández.
No era hombre de lectura, no era socialista, no sabía nada de socialismo.
Las hermandades obreras de Acción Católica le dieron una
beca para estudiar en la Universidad de Lovaina. Felipe anhelaba entrar
al grupo de Ruiz Jiménez, de la Democracia Cristiana (DC). Le dijeron:
"¡Pero hombre, si en la DC están todos los asientos ocupados.
¿No quieres hacer carrera política?".
-Sin embargo, el PSOE es
un partido de tradición laica y republicana.
-El PSOE desapareció con la república, en
los últimos dos años de la guerra civil. En la época
de Francisco Largo Caballero (1869-1946), de los Alvarez Albornoz y de
los grandes líderes en los años de exilio y lucha contra
el franquismo, el PSOE fue laico y republicano. El viraje fue posible a
partir de las graves divergencias que en 1970 se dieron entre los socialistas
del exilio y del interior. Dos años después, el partido se
dividió. Surgió entonces un PSOE renovado, protegido por
el franquismo y dominado por los católicos. Lo contrario del PSOE
que conducía su secretario general, Rodolfo Llopis. La clericalización,
tecnocratización y traición de Felipe González a las
bases del PSOE entrañó, en último término,
la traición de la oposición de la mayoría antifranquista,
que representaba los ideales democráticos del pueblo español.
|