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México D.F. Jueves 15 de julio de 2004

Elena Poniatowska

ƑQué más viste, Isolda?

50 años de la muerte de Frida Kahlo, las voces de la Casa Azul evocan la infancia de su sobrina Isolda Pinedo Kahlo. En ese recinto, los corredores vuelven a recordar a una niña que da saltos entre las baldosas y sale a despedir a su tío Diego diciéndole que se acomode bien los pantalones o a su tía Frida que si necesita ayuda con la canasta del mercado. En la infancia se descubren los primeros tesoros de la vida y son precisamente Diego y Frida quienes le dieron a Isolda el mejor de todos: su memoria. ƑQué vio Isolda en esa casa? ƑCómo vi-vían sus habitantes? ƑCómo era el México de entonces?

La vida de Isolda empieza en 1929, justamente en el año en que Diego y Frida se casaron y en su libro Frida íntima nos muestra mediante cartas, fotografías, recortes de periódicos y testimonios a toda su familia: al abuelito Guillermo Kahlo Kaufmann, viudo de María Cerdeña, con la que tuvo dos hijas: María Luisa y Margarita Kahlo Cerdeña, las dos medias hermanas de Frida, y esposo en segundas nupcias de Matilde Calderón y González, del que nacieron cuatro hijas: Matilde, Adriana, Frida y Cristina Kahlo Calderón. Isolda es hija de Antonio Pinedo y de Cristina, la hermana infiel, y ella y su hermano Antonio fueron los sobrinos consentidos, los que llenaron los espacios de la Casa Azul, la alegría de los tíos Diego y Frida, el aliciente de los abuelos, los últimos dos niños que habitaron la casa hace más de 50 años.

Las calles de Coyoacán

En aquella época Coyoacán aún no tenía calles asfaltadas. Isolda se recuerda sostenida por los empedrados y resguardada junto con su madre y su hermano en la Casa Azul o la ''Casa Grande", como ellos la llamaban.

Resulta difícil imaginar a Isolda atravesar las calles enlodadas por la lluvia sobre un burro para ir a la escuela pública Protasio M. Tagle, en la calle Centenario donde empieza el zócalo de Coyoacán.

Los paseos de la familia Kahlo se ha-cían en la destartalada camioneta azul del tío Diego, que tenía un añadido de madera en los flancos donde viajaban amontonados y felices a visitar lugares cercanos a la ciudad de México. En esas salidas, Isolda vio a sus tíos pintar paisajes y lugareños. Los ayudó a montar sus caballetes, sus lienzos, sus pinceles.

ƑQué más viste Isolda?

Isolda nos retrata a su tío Diego, el esposo de su tía Frida, el pintor. Diego también fue un yerno generoso que le ayudó a Guillermo Kahlo a pagar la hipoteca de la casa, aunque Cristina dice en el libro de Isolda que Diego la despojó de su herencia, ya que le tocaba la mitad de la Casa Azul. Isolda no menciona este agravio, pero Cristina envejeció llena de rencores. Raquel Tibol lo corrobora en su libro Frida Kahlo una vida abierta publicado en 1983: "En los últimos años de su vida Cristina vivió retraída, molesta quizá por el disgusto que le había provocado el que Diego Rivera destinara la antigua casa de los Kahlo, en Coyoacán, a la exclusiva memoria de Frida, convirtiéndola en el museo que ahora lleva su nombre."

Amigo sincero y generoso, Diego siempre dio una opinión honrada cuando algún pintor le pedía que hablara de su obra: ''No mano, tú mejor dedícate a otra cosa".

Isolda Pinedo Kahlo habla con fruición de la cotidianidad de las mujeres que habitaron la Casa Azul, Matilde Calderón, su ortodoxa abuela; Matilde, la tía que se fugó con el novio; Adriana, quién perdió un hijo; Cristina, su madre, quien ya separada de su esposo Antonio Pinedo vivió en la Casa Azul por razones económicas, y desde luego Isolda se deleita en el relato de las aventuras de la tía Frida.

''Tía Fisita, tengo mucho miedo" le dijo Isolda una vez a Frida. La tía Frida le acarició los cabellos y la niña se consoló. Ese recuerdo permanece en la mente de Isolda al ver el cuadro en el que Frida se pintó a sí misma dormida con el título: Para que te acuerdes de mí, Isoldita.

