México D.F. Domingo 11 de julio de 2004
El saxofonista cubano, solista en el concierto
de la Orquesta Juvenil de las Américas
Paquito de Rivera, maniático saxual
Los géneros musicales deben retroalimentarse,
recomienda
ANGEL VARGAS ENVIADO
Puebla, Pue., 10 de julio. Sin empacho ni pudores,
e incluso entre risotadas, Paquito de Rivera se definió aquí
como un "maniático saxual", y aprovechó la ocasión
para aclarar que resulta falsa la creencia de que el saxofón es
el instrumento más sexy que existe. "¡Eso es absurdo -exclamó-,
viene jorobado de fábrica!".
Así, desparpajado y bromista, llegó ayer
el músico cubano a esta capital para ofrecer una clase magistral
por la mañana y actuar como solista en la noche con la Orquesta
Juvenil de las Américas, dentro del programa artístico del
segundo encuentro Instrumenta Verano.
Ubicado en el Olimpo de los grandes jazzistas, el saxofonista
y clarinetista sólo menguó un poco su sonrisa cuando se le
pidió opinar sobre el actual movimiento musical en su patria, ejemplificado
por el éxito de proyectos como el Buena Vista Social Club y el grupo
de los Orishas.
"Cuba es la isla de la música. Es un sitio muy
musical en todo tipo de género. Siempre lo fue y siempre lo será,
independientemente de la tremenda tragedia política que nos ha tocado
vivir a nosotros. La música es la música", respondió.
Fuera de ese momento, siempre se mostró atento
y de excelente humor, acaso hasta medio desmadrosón, con los periodistas
que asistieron a la conferencia de prensa que ofreció por la tarde,
previó al ensayo general que sostuvo con la mencionada agrupación,
dirigida, por cierto, por el mexicano Carlos Miguel Prieto.
Entre otros temas, Paquito de Rivera adelantó que
para celebrar su medio siglo de trayectoria artística, sólo
ocho menos que su edad actual, ofrecerá un par de conciertos de
lujo: uno en el Teatro Colón, en Argentina, aunque no precisó
fecha, y el otro en el Carnegie and Hall, el 10 de enero de 2005.
En esta segunda presentación será acompañado
por la Orquesta Juvenil de las Américas y una pléyade de
grandes monstruos de la música mundial, como Yo Yo Ma, Chico Corea
y Michel Camilo, entre otros. También comentó que invitará
a Chucho Valdés, "ahora falta saber si lo dejan venir".
Siglos de tradición
Ya entrado en materia, el carismático intérprete
se manifestó por que los músicos clásicos y de jazz
se dejen de prejuicios y aprovechen unos y otros lo que ambos géneros
pueden brindarles para su desarrollo educativo y profesional.
"Hace rato dimos una clase magistral y en ella hablamos
de dos agujeros enormes que hay tanto en la educación musical clásica
como en la educación jazzística, tomando por jazzístico
al jazz y géneros afines", precisó.
''La gente de jazz no quiere saber absolutamente nada
de la música clásica, y entonces, al ser éste un género
muy joven, con apenas poco más de 100 años, está perdiéndose
siglos de tradición.
''Pero por otro lado, los músicos clásicos
están perdiéndose del relax y la frescura que tiene esta
música joven del jazz. Ambos están perdiendo entonces, y
es hora de rescatar eso''.
El músico isleño se dijo muy contento y
satisfecho de poder participar una vez más en un proyecto de educación
musical, tanto al lado de dicha agrupación como del programa Instrumenta.
"He aprendido muchísimo en esta orquesta. Muchas
veces se tiende a pensar que sólo de los mayores se aprende. Y un
amigo decía que cuando uno cree que es un músico acabado,
es cuando uno está en verdad terminado".
Enfatizó que su actual aprendizaje ha incluido
incluso aspectos de la dirección orquestal, oficio del que consideró,
aunque de manera indirecta, que atraviesa una crisis.
"Hay muchos directores, pero muy pocos buenos, gente que
saque el máximo de una orquesta y haga felices a los músicos,
que no sólo se la pase moviendo el palito pa'delante y pa'tras,
como una bailarina. No, el director está para ayudar a los músicos".
Dispuesto a todo
Para Paquito de Rivera, no resulta nueva la experiencia
de trabajar con músicos jóvenes, como tampoco lo es su incursión
en el ámbito de la música sinfónica o clásica,
y recordó que éste ha sido un género siempre presente
en su vida.
"Mi padre -mencionó- fue un saxofonista clásico.
Nunca tuvo la facilidad para improvisar, pero le encantaba el jazz, lo
volvía loco. Me introdujo a la música de Benny Goodman y
a la orquesta de swing tanto como a los conciertos de Mozart o de otros
grandes. Siempre entonces he tenido contacto con todo tipo de música".
En ese sentido, se dijo dispuesto a emprender todo tipo
de proyectos: "Me encantaría hacer lo que aparezca. ¿Hay
alguna sugerencia? Como dije antes: cuando uno cree que lo sabe todo, está
terminado. Por eso hay que hacer lo que venga, que sea interesante. Duke
Ellington dijo que había sólo dos tipos de música,
la buena y la mala".
