México D.F. Sábado 24 de julio de 2004
Juan Arturo Brennan
Instrumenta: sinfónico
El sábado 17 tuvo lugar en Puebla el concierto de clausura de Instrumenta Verano 2004, con la participación de la orquesta sinfónica del encuentro, dirigida por Tomasz Golka. Al día siguiente, ese agrupamiento se mudó a la capital para repetir el concierto en Bellas Artes, y la sesión resultó muy interesante por varias razones.
Fundamentalmente, ese concierto representó la feliz convergencia de las tres vertientes más importantes que dan vida y sentido a Instrumenta:
1. La fruición de su propuesta académica, representada por una orquesta sinfónica de muy buen nivel, formada por los alumnos asistentes al programa.
2. La presentación en México, en un concierto formal y completo, de Tomasz Golka, quien el año pasado resultó triunfador del primer Premio Internacional Eduardo Mata de Dirección de Orquesta.
3. El estreno (con reservas) de Cuadernos para orquesta, del compositor argentino Fabián Panisello, obra co-ganadora del primer Premio Iberoamericano Rodolfo Halffter de Composición.
El punto controvertido del programa fue, precisamente, la obra de Panisello, por varias razones. En días recientes se dio noticia en estas páginas del hecho de que Cuadernos para orquesta fue estrenada en junio en España, en clara violación de lo estipulado en las bases del concurso. Así, este estreno, que no lo fue, resultó de alguna manera anticlimático.
Cabe aquí mencionar que en la etapa de calificación de las obras sometidas al concurso, el jurado se enfrentó a un caso similar con una partitura que, de no haber mediado una irregularidad reglamentaria, hubiera podido tener muchas posibilidades de ganar el certamen.
En el plano estrictamente musical, Cuadernos para orquesta es una obra no del todo homogénea (y no me refiero a una posible uniformidad, sino a una aparente falta de concreción de ciertas ideas) y por momentos desconcertante. En aquellas secciones en las que propone texturas refinadas y controladas (muy bien orquestadas para alientos y percusiones, sobre todo), Panisello logra ámbitos sonoros efectivos en lo estructural y en lo expresivo.
Sin embargo, las grandes acumulaciones de la masa orquestal que hay en sus Cuadernos transitan por ámbitos menos concisos y menos coherentes. Y en la cuarta y última sección de la obra, el compositor utiliza una serie de giros y gestos con los que se refiere a músicas del pasado, y a los cuales parece faltarles una cabal integración al resto de la obra. Con todos estos antecedentes, se antoja muy necesario el estreno de la obra que compartió el premio con la partitura de Panisello, la pieza titulada h barra igual a cero del brasileño Guilherme Silveira Carvalho.
Después de la obra de Panisello, la muy joven violinista alemana Yuki Manuella Janke hizo una interpretación llena de brío y colorido, técnicamente impecable, del Concierto para violín, de Rodolfo Halffter. Tanto en la ejecución de esta obra como en su posterior Capricho No. 24, de Paganini, esta niña de 17 años hizo gala de una musicalidad, un aplomo y una afinación que raras veces se ve y se oye en violinistas con dos o tres veces su edad.
Enseguida, Instrumenta realizó un homenaje a Joaquín Gutiérrez Heras de la mejor manera posible: con una sólida interpretación de una de sus más atractivas partituras orquestales, la Sinfonía breve. Obra clara, directa y de singular transparencia que es una muestra cabal de la inteligencia con la que el compositor aplica la economía de medios, y un ejemplo de que en manos tan expertas, el viejo adagio de que menos es más cobra un significado muy preciso.
El programa finalizó con las danzas sinfónicas de West side story, de Leonard Bernstein, partitura de amplia variedad en la escritura orquestal, que permitió corroborar el espléndido trabajo, sección por sección, músico por músico, de una joven orquesta que con apenas dos semanas de labor conjunta bien podría dar lecciones de ensamble, enjundia, compromiso y musicalidad a varias de nuestras orquestas profesionales.
Al frente de este muy buen instrumento sinfónico, Tomasz Golka refrendó las cualidades que le hicieron acreedor al premio Eduardo Mata: claridad y concisión en la técnica, conocimiento cercano de las obras a ejecutar, y un buen control de las fuerzas orquestales bajo su mando.
Además, hizo gala de un saludable rechazo al lugar común y la complacencia, ofreciendo fuera de programa un par de números del ballet Harnasie, de su compatriota Karol Szymanowski, música mucho más sólida y seria que, por ejemplo, las rapsodias de Liszt o los trozos de Carmen.
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