México D.F. Miércoles 21 de julio de 2004
Las exequias del músico ocurrieron en
la intimidad
Kleiber ''buscaba lo que nadie encuentra: lo absoluto''
Las reacciones por su fallecimiento ubicaron su dimensión
histórica Riccardo Muti: ''murió un gigante solitario''
PABLO ESPINOSA
A la sombra del paisaje veraniego de Konjsica, pequeño
poblado distante 60 kilómetros de la capital slovena, Ljubljana,
una lápida sencilla reza: ''Stanislava y Carlos Kleiber".
Bajo
el epitafio, los hijos del matrimonio Kleiber depositaron antes los restos
mortales de ese músico inmortal. Sobre la inscripción dejaron
flores.
Eso ocurrió el sábado pasado, cuando concluyeron
las honras fúnebres, sostenidas en la mayor intimidad de familiares
y amigos muy cercanos, en la casa de Carlos Kleiber, quien falleció
en su lecho el 13 de julio.
La noticia del deceso fue dada a conocer apenas este lunes.
Pero los medios de comunicación, abotagados por su desorientada
gula de marketing y glamur, guardaron silencio como signo de ignorancia.
Kleiber, para fortuna de unos cuantos pero suficientes, jamás participó
en ningún Big Brother. No era, para la prensa del corazón,
que es a lo que se ha autorreducido la mayoría de los medios de
comunicación, ninguna celebridad.
Lejos de la banalidad
El último gigante de la dirección orquestal
pasó a la historia de la manera más humana. Los testimonios
se desgranaron ayer así:
El director de la Opera Estatal de Baviera, reporta la
agencia Dpa, resumió: ''Incluso entre los directores de orquesta,
Kleiber era reconocido como el director más importante de la segunda
mitad del siglo XX".
Por su conducta artística y humana, que lo alejaron
de la banalidad, los contratos millonarios, los yates, los dejos y los
modos convencionales de las estrellas mediáticas, por su negativa
a los conciertos grabados y su apuesta por la experiencia única
e irrepetible de las salas de conciertos, donde dejó constancia
de su genio, Kleiber fue ''un fenómeno excepcional en todos los
sentidos", sopesó el funcionario cultural bávaro.
Su colega Ioan Holender, director de la Opera Estatal
de Viena, comunicó lo que su amigo Carlos Kleiber le confió
en vida: ''Buscaba en el arte lo que nadie encuentra: lo absoluto".
Otro amigo de Kleiber, el director italiano Riccardo Muti,
expresó: ''Su muerte es la de un gigante, un gigante solitario".
Cada una de sus interpretaciones a la batuta, explicó
el colega Muti, ''era imprevisible, nueva, llena de elementos imponentes".
Acerca de lo que algunos consideraban ''un repertorio
limitado" en Kleiber, el director del Festival de Salzburgo, Peter Ruzicka,
desmintió y puso en claro las cosas: ''En la concentración
estaba su secreto". Al abordar pocas partituras, explayó Ruzicka,
''descubría una partitura como nueva cada vez que la volvía
a interpretar".
El mundo de la música ha perdido quizá a
uno de los últimos humanistas. El legado de Kleiber destella en
un mundo cada vez más cosificado, insensible. Ese destello despliega
empero la esperanza. Brilla al unísono con las flores que depositaron
sus hijos y sus amigos sobre una piedra blanca en el paisaje veraniego
de Konjsica.
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