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México D.F. Sábado 10 de julio de 2004
CONTRA EL MURO DE LA IGNOMINIA
Ayer,
la Corte Internacional de Justicia de La Haya determinó que el muro
que construye el gobierno de Israel en Cisjordania contraviene las leyes
internacionales y constituye una "anexión de hecho" de territorios
palestinos ocupados, por lo que pidió a Tel Aviv que derribe la
parte del muro edificado en Jerusalén del Este, cese la obra, pague
indemnizaciones a la población que ha sido afectada y regrese las
tierras confiscadas. La Corte hizo un llamado a la Asamblea General y al
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que tomen las medidas necesarias
que pongan fin a la "situación ilegal" creada por la ignominiosa
construcción. La resolución del máximo tribunal internacional
refrenda la denuncia del propio pueblo palestino, de ciudadanos israelíes,
de activistas, intelectuales y de defensores de derechos humanos de todo
el mundo sobre las graves violaciones que el régimen de Ariel Sharon
perpetra contra civiles en Cisjordania en nombre de la seguridad de Israel.
Resulta de gran relevancia que la Corte haya desechado las justificaciones
de Sharon para erigir ese muro y, en cambio, reconozca que tal construcción,
junto con otras medidas, han impedido al pueblo palestino ejercer la autodeterminación.
Tras esta resolución, que sólo recibió
el voto en contra del representante estadunidense en la Corte y fue respaldada
por la Unión Europea, las posiciones de Tel Aviv y Washington quedaron
aisladas en el ámbito internacional y sobrepasadas por el reconocimiento
de la ilegalidad de las políticas criminales del gobierno israelí,
las cuales han tenido un saldo devastador en vidas humanas y destrucción
material. El cerco tiene por ahora una longitud de 170 kilómetros,
pero el proyecto es que se extienda a lo largo de 730 kilómetros,
en los que quedará cercada una población de 800 mil palestinos,
aproximadamente. Con el pretexto de proteger los asentamientos israelíes
en la zona, igualmente ilegales, Sharon pretende consumar el despojo de
Jerusalén del Este y de los territorios ocupados en Cisjordania
en 1967 durante la Guerra de los Seis Días.
El cerco no sólo es físico sino también
militar y económico, factores que completan la estrategia genocida.
Las incursiones de las tropas ocupantes causan a diario víctimas
inocentes, muchos de ellos niños y jóvenes, y las demoliciones
de casas lanzan a la miseria a cientos de familias. La apropiación
territorial, señala un estudio de la organización Intermón-Oxfam,
está obligando a cientos de miles de palestinos a emigrar o a vivir
en la miseria. Con la construcción del muro, Israel está
apropiándose de acuíferos necesarios para la actividad agrícola
y destruye pozos para cortar el suministro de agua a las colonias árabes.
Según datos de Oxfam, la calidad de vida en Cisjordania, deteriorada
desde el inicio de la intifada, ha empeorado con el levantamiento del cerco:
en esa zona, 1.4 millones de personas padecen inseguridad alimentaria y
un millón cien mil estarán en esa condición si persiste
la situación actual; quienes residían cerca de la frontera
con Israel han perdido empleos y el flujo comercial que mantenían
con la población judía, lo cual ha causado el deterioro en
las condiciones de vida de cientos de familias que han visto reducir drásticamente
sus ingresos. Ahora los trabajadores deben recorrer más kilómetros
para cruzar el muro y llegar a sus lugares de trabajo, o peor, para trabajar
sus propias tierras, ahora separadas por la construcción. Además,
las autoridades israelíes han impuesto reglas que obligan a quienes
viven allí a pedir permiso para ocupar sus propias casas o cultivar
sus tierras. En los puntos de tránsito controlados por el ejército
ocupante se cometen atropellos que han sido ampliamente documentados por
Amnistía Internacional: se niega el paso a ambulancias o a autos
particulares que transportan a enfermos, a embarazadas que necesitan atención
médica, se confiscan tarjetas de identidad y, para hacer respetar
los toques de queda, los soldados hacen disparos, lanzan gases lacrimógenos
y granadas paralizantes.
Como ha señalado el escritor José Saramago,
las políticas criminales del gobierno de Sharon persiguen la humillación
del pueblo palestino. En Gaza y Cisjordania se lleva a cabo un genocidio
ante el cual la comunidad internacional no debe permanecer inerte. Sería
lamentable que la respuesta al dictamen de la Corte Internacional de Justicia
se quedara en la negativa de Ariel Sharon a suspender la construcción
del muro y detener las violaciones a los derechos humanos. Las instancias
principales de Naciones Unidas no pueden seguir retrasando la toma de decisiones
que pongan un alto a la ilegalidad de Tel Aviv y Washington en Medio Oriente.
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