.. |
México D.F. Martes 6 de julio de 2004
DESLINDE VALIOSO Y VALEROSO
La
renuncia de Alfonso Durazo Montaño como secretario particular y
coordinador de Comunicación Social de la Presidencia de la República
es el más severo descalabro político de cuantos ha sufrido
el actual gobierno.
La salida del ahora ex vocero y ex asistente principal
e inmediato del mandatario culmina el proceso de desgajamiento que había
venido experimentando el grupo que acompañó a Vicente Fox
en su candidatura -aquel conglomerado de panistas, ex priístas,
ex perredistas, empresarios y ex activistas sociales unidos en torno a
la consigna del voto útil- y que dio a la transición
de 2000 una cobertura de pluralidad, amplitud y tolerancia. Más
importante aún, en su extensa y demoledora misiva al titular del
Ejecutivo, el renunciante confirma -aunque por momentos de manera implícita-
los principales señalamientos adversos que se vienen formulando,
desde la sociedad y la opinión pública, a la actual administración.
En el cuarto párrafo de su carta, el ex funcionario
caracteriza el actual momento del régimen de inercial y mediocre,
y líneas después habla de la fascinación por el poder
y del consecuente alejamiento gubernamental "de los valores, principios,
y compromisos que impulsaron" la alternancia; de la pérdida del
"objetivo político inicial de aquel proyecto, basado en el espíritu
plural e incluyente", así como de la renuncia a ejercer el poder
"bajo el paradigma de una nueva ética pública".
Hoy, desliza Durazo Montaño, la Presidencia percibe
"el poder como un fin en sí mismo" y opera con una ética
en la que "el fin justifica los medios". Se llega, así, a la acusación
central contenida en la misiva: el involucramiento de la Presidencia en
el proceso de sucesión que habrá de realizarse en 2006, en
el cual el actual mandatario pretende "decidir desde el gobierno quién
será el próximo Presidente (y) quién no debe" serlo.
Con sobrada razón, Durazo Montaño acusa a Fox de comportarse
según "aquellos viejos modos políticos" del priísmo
y de alentar, usando indebidamente el poder y el mandato que le fueron
conferidos por la ciudadanía, la candidatura presidencial de su
esposa, Marta Sahagún.
En ese afán, la presidencia de Fox no sólo
ha perdido eficacia, sino que ha generado "muchas de las tensiones que
amenazan con hacer estallar al país". Si se persiste en esa actitud,
recalca Durazo Montaño, son previsibles "tiempos políticamente
aún más complejos" y resultará inevitable que el conflicto
político contamine en forma irreversible a las instituciones. La
intromisión de Fox a favor de su cónyuge en la conformación
de opciones para el 2006 contribuye en forma decisiva a desacreditar los
logros democráticos obtenidos en años recientes, logros que
fueron capitalizados por los Amigos de Fox, el PAN y la pareja presidencial,
pero que fueron obtenidos -hay que recordarlo- en el curso de una larga,
exasperante y a veces cruenta lucha social y política en la que
la protagonista fue la ciudadanía en su conjunto.
En ausencia de una Presidencia que garantice "legalidad,
equidad, democracia y arbitraje presidencial imparcial, la disputa electoral
del 2006 podría llegar a convertirse en una repetición de
las viejas y nocivas rondas de desconfianza sobre los resultados electorales.
Y si las elecciones no se resuelven en las urnas, se van a resolver en
la calle", dice el ex vocero presidencial en lo que constituye una advertencia
sensata, atendible y sin duda preocupante.
La involución causada en la vida política
nacional por las ambiciones presidenciales de la esposa del mandatario
y por el despropósito de una suerte de relección por vía
conyugal es tan grave y severa que hoy, paradojas aparte, un ex priísta
se ve obligado a recordarle a un panista que "el gobierno es un instrumento
del Estado (y) en consecuencia no trabaja para ganar elecciones, ni su
función es la de agente electoral de partido o aspirante alguno".
En caso contrario "no me sorprendería que las reacciones llegaran
incluso a la violencia política", advierte Durazo con plena -y alarmante-
lucidez.
