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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Viernes 23 de julio de 2004

Leonardo García Tsao

Como alma que lleva el diablo

En Hellboy, su quinto largometraje, el di-rector mexicano Guillermo del Toro ha logrado depurar en un estado ideal lo que había ensayado en sus anteriores esfuerzos. Es la culminación afortunada de una pasión por el cómic, la literatura gótica, el cine fantástico y una versión torcida del catolicismo, que estalla en cada escena de la película.

Si bien la recurrencia al cómic como fuente de inspiración se ha vuelto tan frecuente que hasta cineastas de ambición como Ang Lee o Bryan Singer la han ejercido, Del Toro es tal vez quien más conocimiento posee de su iconografía, sentido mítico y romanticismo pulp; o al menos, quien más ha sabido llevarlos a la pantalla en su esencia pura. No es casual que Hellboy fuese un proyecto planeado por el realizador desde hace tiempo y se trate de su primera película realmente personal en Hollywood.

Aunque desconozco la historieta original de Mike Mignola, se supone que Del Toro ha sido fiel a su delirante planteamiento: en 1944, cuando un grupo de nazis intenta tener un acceso al infierno bajo las instrucciones del mismísimo Rasputín (Karen Roden), la satánica operación es interrumpida por Trevor Broom Bruttenholm, asesor de lo oculto para los aliados, y un pelotón de soldados gringos. En lugar de los Siete Dioses del Caos, lo que sale es un diablillo rojo, con cuernos, cola y toda la cosa, a ser adoptado por el científico.

Sesenta años después, Broom (John Hurt) se sabe desahuciado, mientras su hijo adoptivo, apodado Hellboy (Ron Perlman) es uno de los principales agentes de la sección del FBI dedicado clandestinamente a combatir las fuerzas de lo oculto. Mientras tanto, en las montañas de Moldavia, Rasputin es resucitado por un par de nazis sobrevivientes, Ilsa (Bridget Hodson) y el siniestro Kronen (Ladislav Beran), con el fin de liberar nuevamente a diversos representantes del mal. El héroe debe enfrentarlos acompañado por el agente novato John Myers (Rupert Evans).

Resumido así, el argumento se antoja algo absurdo. El gran mérito del cineasta es hacerlo parecer no sólo natural sino hasta lógico. Como en los mejores ejemplos de cine fantástico, Del Toro consigue crear un mundo propio que funciona según sus propias reglas y principios, donde el espectador se siente inmerso desde las primeras imágenes. Aquí lo grotesco es la norma, mientras que lo normal -Myers, por ejemplo- se ve irónicamente fuera de lugar. Sin duda, estamos ante un cineasta de ligas mayores. Del Toro filma con esa rara mezcla de soltura, entusiasmo e imaginación visual, sin llamar la atención a esa destreza: su objetivo no es la ostentación sino servir a la historia.

Sin embargo, las virtudes de Hellboy no son meramente técnicas. Según se había apreciado desde Cronos (1993), su ópera prima, Del Toro se compromete de manera emocional con sus relatos, otorgando a sus personajes una patente carga de afecto. Lo primordial en las hazañas del héroe no son sus espectaculares peleas contra monstruos del infierno, sino el reconocimiento de su parte humana, su inclinación hacia el bien dados sus orígenes diabólicos. Visto en principio como un adolescente bajo la pose de un sarcástico hombre de acción, aficionado a la comida chatarra y a fumar puros, Hellboy revela ser un personaje solitario, empeñado en ganar el amor de Liz Sherman (Selma Blair y su encantadora melancolía), una joven piroquinética recluida en un siquiátrico por su capacidad de generar incendios devastadores.

Es precisamente la aceptación del amor, representado por Liz, lo que lo redime en un final literalmente fogoso. La Bestia enamorada de la Bella ya había sido interpretada por Perlman en una teleserie, por cierto, pero aquí lo lleva a lo sublime. El actor es tan expresivo con su mirada y gestos que hace olvidar la máscara de maquillaje que cubre sus facciones. Por lo general condenado a encarnar freaks malévolos, Perlman ha dado con Hellboy el papel determinante de su carrera.

Otros elementos abundan para confirmar la visión personal de Del Toro. Ahí están las obsesiones por túneles y otros espacios subterráneos, los iconos católicos, las aguas turbias, los mecanismos de relojería y ese macabro sentido del humor siempre aliado de la inventiva. Un creyente de la teoría del autor se puede divertir identificando las múltiples referencias cruzadas.

Guillermo del Toro posee una gran ventaja sobre otros realizadores extranjeros en Hollywood, orillados a chambear como simples maquiladores: el haberse especializado en un género por el cual ha demostrado una genuina devoción y que no podría ejercer en su país con los mismos recursos. Apenas en su quinta realización, el director se ha colocado como uno de los principales exponentes del cine fantástico contemporáneo.

HELLBOY

D: Guillermo del Toro/ G: Guillermo del Toro, basado en un argumento de Peter Briggs y Del Toro, a su vez basado en la historieta de Mike Mignola/ F. en C: Guillermo Navarro/ M: Marco Beltrami/ Ed: Peter Amundson I: Ron Perlman, John Hurt, Selma Blair, Rupert Evans, Karen Roden/ P: Revolution Studios, Dark Horse Entertainment: EU, 2004.

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