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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004
Salvador Novo
Mujeres en Diego /II y última
"No aspiro -comencé- a la jactancia de aplicarme a sicoanalizar las relaciones de Diego y Frieda. Siempre me ceñiré a comunicarte mis observaciones, mis reflexiones, por lo que valgan.
''Después de dos hijas -Ƒqué podría darle Lupe a un hombre sobrenatural y por ello siempre joven, siempre alerta y sensible a la belleza, a la frescura? A Lupe, estoy seguro, sigue queriéndola en sus hijas como ella fue, mientras se quiere orgullosamente a sí mismo en ellas. Pero Frieda es otra cosa. Frieda convoca en cuantos la traten un afecto fraternal, camaraderil -y la ternura hacia la chiquilla, hacia la muñeca que sigue siendo, vestida de tehuana. Imagino que para Diego es como una hija; que él sentirá y creerá que ella necesita de su apoyo, de su compañía, de su protección en la vida.
''Y lo singular es que a mi juicio (vuelvo a advertirte que no me supongas autoridad ni propósito de sicoanalizarles) ocurre justamente lo contrario. Sin que quepa la menor posibilidad de que en su orgullo y en su fuerza él pudiera admitirlo, lo cierto me parece que es él el débil y Frieda la fuerte. Acaso el hecho de que no hayan tenido hijos; de que ella no haya podido tenerlos, la predispone a efundir una maternidad generosa y dulce que encuentra eco y meta en la infantilidad inconsciente de un hombre que a pesar de su genio (o acaso precisamente por él) es mentiroso como un niño, peleonero como un niño, arrebatado como un niño; y capaz como un niño -como sólo un niño- de recrear el mundo con el pincel o con el lápiz.''
Lupe, sin duda, se encelaba. Reaccionaba frente a la conducta del hombre genial con arrebatos infantiles, como una esposa, como una hembra. Y ahí surgirían los épicos pleitos, de aquí el divorcio, la revancha, el matrimonio con Jorge Cuesta.
''Frieda no, nunca. Ya puede Diego "volarse" con Paulette Goddard, o con Perica de los Pelotes; Frieda las recibirá sonriente en su casa, será su amiga, se dará su lugar de compañera en la verdadera vida de Diego. Es amiga de Lupe; lo es también, íntima, de sus hijas. Finalmente, María Félix -si admitimos la interpretación publicitaria de su amistad con Diego- la visita, quiere y admira.
"Un amigo de Frieda, de la Prepa, escribió el domingo en Novedades una carta muy simpática en que señalaba que Feieda está ausente de la galería de retratos en exhibición en Bellas Artes; pero que en cambio Diego la ha puesto en los frescos. Es cierto. Como si la reservara, como si la reverenciara justamente como estoy seguro de que la quiere y reverencia, como a una absurdamente joven madre cuya ternura le es necesaria; como a una madre-hija, como una criatura delicada. En su cariño por Frieda entra sin duda toda su admiración hacia la pintora. Porque ella lo es, y absolutamente personal e independiente, sin la menor influencia de quien podría haberla influido. Ella pinta su propia vida, su propio mundo mágico, su biografía llena de heridas, encajas, flores, muertes, rescacielos. En cambio, mira; algunos retratos de Diego; particularmente el de la hija de Chema Dávila, con su rebozo verde y rojo minuciosamente pintado, me parecen haber sido ejecutados con Frieda en el pensamiento.
"ƑY María Félix? -insistió Lupe.
"No la conozco lo bastante para interpretarla en función de Diego -admití-. Y no quiero incurrir en exégesis como las que han empezado a desatar. Lo único que me consta es que ella le manifiesta un cariño fraternal, una intimidad a la vez condescendiente y dominante. Por ejemplo, mientras pintó su retrato, él se embolsaba la llave del estudio, y no permitió que nadie lo viese en su ausencia. Pero cuando estuvo concluido, fue ella quien se opuso y quien impidió que se exhibiese en Bellas Artes.
"Y no, como murmuran, porque apareciese desnuda. Eso es falso. Yo conozco el retrato, que además han reproducido los periódicos. Y también me consta la admiración profunda que ella tiene por el pintor, el respeto por su genio y su nombre, la alegría que le brota al sentir que él la visita, la admira, la pinta, dispone en ella y en su vida, y la lleva o le prohíbe que vaya a visitar a éste o aquél amigo. La admiración de un público de cine es siempre sin duda menos satisfactoria que la de un hombre como Diego Rivera.
''ƑDe modo que tú crees que se casarán?
''Eso -repuse- es mejor que se lo preguntes a los conjeturistas de sociales. Hagan lo que hagan, formalicen o no una amistad que a él le ha proporcionado a la más hermosa modelo, y a ella la admiración más valiosa, el matrimonio, cuando ya ha habido muchos, atenúa su importancia.
''ƑY Pita? -insistió Lupe.
''Hay muchos retratos -desvié- en la exposición. Y el de Pita no es el único desnudo. Recordarás que al fondo del salón, como si dijéramos, frente a frente con Pita, aguarda la inmortalidad, sentada sobre sus anchas caderas, una negra que ahí mismo ha sido estilizada hasta parecer un perro de barro de los que estilizaban los alfareros precortesianos, y que Diego colecciona.
''Sí, pero el de Pita -insistió Lupe.''
Un poco tarde, porque ya para entonces se me había acabado el tiempo. Digo, el papel.
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