México D.F. Jueves 15 de julio de 2004
Debe indagarse qué pasó en la
guerra sucia antes de hablar de perdón, opina el clero
Amnistía e indulto violan el derecho: Uia
La reparación del daño a víctimas
y sociedad, el primer paso hacia una proceso de reconciliación,
plantea la Ibero
JOSE GALAN
Ante las graves violaciones a los derechos humanos cometidas
en México desde finales de la década de los 60 -la guerra
sucia-, medidas como la amnistía, la prescripción o el
indulto son violatorias en sí mismas del derecho internacional en
la materia, además de que todo proceso de reconciliación
y de perdón social tiene como condiciones previas e indispensables
el conocimiento de la verdad, la impartición de justicia y la reparación
de (daños a) las víctimas y la sociedad.
Así lo considera el Departamento de Derechos Humanos
de la Universidad Iberoamericana (Uia) -controlada por la Compañía
de Jesús-, que destacó los procesos de "reparación
de las víctimas" como el primer paso para lograr la reconciliación
y restitución del tejido social. "El reconocimiento por parte de
las instituciones de las violaciones cometidas no sólo frente a
las víctimas, sino a la sociedad en general, permite el acercamiento
de la ciudadanía a éstas", agrega.
La institución educativa llamó a las autoridades
del país a que cualquier paso hacia la reconciliación se
apegue al respeto irrestricto de los derechos humanos, "base" de toda democracia.
Así, el proceso de reconciliación debe responder a las características
propias de la sociedad mexicana pero, sobre todo, a las necesidades y exigencias
de las víctimas, quienes son indiscutiblemente sujetos de derechos
y actores fundamentales en ese proceso, indica.
El factor credibilidad
En un comunicado emitido por la Ibero, el departamento
referido plantea que la reconciliación contribuye al proceso interno
de asimilación de los hechos por parte de las víctimas directas
o indirectas de las violaciones, al propiciar la reivindicación
de sus derechos y a reconstruir la credibilidad de la ciudadanía
en las instituciones estatales, principalmente en el sistema de procuración
y administración de justicia.
Respecto a la impartición de ésta, sostiene
que toma, en la experiencia de otros procesos dentro del continente americano,
distintas dimensiones que resultan fundamentales para un proceso de reconciliación:
en primer lugar, la justicia de naturaleza judicial, que deriva de la obligación
a cargo del Estado de proteger los derechos de aquellas personas que se
encuentren en su territorio y que, de conformidad con la jurisprudencia
establecida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, implica el
deber de investigar, enjuiciar y, en su caso, sancionar a los responsables
por la violación de los derechos fundamentales.
Además, de conformidad con los estándares
internacionales, la obediencia debida a un superior jerárquico no
exime de la responsabilidad penal al autor de violaciones graves a los
derechos humanos. En la misma posición, esos mandos son responsables
por la actuación de cualquiera de sus subordinados si aquellos conocían,
o estaban en posición de saber, que éste estaba cometiendo
una violación grave a los derechos humanos y no tomaron las medidas
necesarias para evitarlo o sancionar dicha conducta.
Oposición a tribunales militares
De igual forma, la justicia impartida por autoridades
judiciales como condición de un proceso de reconciliación
tiene que estar fuera de la competencia de los tribunales castrenses, los
cuales deben estar estrictamente limitados a conocer las faltas o infracciones
cometidas por militares contra la disciplina respectiva en ejercicio de
sus funciones, lo cual no incluye, en ningún momento, la comisión
de violaciones graves a los derechos humanos, procesos que son de competencia
exclusiva de los tribunales del fuero común, donde se cumple con
las normas de debido proceso y protección judicial.
Sobre la verdad, la institución considera que implica
no sólo el conocimiento de los hechos por parte de las víctimas,
sino la memoria histórica de la sociedad. "Más aún,
el Estado tiene a su cargo 'el deber de la memoria' para protegerse contra
esas tergiversaciones de la historia que llevan por nombre 'revisionismo
y negacionismo'; en efecto, el conocimiento por un pueblo de la historia
de su opresión forma parte de su patrimonio y debe por ello conservarse".
Justifica la Iglesia que el PRI defienda a Echeverría
DE LA REDACCION
La Comisión de Pastoral Social de la Conferencia
del Episcopado Mexicano (CEM) señaló que ante una eventual
consignación de ex altos funcionarios o jefes militares involucrados
en la guerra sucia es necesario que la sociedad "conozca la verdad
de los hechos" antes de profundizar el debate en torno al perdón
o castigo.
José Antonio Sandoval, secretario ejecutivo de
la comisión referida, expuso que se debe respetar el proceso jurídico
abierto por el gobierno de Vicente Fox, mediante la fiscalía especial
para desaparecidos, y conocer el resultado de las investigaciones respectivas.
Sobre la defensa que ha emprendido el PRI del ex presidente
Luis Echeverría Alvarez -que justifica como "defensa de las instituciones"-,
opinó que "es respetable que se fomente el respeto a la investidura
presidencial".
Sin embargo, indicó el prelado, "queda claro que
la lealtad al Ejército y a las instituciones está fuera de
duda, pero lo que al pueblo de México conviene e interesa es saber
qué fue lo que pasó en los años sesenta y setenta,
y con base en ello pasar a otro debate".
Sandoval informó que la CEM trabaja en la elaboración
de un amplio documento en el que los obispos del país fijarán
su postura en torno a la seguridad pública y otros temas derivados,
incluido el relativo a los crímenes de la guerra sucia.
Por lo pronto, insistió, es importante respetar
el proceso jurídico en curso, más allá de que algunos
sectores consideran que debió haberse constituido, como en otros
países, una comisión de la verdad, más allá
de una fiscalía especial.
Para el secretario ejecutivo de la Comisión de
Pastoral Social resulta fundamental "saber exactamente qué fue lo
que ocurrió en esa época", que la ciudadanía tenga
una mayor claridad respecto a los actores, las circunstancias y los hechos,
para que "con base en ello podamos continuar en el siguiente debate, sobre
el perdón".
En ese sentido, el prelado expresó: "Siempre que
se implora o se invoca un perdón es necesario preguntarnos a quién
vamos a perdonar. Es por ello que al pueblo de México le haría
bien saber con exactitud qué fue lo que pasó".
Sólo entonces, agregó, y tomando en cuenta
la tragedia que han vivido las familias de los afectados, sabremos si,
efectivamente, esta sociedad quiere abrir un debate en torno al castigo
de los involucrados o avanzamos en la reconciliación, con base en
ciertas condiciones para que nunca más se repitan hechos como los
denunciados en la guerra sucia.
"Por supuesto, nadie puede estar en favor de la impunidad.
Hay víctimas en ambas partes, tanto en movimientos sociales como
en las fuerzas públicas, por lo que el perdón no necesariamente
sería impunidad, sino un acto deliberado que una sociedad, en conciencia,
decide ofrecer", expresó en entrevista.
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