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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004 |
Venezuela: otro golpe que empieza a desinflarse
Las
encuestas prerreferendarias -realizadas por empresas estadunidenses- indican
que cerca de 60 por ciento del electorado venezolano apoya al presidente
Hugo Chávez. Fracasa así el último intento golpista,
éste por vías legales, a pesar de la tremenda campaña
mediática contra el gobierno, del empeoramiento de la situación
económica y del empleo (debido en gran medida al sabotaje continuo
de los grandes empresarios nacionales y de las firmas trasnacionales).
Al mismo tiempo, la justicia ha ordenado la detención por "rebelión
civil, instigación a la rebelión y conspiración" de
59 militares (entre los cuales hay 14 generales y 24 coroneles) de los
120 que desde octubre de 2002 hasta octubre de 2003 se acantonaron en la
Plaza Altamira, en el centro de Caracas. Muchos de estos jefes castrenses
fueron figuras destacadas en el intento fallido de golpe de Estado que
en 2002 apresó a Chávez e implantó un efímero
gobierno presidido por el empresario Pedro Carmona, y además participaron
activamente en el paro opositor, de carácter golpista, de diciembre
de 2002 a febrero de 2003, dirigido a paralizar la industria petrolera
y las exportaciones y provocar el caos económico. Dos generales
con orden de captura, hoy en la clandestinidad, organizaron igualmente
grupos terroristas y de choque de sectores empresariales y de la ultraderecha,
que actuaban junto a los paramilitares colombianos, que fueron capturados
en las cercanías de Caracas el 9 de mayo.
El golpe militar-empresarial fracasó, el terrorismo
económico fue derrotado y tuvo como principal efecto limpiar a la
empresa petrolera estatal de la oligarquía tecnocrática que
la había convertido en un Estado dentro del Estado, y el terrorismo
mediático del gran capital, a pesar de utilizar un virtual monopolio
televisivo parece no haber logrado consenso popular. Tres golpes de Estado,
apoyados por la embajada de Washington y que contaron con el sostén
también de la española y de las trasnacionales, hasta ahora
no han podido aplastar al pueblo venezolano. Si el arma del referendo revocatorio
demostrase que las clases dominantes y sus seguidores en las clases medias
altas no convencen a las mayorías, el resultado de las elecciones
del 15 de agosto legitimaría una vez más al presidente quien,
como se recordará, fue elegido por una mayoría abrumadora
de votos y se ha mantenido dentro de la Constitución y del sistema
legal en su enfrentamiento con una oposición golpista y terrorista,
a la que no ha reprimido.
El desastre que se perfila el 15 de agosto para la oposición
ultraderechista y para la política de Washington en Venezuela tiene
gran magnitud, porque ambos están siendo derrotados en el campo
que han elegido, después de acusar incesantemente a Chávez
de represivo y antidemocrático. Perdida el arma legal referendaria,
con vastos sectores de empresarios medios que comienzan a separarse de
los generales constructores de derrotas, a los golpistas y sus mandantes
de Washington no les quedaría más que adentrarse en el camino
del terrorismo y de la conspiración militar. Pero el pueblo venezolano
sabrá hacerles frente.
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