México D.F. Lunes 12 de julio de 2004
La Celam analizará la globalización en 2007, anuncian
Martín Rábago, designado a la Pontificia Comisión para AL
JOSE ANTONIO ROMAN
El papa Juan Pablo II designó al presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) y obispo de la diócesis de León, José Guadalupe Martín Rábago, como nuevo miembro de la Pontificia Comisión para América Latina, instan-cia dentro de la estructura vaticana que lleva la relación con las 22 conferencias episcopales de la región, incluyendo, desde luego, a la Iglesia mexicana.
Lo anterior, luego de que confirmara que será a finales del presente año y a principios del próximo cuando los obispos responsables de las 85 diócesis del país realicen la visita Ad Limina al pontífice, reunión obligatoria establecida por el Código de Derecho Canónico en la que los obispos presentan al pontífice católico un informe detallado de su gobierno pastoral.
Aunque el informe tradicionalmente se presenta cada cinco años, en el caso de la local registrará un atraso de entre uno y dos años, pues todas las conferencias episcopales de América, con excepción de México y Colombia, lo realizaron en 2003.
En el caso específico de los prelados mexicanos, en ese momento no se consideró urgente la presentación de dicho informe, pues el Papa estaba notoriamente bien enterado de la situación de la Iglesia católica en el país, debido a su visita en julio de ese año, fecha en que canonizó al indio Juan Diego y beatificó a los dos indígenas cajones de Oaxaca.
Con la convocatoria a la quinta conferencia de la Celam, en febrero de 2007 en Roma, la Pontificia Comisión para América Latina, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, deberá estar en contacto permanente con la directiva episcopal de América Latina, con sede en Bogotá, para preparar los documentos que se discutirán en dicha reunión y cuyo tema central estará relacionado con el proceso de globalización mundial.
El objetivo de esta asamblea -como las que se realizaron en Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992)-, será que los obispos de América Latina y el Caribe analicen de manera colectiva la situación en la que se encuentran los pueblos de esta parte del continente, identificar sus problemas pastorales y dar algunas pautas que ayuden a trazar una estrategia evangelizadora, capaz de afrontar los grandes desafíos que se presentan en este comienzo de milenio.
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