Antes que pintora y esposa de Diego Rivera, Frida Kahlo fue una buena hermana que brindó ayuda a Cristina. Frida tuvo la gracia de saber gozar la felicidad ajena en un medio y en un país donde campea la envidia.

Pinche mexicana

Frida enseñó a la niña Isolda a defenderse y a enfrentar los problemas. ''šPinche mexicana!" -le grito una niña del Colegio Madrid a Isolda. ''ƑPinche? šTú madre!" -contestó ella.

Cuando Frida no podía andar, Isolda bailaba para ella desplazándose por toda la casa gracias a las lecciones de danza de las hermanas Nellie y Gloria Campobello.

Isolda recuerda con gran placer la cocina de Diego y Frida. La comida mexicana prevalecía y Frida acompañaba los antojitos y el mole de olla con tequila y agua de

limón, jamaica, tamarindo, chía, horchata, piña, melón, sandía, frutas naturales ya que Diego, como buen comunista, decía que la Coca Cola era ''el agua negra del imperialismo". Infinidad de platillos se prepararon en casa de los Rivera Kahlo: arroz a la mexicana, arroz blanco con plátanos fritos, huauzontles en salsa verde, chiles rellenos, mole oaxaqueño, pozole y como no hay buena comida sin postre: flan, merengues, cocadas y alegrías, pepitorias y trompadas que hacen pedazos la tristeza.

Que no me vean fea

El gusto que sentía Isolda al ver a su tía Frida pintar era enorme. Frida pasaba de una habitación a otra cargada de mucha alegría y más aún cuando no tenía dolores. Atendía su casa, el estudio, se arreglaba a sí misma con gran esmero para que no la vieran fea. Su cabello era cuidado y tejido con celo por sus dos sirvientes Vidalitos y Petrita, que Chonita relevaba los domingos, asistida por Lupita. A la patrona le gustaba lavarse el pelo con frecuencia y secárselo al sol antes de iniciar el ritual del elaborado peinado. Durante sus estancias en el hospital inglés, Isolda tejió sus trenzas con listones de colores bien apretados y rematados en un chongo divino, a pesar del sufrimiento y la incomodidad de la cama de hospital.

Nunca más

Difícilmente Frida se dejaba ir. Rosa Castro habló de los corsés ''šay de metal, de cuero, de yeso que ella se distraía en pintar con violeta de genciana, con mercurio-cromo, que tachonaba con espejitos de danzantes y pegaba con plumas de colores a la altura del pubis! Aquellos corsés de Frida que para colocarlos había que colgarla de un grueso cable pendiente de una viga en la habitación de la casa. Aquellos corsés que tanto la torturaban, šcómo los recuerdo! Y cómo recuerdo bien la tarde aquella; caía la noche cuando ella decidió quitárselo. ''šNo más!", había dicho, y sin el corsé, sin el sostén de su frágil columna, se fue, se lanzó a la calle a una posada pública para celebrar la inauguración de pinturas suyas en una pulquería cercana a su casa en Coyoacán.

Nunca más. Rosa Castro vio a Frida seguida de una muchedumbre que gritaba, cantaba, reía y chiflaba. Entre la polvareda que levantaban y la oscuridad que por instantes se acentuaba aquello parecía una loca rebelión funambulesca de seres inventados por la propia Frida, quien llevaba el cabello suelto y se tambaleaba excitada, los brazos en alto. Llegó con dificultad hasta el portón gritando: ''šNunca más!" "šNunca más, pase lo que pase!" "šNunca más!"

Cuando Frida murió el 14 de julio de 1954, Diego la lloró. Según Isolda, a pesar de sus infidelidades y de no dormir en la Casa Azul, Diego sufrió la pena más grande. Declaró que era el día más trágico de su vida: ''Demasiado tarde me di cuenta de que la parte más maravillosa de mi vida había sido el amor que sentía por Frida".