Lo único que se detendría a pensar si lo
vuelve hacer sería música bailable: "Eso ya lo hice y lo
hice muy bien. Si mi invitan yo voy, me encantaría tocar y grabar,
como artista invitado. Es un arte muy subestimado, porque es difícilísimo",
agregó.
"La música bailable es una esclava de la popularidad,
y es algo que parece muy fácil, pero no es fácil mantenerse
arriba de la popularidad. Es algo de otro mundo".
En cuanto aspectos más personales, el intérprete
cubano aclaró que la publicación de su libro Mi vida saxual
no significa un ajuste de cuentes ni el cierre de un círculo
en su vida artística.
"Mi vida saxual es un libro en el que hago comentarios
no sólo de mi vida. Guillermo Cabrera Infante le llama a eso una
autobiografía, y es precisamente eso, un libro de memorias. Inclusive
cuento cosas que no sólo me sucedieron a mí, historias que
escuché. Le llamó entonces a eso las memorias no autorizadas".
Además de ese libro, anunció que cuenta
ya con otro, intitulado originalmente En tus brazos morenos, "porque
estaba inspirada en el hermoso bolero de César Portillo de la Luz,
Noches cubanas"; pero decidió cambiarle de nombre al de Oh,
La Habana debido a que le resultaba más musical. "Esa novela
salió ya en Barcelona y es muy divertida".
Entre sus próximos planes, Paquito de Rivera destacó
un concierto en Nueva York con la New York Pop Orchestra, así como
el par de presentaciones ya mencionadas con las que celebrará su
cincuentenario artístico.
Paroxismo en Puebla
ANGEL VARGAS ENVIADO
Puebla, Pue., 10 de julio. Un ligero sudor resbala
por la espalda. La respiración se agita. El corazón se bate
como avispa. Todo es tensión, sutil y hermosa tensión. Es
el llamado de la carne, para qué y cómo negársele.
Y la intensidad se profundiza conforme se desprenden más notas desgarradoras,
lúdicas, traviesas, del lustroso clarinete de Paquito de Rivera.
Son olas sonoras, cuyos copetes parecen elevarse hasta
el mismísimo cielo, y cuya caída uno espera agresiva, destructora.
Pero no, la música se transforma en nube y desciende a los oídos
y al cuenco del pecho como caricias, abrasantes, tiernas, también
provocadoras.
Es
la segunda obra del programa, un arreglo para clarinete violonchelo y piano
del Concierto para bandoneón, de Astor Piazzolla, versión
realizada por el propio maestro argentino y que recrea ahora la Orquesta
Juvenil de las Américas, bajo la batuta del mexicano Carlos Miguel
Prieto y la actuación del intérprete cubano como solista.
Viernes por la noche. El público que desborda el
Patio de San Pedro, del hermoso Museo Virreinal, ubicado en pleno ombligo
de esta capital, está como hipnotizado, totalmente seducido. Conmovido.
Y las ráfagas piazzollanas se desprenden unas tras
otras, a veces tímidas, en otras desafiantes; aunque sin perder
nunca su naturaleza profunda, desparpajada, exultantemente sensual. Sexual
a flor de piel. Cachondona, pues.
Un hálito eléctrico estremece a la concurrencia
en este octavo concierto del encuentro Instrumento Verano, y no son pocos
los que yacen al borde de las metálicas sillas plegables, conteniendo
los suspiros, como no queriendo incluso respirar. Algunas parejas, sin
percibirlo, estrujan más aún sus manos entrelazadas.
Estallan prolongados vítores. Ensordecedores son
los aplausos, tanto como los gritos de bravo y los silbidos. Los tres movimientos
de dicha pieza, merced el influjo hechizante de Paquito de Rivera y los
jóvenes maestros que lo han acompañado, llevaron despiadadamente
de un estado anímico y emocional a otro. Bendita y hermosa falta
de piedad.
A esta altura del concierto todo se halla dispuesto para
hacer de ésta una noche inolvidable en la joven historia de este
encuentro de educación musical. Y así lo es, como lo habrán
de confirmar más tarde, de viva voz, el propio saxofonista y Carlos
Miguel Prieto.
Brillante ha sido la actuación de la Orquesta Juvenil
de las Américas en su ejecución de la suite de El Pájaro
de Fuego, de Igor Stravinsky, obra que abrió el programa. Los
casi 90 mozos atrilistas acusan una interesante mezcla de festiva e irreverente
fuerza propia de la juventud con la sutileza y el aplomo de la madurez
en el dominio de la técnica.
Más delirante aún fue su interpretación
de Sheherezada, de Nikolai Rimski-Korsakov, pieza con la que se
puso punto final al concierto, aunque sólo en términos formales,
porque la exacerbación y la comunión eran ya tales entre
músicos y público que de forma natural se sucedieron dos
encores más.
El primero una versión para orquesta que Eugenio
Toussaint hizo de algunos mambos de Pérez Prado, en los que intervinieron
la orquesta y el músico isleño, y que provocó que
varias parejas se levantaran de sus lugares a bailar.
El segundo y postrero estuvo a cargo sólo de Paquito
de Rivera y un pianista que lo acompañó. Se trato de una
versión jazzeada, ¡oh delicia!, de fragmentos de obras de
Ernesto Lecuona.
El momento y el lugar estaban al borde del delirio y la
algarabía. En el paroxismo. Más de tres horas y la gente
pedía más. Había sido ya demasiado, mas no suficiente.
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