México D.F. Viernes 23 de julio de 2004
Luis Echeverría se lavó las manos y se consolidó el Estado represor
El 10 de junio de 1971, jueves de Corpus, un grupo paramilitar dependiente del Departamento del Distrito Federal (DDF), conocido como los halcones, agredió a golpes y balazos a miles de estudiantes que, convocados por normalistas, habían salido a las cinco de la tarde del Casco de Santo Tomás con dirección a la Escuela Nacional de Maestros.
La marcha era en apoyo a los estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León, quienes sostenían una movilización en Monterrey en protesta por la imposición del gobernador, Eduardo Elizondo, de una nueva ley orgánica.
En la avenida México-Tacuba se estacionaron varios autobuses de los cuales descendieron jóvenes fornidos, que con macanas, varas de kendo y armas de fuego arremetieron contra los estudiantes.
Los agresores, algunos de los cuales pertenecían al Batallón Olimpia, responsables de la matanza de estudiantes en Tlatelolco en 1968, persiguieron a los manifestantes por San Cosme hasta la avenida Hidalgo. Mientras, el Zócalo se llenaba de tanques; las fuerzas públicas eran visibles en distintas partes del centro de la ciudad y, de súbito, ahí estaba de nuevo la atmósfera de la matanza del 2 de octubre de 1968.
El entonces presidente Luis Echeverría Alvarez se lavó las manos y responsabilizó de la agresión al jefe del DDF, Alfonso Martínez Domínguez, a quien destituyó del cargo. Por el acto de represión, el regente de la ciudad se ganó el sobrenombre de Halconso.
La decisión presidencial de prohibir y reprimir aquella marcha fue el último empujón que algunos jóvenes de aquellos años necesitaban para convencerse que en México no habría un cambio político sin el uso de las armas.
Antes el gobierno había aplastado los movimientos de ferrocarrileros, médicos y de los navistas potosinos, además de asesinar a Rubén Jaramillo y a estudiantes el 2 de octubre... en la década anterior.
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