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México D.F. Lunes 26 de julio de 2004
José Cueli
Fantasmas en la México
Dejó un prestigio de torero ese agujero llamado Plaza México. Los fantasmas se han apoderado del coso y se gustan en el ruedo movedizo, lejano. Denodados fantasmas a la clásica manera, corren, danzan, envueltos en trajes de luces cascabeleros. Salidos de madre revolotean y regresan los espectros de una fiesta brava, que fue lazo de unión en generaciones y hoy rebota pesadamente en el redondel.
Los fantasmas aparecen en el agujero negro de Mixcoac, cerrado en los veranos. En los veranos de los novilleros, relevo de esta tradición heredada de la España torera y diferenciada al paso de los años en México. Los fantasmas son la memoria de la fiesta y repiten en su jugueteo, las grandes tardes novilleriles, dejando una melancolía que vaga insospechada y muda por el espacio de la pirámide azteca al revés.
La huella de los fantasmas está en el aire y la sugestión de los espíritus. Las huellas de las faenas de los novilleros que cimbraron el cemento del coso; Joselito, Paco Ortiz, Rafael Rodríguez, Capetillo, Chucho Córdoba, Chucho Solórzano, Caleserito, El Capitán, El Pana... y ensayan sus giros en el negro hoyo. Sólo el eco trae la fuerza de los olés que trepidaban en los asientos y su ondular de notas color novilleril... es la penetración en el mundo de los fantasmas y los toreros, un antídoto, los domingos en la tarde, frente al aburrimiento, duelo por la pérdida de ese espíritu llamado toreo.
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