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México D.F. Sábado 24 de julio de 2004
La marcha por el IMSS y el país de mañana
La
multitudinaria marcha de los trabajadores que llenó el Zócalo
y las que, similarmente, llenaron plazas en ciudades del resto de la República,
no fueron sólo una enérgica acción defensiva sino
también un importante salto político y organizativo de los
trabajadores urbanos, que sigue a la imponente protesta campesina del año
pasado. En la marcha en el DF, sólidos contingentes de sindicatos
obreros con grandes tradiciones, como los electricistas y los telefonistas,
demostraron las raíces históricas del conflicto y la importancia
de la conquista social que está en juego con la amenaza al Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS). Y los gritos y carteles: "¡Ni
un voto al PRI o al PAN!", "¡Nos vemos en el 2006!", expresaron el
repudio a la común política de esos partidos que consiste
en privilegiar al gran capital y en rebajar los salarios directos e indirectos
(servicios, jubilaciones y pensiones) de los trabajadores y en eliminar
todo lo que las luchas sociales cristalizaron como derechos para intentar
transformarlos en servicios privados pagados. Contra la idea de un país
común y del desarrollo, ese sector intenta imponer otra opuesta:
la de un país a dos velocidades y de dos niveles, el de quienes
pueden gozar, pagándolos caros, de los beneficios de la civilización
y de la modernidad y, por el otro lado, el de la inmensa mayoría,
que es cada vez más despojada de su ciudadanía.
Porque no se puede ser ciudadano y conocer para decidir
con autoridad si uno está expuesto a la inseguridad en el futuro
próximo, a la enfermedad y a una carencia de indispensables servicios
públicos que transforman al trabajador-usuario en víctima
inerme de decisiones palaciegas. La opción de pagar las deudas con
el capital trasnacional y de subsidiar a los banqueros extranjeros con
los ingresos resultantes del trabajo nacional, sacrificando el mercado
interno, el desarrollo y el futuro del país, equivale a un "para
pocos poderosos, todo, para todos, nada". Pero, como lo demostraron las
marchas, no tiene perspectiva la pretensión de romper el lazo nacional
solidario entre los jóvenes aún en actividad y los viejos
a quienes se pretende abandonar a su suerte y diezmar para reducir así
el envejecimiento de la población. No sólo el interés
bien entendido de los trabajadores, que no se dejarán robar sus
salarios diferidos (como las jubilaciones), sino también las fuertes
y antiquísimas tradiciones comunitarias y solidarias, son la firme
base social y cultural de una resistencia generalizada que une a los trabajadores
y que se expresó en las marchas de repudio a la llamada reforma
del IMSS que se realizaron en todo el país, como inicio visible
de nuevas iniciativas de lucha. Los hospitales, las escuelas y universidades,
la sanidad y la asistencia a la vejez no son "gastos" estatales, sino derechos
y, además, inversiones sociales para acabar con el atraso, la injusticia,
la inseguridad. La unión de jóvenes y viejos, obreros, campesinos,
funcionarios, estudiantes, médicos, en las marchas en defensa del
IMSS, demuestra una vez más que el pueblo mexicano puede unirse
y luchar por una alternativa basada en la economía moral y que rechaza
la desigualdad y la anulación de sus conquistas.
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