šExisten tantas manifestaciones de amor entre ellos! exclama Isolda. Encantado por aquella muchachita de personalidad enérgica, Diego siempre prefirió verla con su traje de tehuana. Isolda los vio besarse y los oyó decirse palabras aniñadas para chiquearse tomados de la mano: ''Sí chicuita, mi chicuitita". Diego solía llamarla Fridita, Fisita. Según Isolda, la de sus tíos era una pasión tormentosa como la de Cathy y Heathcliff en Cumbres borrascosas, libro que Frida regaló a Isolda durante una de sus convalecencias: ''Isol linda: Para que no te duermas sin leer tantito, y te acuerdes de tu Frida que te adora''.

A Frida se le podía hablar de todo, escuchaba a los demás. Inspiraba confianza. Nunca discriminó a nadie por sus ideas ni por sus preferencias religiosas, políticas o sexuales. Hablar hoy día sobre su lesbianismo es un tema intrascendente que a nadie escandaliza y pasa a segundo plano. Lo mismo sucede con su adicción a las drogas: Frida no era drogadicta. Las drogas le sirvieron como a cualquier enfermo para mitigar sus atroces dolores.

La sobredosis de morfina

ƑEn qué forma ayudó a morir Diego Rivera a Frida Kahlo? Ya existían versiones acerca de la aplicación de una sobredosis de morfina que el mismo Diego suministró a Frida, pero también era notoria la prohibición del mismo Diego del uso del demerol ante el insoportable sufrimiento de su esposa. Fueron las amistades de Frida quienes llevaron de contrabando las ampolletas enterrándolas en las macetas de geranios para que Diego no las viera. ƑDónde está la verdad? ƑQué podemos pensar? ƑCrimen? ƑEutanasia?, ƑSuicidio? ƑMisericordia y compasión humana?

En su libro, Isolda aporta una verdad que como muchas otras divagan en el eterno misterio de la tía Frida. El crítico Luis Cardoza y Aragón cuenta que Frida iba a su casa de San Francisco, esquina con Callejón de las Flores en Coyoacán y le pedía a Lya pasar a la recámara para inyectarse ella misma demerol. En algunas ocasiones se quedó dormida en la cama de Luis y Lya. Los sufrimientos de Frida, su inmenso dolor, podrían condensarse en una sola frase: ''Espero alegre la salida y espero no volver jamás".

Un ángel negro que se eleva es el último dibujo en su diario. Hayden Herrera supone que es el ángel de la muerte.

Frida Kahlo ha dejado de ser persona y la hemos convertido en mito, maravilla, espantajo. Cada autor le atribuye cualidades humanas y fantásticas. Frida se pintó y deslavó como una acuarela humedecida. El libro de Isolda, doméstico y casero llega con 50 años de retraso. En México y en el mundo la obsesión por resucitar a Frida a como dé lugar es parte de la fridamanía que no ceja y ahora, con el lanzamiento de la marca ''Frida Kahlo" de accesorios para mujer se pretende martirizar su memoria.

De un objeto de culto Frida pasa a ser mercancía, un arte que después de 50 años se degrada a materia de consumo con un logotipo para vender pashminas.

Isolda Pinedo Kahlo es hoy la última transmisora de la herencia de Frida entre nosotros. Vendrán otros y otras porque Frida da para todo, pero por lo pronto la sangre y los huesos de Isolda son parte de Frida íntima, el libro-ofrenda que Isolda da a México junto al árbol genealógico en el que Frida tiene un lugar preponderante, el primerísimo. šQué bueno que la sobrina de Frida hable de sus antepasados porque hace más comprensible a su bienamada tía! Isolda, niña de más de 70 años escribe: ''Queridísima tía Frida: hoy se cumple medio siglo de tu partida. Tú tenías entonces 47 años, yo hoy 75... Con el cariño de siempre, tu sobrina Isolda".

La editora del libro es Leyla Bibiana Cangrejo Aljure y la nieta de Isolda, Mara de Anda, lanza los productos para dama ''Frida Kahlo", diseñados por José Dávalos.

Las editoriales son colombiana y argentina: Ediciones Dipon, Ediciones Gato Azul. La impresión se hizo a una sola tinta: color sepia y las fotografías y la letra se deslavan, tristonas y aguadas.

La portada del libro, en cambio, es muy sugerente. La niña Isolda es una belleza tehuana al lado de su tía Frida, uno de los iconos más extraordinarios que ha dado México, después de la Virgen de Guadalupe.

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