México D.F. Miércoles 21 de julio de 2004
Juan Arturo Brennan
Instrumenta: de cámara
Puebla. La penúltima jornada de Puebla Instrumenta Verano 2004, efectuada el jueves pasado en esta ciudad, estuvo señalada por un concierto protagonizado por ensambles mixtos de cámara, con un programa rico y variado que permitió calibrar, en este ámbito, el nivel académico y musical del proyecto.
Como obra de apertura fue ejecutada la curiosa partitura del compositor checo Bohuslav Martinu, titulada La revista de cocina. Sardónica, imbuida de un espíritu lúdico no exento de aristas un tanto ásperas, se mueve sobre todo en una vena sonora de music hall que, desde luego, se antoja como una saludable contradicción al espíritu severo y atormentado que habita la mayor parte de la obra de Martinu.
Del compositor estadunidense Brian Banks fue interpretado su Concierto para violoncello y alientos, obra en la que numerosos gestos antiguos y referencias específicas a obras del pasado son envueltos en una textura acompañante de tendencias más modernas.
La audición de esta obra sirvió sobre todo para reconfirmar las muy estimables dotes interpretativas y la inteligencia musical del violoncellista Juan Hermida. La primera parte del programa se cerró con una bien balanceada interpretación de Ocho por radio, de Silvestre Revueltas, obra en la que se hizo aún más evidente el buen nivel técnico y la buena disposición de los jóvenes músicos para el trabajo de ensamble, labor preparada y conducida en esta ocasión por el director Fernando Condon.
El momento importante de esta sesión musical poblana ocurrió con el estreno absoluto de Los crisantemos se incorporan, etéreos bajo el chubasco, de Jorge Torres Sáenz, encargada por Instrumenta para la ocasión.
Justamente aquí cabría abrir un paréntesis para comentar que, en efecto, esta obra de título lluvioso se ejecutó en el contexto de una precipitación pluvial intermitente que agudizó de manera notable las muy evidentes carencias acústicas de la sede principal de los conciertos de Instrumenta, el patio principal de San Pedro Museo de Arte.
En particular, tales carencias se magnifican en la ejecución de obras de sonoridad sutil y refinada como la de Torres Sáenz, y la amplificación electrónica, al menos discreta y bienintencionada, no resuelve del todo el problema. Los crisantemos se incorporan, etéreos bajo el chubasco tiene sonoridades iridiscentes, trazo caleidoscópico (en el sentido literal de esta rica palabra griega, mirar imágenes bellas) y una escritura delicada que por momentos alcanza lo puntillista.
Por debajo de esta pulida superficie, Torres Sáenz propone un sustrato conceptual sólido y claro, en el que la gestualidad y la dramaturgia interna se potencian precisamente por la delicadeza de los recursos empleados. Dicho de otra manera, la serena interiorización de la componente sonora de la obra hace que su expresividad sea puesta en mayor relieve, y que el impacto en el oyente atento sea más poderoso.
ƑAcaso la presencia de la flauta baja como solista es una referencia metafórica a algún lejano shakuhachi? Una muestra más, en fin, del alto nivel técnico y expresivo del trabajo creativo de Torres Sáenz.
Cabe anotar aquí que, como suele ocurrir con demasiada frecuencia en este tipo de actos, el programa sufrió cambios de última hora que obligaron a la cancelación de una obra.
Si lo menciono es porque la obra cancelada fue La pregunta sin respuesta, de Charles Ives, partitura que por su planteamiento conceptual y su realización sonora hubiera sido un complemento ideal al resto del programa, particularmente después de Los crisantemos se incorporan, etéreos bajo el chubasco.
El programa concluyó con la ejecución de La creación del mundo, de Darius Milhaud, obra investida con una importante componente de jazz y blues que fue estilísticamente bien perfilada por el ensamble de cámara. Fue esta ejecución, sin embargo, la única en la que los jóvenes músicos de Instrumenta no se permitieron la soltura y el atrevimiento que caracterizaron su aproximación a las demás obras del programa; ello se debió al menos a una buena causa, la atención concentrada que prestaron a las complejidades rítmicas y armónicas planteadas por Milhaud en su pieza. El sólido nivel interpretativo mostrado a lo largo del programa por el ensamble de cámara fue confirmado y multiplicado por la orquesta sinfónica que clausuró la versión 2004 de Instrumenta; de ello me ocuparé en mi siguiente entrega.
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