En otro pasaje de su carta, el ex funcionario confirma
-así sea en forma tangencial- lo que todo mundo sabe sobre el uso
faccioso de las instituciones públicas para intentar la destrucción
mediática, política, o en último caso jurídica,
del jefe de Gobierno capitalino, a fin de impedir que se convierta en candidato
presidencial: "No todos creen que atrás de todo este espectáculo
jurídico-político que estamos padeciendo, la situación
es moralmente transparente". Cuando Durazo señala a Fox la necesidad
de "desafiar a los adversarios con honestidad" pone de manifiesto la deshonestidad
con la que se ha comportado la Presidencia en este terreno; cuando pide
"bajar las armas, aflojar la cuerda del arco e impulsar un ambiente político
más ordenado", le reprocha la indebida beligerancia y hostilidad
que desordenan y crispan la vida republicana; cuando menciona la necesidad
de "asumir que el poder presidencial es constitucionalmente indivisible"
y de "acabar con la idea cada vez más generalizada de que el poder
presidencial se ejerce en pareja", le pide, en realidad, que acabe con
las patentes intromisiones conyugales en su mandato. En forma explícita,
el renunciante se refiere al caos imperante en el equipo presidencial:
la descoordinación, dice, "ha terminado por confrontar a varios
de los miembros del gabinete por encima de sus relaciones personales",
y critica el "equipo desalineado", los "procesos organizacionalmente rotos"
y las coincidencias internas del gobierno basadas únicamente en
"las reglas del azar".
Otro aspecto apabullante del balance formulado por Durazo
Montaño se refiere a la autocomplacencia o, dicho en forma más
cruda, al maravilloso país imaginario en el que reside el foxismo,
las cifras mágicas, los paisajes idílicos de los discursos,
la perpetua confusión entre la realidad y el deseo. Ante ese desfase,
señalado hasta el cansancio por críticos, analistas y pueblo
llano, Durazo exhorta a su ex jefe a "cancelar ese sistema de señales
tan complaciente que nos ha llevado con demasiada frecuencia a sobredimensionar
los logros del gobierno con la consecuente erosión de su credibilidad".
La retórica, recuerda el ex coordinador de Comunicación Social,
puede ser eficaz, a condición de que tenga un mínimo respaldo
en los hechos y en la realidad: "si la comunicación funciona, no
necesariamente funciona todo lo demás".
Ha de admitirse que en el texto de su renuncia Alfonso
Durazo no dice nada nuevo. El valor político y personal de sus reflexiones
no reside en el hallazgo, sino en la fundamentación de lo dicho.
Sus reflexiones críticas no proceden de una intransigencia opositora
ni de una descalificación intuitiva, sino del más íntimo
y enterado círculo del poder. La secretaría particular de
la Presidencia pudo ser desempeñada con lealtad, pero no con desconocimiento
de lo que sucede en Los Pinos. Y con base en la experiencia y la información
únicas y privilegiadas de esa posición, Durazo confirma casi
todas las críticas relevantes de que ha sido objeto la presente
administración. La renuncia a la coordinación de Comunicación
Social, por su parte, da idea de lo difícil que se ha vuelto salir
a dar la cara ante los medios en representación de un gobierno cuyo
único logro sustantivo hasta ahora -y Durazo no regatea ese mérito-
es haber llegado al poder interrumpiendo una cadena de sucesiones priístas
que hasta hace pocos años parecía irrompible.
Para finalizar, el valeroso deslinde de Durazo Montaño
es un grave revés político para Fox y, sobre todo, para las
aspiraciones presidenciales de su esposa, pero al mismo tiempo representa
para el actual mandatario una inapreciable oportunidad de escuchar una
voz que le ha sido fiel y cercana y que ahora refleja las más importantes
discordancias del país con respecto al Ejecutivo federal. Si la
Presidencia actual conserva cierta sensibilidad y cierta capacidad autocrítica,
éste es el momento para rectificar, recomponerse y colocarse en
condiciones de cumplir con lo que por decisión propia se ha vuelto
la única gran tarea pendiente de su gobierno: auspiciar un proceso
sucesorio ordenado, equitativo y justo, en un ambiente de respeto y con
sentido republicano. Por el bien del país, cabe hacer votos por
que el presidente Vicente Fox asimile con ese ánimo la renuncia
de su colaborador y actúe en consecuencia.
|