México D.F. Miércoles 21 de julio de 2004
El compositor mexicano vacacionaba en Varadero, Cuba
Murió Leonardo Velázquez, gran musicalizador fílmico
ARTURO GARCIA HERNANDEZ Y PABLO ESPINOSA
El compositor mexicano Leonardo Velázquez falleció la mañana de ayer en el balneario cubano de Varadero. El pianista, ampliamente reconocido sobre todo por su música para cine y teatro, se encontraba de vacaciones en Cuba desde el lunes. Accidentalmente pereció ahogado. Su hijo Gabriel viajará hoy a la isla para llevar a cabo los trámites para el traslado del cuerpo.
Velázquez nació en la ciudad de Oaxaca en 1935. Sus estudios formales musicales los hizo en la ciudad de México. Ingresó al Conservatorio Nacional de Música en 1949, donde tuvo como maestros a varios de los mayores músicos mexicanos del siglo XX: de piano a Agustín Montiel; de análisis y composición a Rodolfo Halffter y Blas Galindo, respectivamente; de dirección de orquesta y orquestación nada menos que a José Pablo Moncayo. Continuó estudios de composición con Morris H. Ruger en el Conservatorio de Los Angeles, California.
Con una producción notable de alrededor de 40 partituras para igual número de películas, se le llegó a considerar de los más distinguidos exponentes de este oficio en México, además de su propio valor en el terreno musical de concierto.
Entre otras cintas, escribió música para: El brazo fuerte (guión de Juan de la Cabada), de Giovanni Corporal; Meridiano 100, de Joskowicz, y Calzonzin inspector, de Alfonso Arau. Con Marcela Fernández Violante: Cananea, Estudio Q y Nocturno amor. Con Gonzalo Martínez: El jardín de los cerezos y El hombre de la mandolina. Con Julián Pastor: Estas ruinas que ves, El vuelo de la cigueña y El héroe desconocido. Con Arturo Ripstein: La seducción y Rastro de muerte. Con Felipe Cazals: Bajo la metralla y El tres de copas.
A propósito de las condiciones para la práctica de su oficio dijo una vez a La Jornada (1989) que en México "el director de cine se toma el tiempo necesario para hacer su película, y el último lugar en el proceso lo tiene el compositor, que escribe la música cuando está ya hecho el corte definitivo, y cuenta con muy poco tiempo para crear. No es una labor de equipo, como se hace en Estados Unidos y en la Unión Soviética. La premura, en algunos músicos, produce utilización de lugares comunes, recursos fáciles, escribir lo primero que se ocurre para salir al paso".
Al privilegiarse el carácter industrial del arte fílmico -dijo entonces- "la orientación de la mayor parte de las partituras de películas se convirtió, por ende, en algo comercial. Esto no quiere decir que se trate de música deleznable, lo que ha sucedido es una pérdida de trascendencia. Antaño, compositores de prestigio (Prokofiev, Auric, Honegger, Satie, Revueltas) se acercaban al cine y el producto de ese acercamiento llegaba a las salas de concierto. En mi caso, la partitura que escribí para El brazo fuerte ha tenido mayor difusión en su versión concertística".
El cine de los años 40 y 50 -valoró Leonardo Velázquez- era el de las estrellas. "Ese estado de cosas se reflejó en el trabajo de los músicos responsables de las bandas sonoras, pues se trataba de compositores que eran, por tanto, de renombre, de gran calidad y publicitados. Ahora la situación es diversa, el músico de cine está relegado a un tercer término en la producción cinematográfica. Y esto contribuye, también, al decaimiento de la calidad de las películas''.
Entre sus obras de concierto destacan Suite para orquesta (1951), Divertimento, para percusiones timbales, piano y cuerdas (1958) y Cuauhtémoc, poema sinfónico (1960).
Con su muerte México pierde a unos de sus últimos grandes exponentes musicales del siglo XX.
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