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México D.F. Lunes 12 de julio de 2004
Continúa temporada en el Metropólitan
hasta el jueves
Stomp! une naturaleza y restos de tecnología
para hacer música
ARTURO CRUZ BARCENAS
El espectáculo Stomp! surgió cuando un grupo
de muchachos ingleses golpeó con cierto ritmo botes de basura de
plástico y metal. Chocando dos latas de cerveza, otros siguieron
esa especie de melodía. Luego se sumaron otros, palmeando. Eso se
convirtió en una especie de batucada. Corrían los años
90. Un observador percibió el potencial y lo llevó a un escenario,
con coreografías. Era el mundo de la contaminación sonora,
por sus objetos: básicamente desperdicios, lo auditivo de la época
posindustrial.
Stomp!
llegó el pasado martes al teatro Metropólitan con la idea
estética de la sonoridad de los callejones, de jóvenes que
han fortalecido sus músculos con base en el trabajo de gimnasio,
para ofrecer nueve presentaciones, hasta el 15 de julio.
Todo comenzó pasadas las ocho de la noche. Una
luz tenue y ámbar inundó la sala. Paulatinamente aparecieron
ocho de ellos, que provienen de campos ligados a su arte: el baile, la
canción, la actuación. Con frenesí, ellos y otros
empezaron a golpear sus instrumentos, como botes de basura, arrastraron
escobas, con tarjas de cocina simularon sonidos de una batería,
con bombos y platillos, huecos.
El roce de dos periódicos puede ser tan chévere
como el de unas maracas o un güiro. Prender y apagar encendedores
marca un tris que remata una nota. En la dimensión de lo
humano, el impacto de las manos cuyas palmas forman oquedades, sobre el
pecho o las piernas, genera sonidos. El primer instrumento fue el cuerpo
del hombre. Esa es la clave del éxito de Stomp! La unión
de la naturaleza con los residuos de la tecnología, lo posindustrial.
El público mexicano que asistió al Metropólitan
buscó la interactividad. Más bien, no tuvo otro remedio.
El golpeteo sobre el metal, el piso, en una sincronía melódica,
obligan a, por lo menos, chasquear. Tris-tris-tris, tras-tras-tras.
De nuevo, pero ahora marcando con la punta de los pies. Pac-pac-pac.
El hawaiano Andrés Fernández fue uno de
los patiños entre cada rutina. La escenografía simulaba un
callejón de una ciudad industrializada. El ambiente es futurista.
No hay verde, no hay plantas. Tan sólo oscuridad y concreto, vapor
saliendo de las alcantarillas. Es la vida del metal, del concreto.
Los que han salido de Stomp! van a trabajar en el mundo
del espectáculo. "Estar aquí es, en sí, una carrera.
Es una gran ventana. De lo que presentamos una gran parte es improvisación,
aunque hay un guión." Tal ruta se dio, como dijeron, en el Metropólitan,
donde algunos se vuelven inclusive graciosos. "Todo el mundo está
en la posibilidad de ser un integrante de Stomp! La gente se inspira en
el show y les dejamos una huella con nuestro trabajo. La gente en
México sí escucha y lo hace con respeto; en Estados Unidos
y en Canadá pone más atención en los chistes, en las
bromas. La música queda perdida. En México se fijan en la
música. Eso debe ser por el idioma".
Boletos en Ticketmaster, al 5325-9000 y en los lugares
de costumbre.
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