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México D.F. Jueves 22 de julio de 2004
Golpes al IMSS, golpes a México
Acontrapelo
de lo que afirman los partidarios priístas
y foxistas del desmantelamiento del Instituto Mexicano de Seguridad Social
(IMSS), empezando por el actual director de la institución, Santiago
Levy, el problema principal del Seguro Social no es la carga financiera
del régimen de jubilaciones y pensiones, sino por la combinación
de la descapitalización provocada por la llamada ley Zedillo,
la negativa del gobierno federal a pagar al instituto un adeudo que alcanza
ya la suma de casi 55 mil millones de pesos y las consecuencias de la política
neoliberal sostenida por los pasados cuatro gobiernos: caída del
valor real de los salarios, contracción de la planta laboral, adelgazamiento
del Estado y de sus recursos, desregulación generalizada de los
precios, ahondamiento deliberado de las desigualdades sociales y salariales
y aumento generalizado de la corrupción.
La crisis financiera del IMSS se ha ido ahondando en la
medida en que los ingresos del IMSS están inexorablemente vinculados
a los salarios y al número de afiliados -que deben ser personas
con empleo-, en que no hay generación de nuevos puestos de trabajo,
en que los insumos requeridos por la institución -medicinas y material
de curación y de laboratorio, principalmente- experimentan alzas
arbitrarias de precios, muy por encima de la inflación, en que el
escalafón salarial experimenta disparidades ofensivas y absurdas
-como el hecho de que los ingresos de los altos funcionarios de confianza
puedan ser cincuenta o cien veces superiores a los de un médico
de planta- y en que la consagración de la máxima ganancia
como principio ético regular alimenta la venalidad en todos los
ámbitos de la administración pública.
Diga lo que diga la campaña propagandística
oficial orientada a devaluar y desprestigiar a la institución, en
lo sustancial el IMSS sigue cumpliendo, como se documenta hoy en estas
páginas, su tarea de dar servicios de salud al grueso de la población:
otorga más de 100 millones de consultas médicas al año,
realiza unos 2 millones de internamientos hospitalarios, da atención
gineco-obstétrica en uno de cada tres partos que tienen lugar en
el país y es la única instancia nacional capaz de poner,
en forma masiva, tecnología médica avanzada al servicio de
sectores demográficos de escasos recursos.
El instituto realiza su tarea pese a las enormes dificultades
financieras que enfrenta, al hecho de encontrarse en el contexto de una
administración pública orientada por la obsesión privatizadora
y a pesar de estar encabezado por un funcionario que, cuando se desempeñó
como subsecretario de Hacienda, buscó que se otorgaran a los ocupantes
de altos cargos del Ejecutivo federal seguros privados de gastos médicos
mayores y dejó asentada, así, de antemano, una expresión
inequívoca de desconfianza hacia la institución que actualmente
dirige.
Por ello, antes que imaginar reformas legales tramposas,
oficialmente concebidas para resolver un problema de liquidez en las pensiones
que podría presentarse dentro de tres décadas, pero que en
realidad apunta a golpear y debilitar al IMSS provocando para ello un conflicto
laboral con el sindicato de sus trabajadores, los grupos que actualmente
se reparten el poder -panistas y priístas neoliberales- tendrían
que encontrar formas de corregir la peligrosa afrenta de los salarios de
hambre que cobra la gran mayoría del personal médico de la
institución, de liberar recursos para la adquisición de equipo
y medicinas y de reducir las insultantes percepciones de los altos funcionarios
de la institución, empezando por las del director general, que ascienden
a 213 mil pesos, más viáticos.
El activo fundamental del Instituto Mexicano del Seguro
Social está compuesto por sus trabajadores de base. La pretensión
de golpearlos y privarlos de sus legítimas conquistas laborales
-como busca hacerlo la reforma legal que cocinan, en fast track,
legisladores priístas y panistas- equivale a atentar contra la institución
en su conjunto y, por extensión, contra el derecho a la salud de
la población asegurada y contra el país.
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