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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004
Sue Hubbard
Donde hay desperdicio, hay arte
Si usted disfruta de jugar ajedrez o el juego oriental go, o es un entusiasta de los crucigramas crípticos, o un aficionado de los cuentos cortos de Borges -con sus narrativas laberínticas e historias circulares-, o una de esas personas que sienten la necesidad de desarmar tableros eléctricos para ver cómo están construidos, entonces disfrutará del trabajo del artista mexicano Gabriel Orozco.
Uso la palabra ''artista'' deliberadamente, porque Orozco es un conceptualista que emplea cualquier medio que le parece apropiado -pintura, fotografía, escultura, collage...- para explorar sus obsesiones. El oficio, como tal, no está a discusión como, digamos, un pintor que tal vez haya invertido años en dominar cómo los pigmentos reaccionan el uno con el otro sobre la tela. Mejor dicho, lo suyo es una investigación duchampiana en cuanto a la naturaleza del universo físico -su rareza, similitudes coincidentes e idiosincrasias- con los materiales que estén a la mano o cautivan su imaginación. Al parecer Orozco no busca tanto el significado de la vida, sino trata de establecer una serie de sistemas construidos por su persona para imponerlos al caos fortuito del mundo material.
Nacido en 1962 en Jalapa, Veracruz, en el seno de una familia intelectual, de izquierda, desde temprana edad fue alentado a evitar todo tipo de americanismo, inclusive el idioma inglés. Como adolescente pasó sus veranos en la Unión Soviética y Cuba, y como estudiante, a finales de 1980 encabezó un grupo de jóvenes artistas radicales que rechazaba el predominio del ''neomexicanismo'', arte que se ocupó de un neoexpresionismo comercial chillón y esteriotipos culturales de una naturaleza nacionalista subkahloesca.
A primera vista, la obra en la galería Serpentine parece un tanto arbitrario; una poco de pintura aquí, un collage o una escultura allá, hasta que uno se da cuenta que hay un hilo conceptual e intelectual que vincula una obra con la otra. Las cuadrículas y estructuras formales son de obvia importancia y lentamente, si uno se concentra, se vuelve aparente que hay una interacción entre lo racional y lo orgánico, lo estructurado y lo intuitivo.
Papalotes negros (1997), su obra más cautivadora y seminal, encarna en lo gráfico esas preocupaciones. Durante un periodo de seis meses Orozco desarrolló con meticulosidad la creación de una cuadrícula de grafito sin costuras a través de la superficie de un cráneo humano. Aquí el objeto orgánico -el cráneo- está recubierto con un diseño geométrico que sugiere, a la manera de una metáfora, las estructuras del pensamiento lógico. Aunque por coincidencia parece también mostrar una preocupación muy mexicana por las imágenes de la muerte y da la impresión de haberse encontrado en algún sitio azteca antiguo. Pero entonces eso, asimismo, sería apto para la manera de pensar de Orozco, ya que el objeto encontrado o ready made es motivo dominante en su obra.
Al entrar a la galería uno es confrontado por sus Mixiotes (1999), esculturas que, comparadas con Papalotes negros, están al otro lado de su espectro creativo, pero que también emplean objetos ''encontrados'' -pequeñas pelotas de hule de colores, bolsas de plástico transparentes y membranas de la hoja de maguey secas y transparentes- que flotan suspendidas del techo como gaviotas o peces, la colección endeble de hoja y plástico sostenida en su sitio por el peso de las pelotas de hule. Esto encuentra eco en otras piezas como Cola Delta, Double corte y Aleta de espuma (2003), cuyas formas antropomorfisadas se crearon al verter poliuterano líquido sobre una hoja de látex inclinada, de modo que al quitarse el látex quedaron expuestas las superficies suaves de los objetos tiburonescos que ahora cuelgan del techo de la galería.
Entre los objetos suspendidos más extraños están Lintels (Pelusas). Hay tejidos esponjosos de pelusa gris recolectadas en lavanderías neoyorquinas, colgadas sobre alambres suspendidas a lo largo de la galería, como ropa lavada surrealista. Joseph Beuys, claro, viene a la mente, pero esta pelusa no ha sido imbuida con ninguna propiedad mágica o mística. Mejor dicho, mediante esta muestra de deshechos humanos (la piel, el pelo, etcétera, que forman la pelusa) Orozco nos invita a ver sus posibilidades como material de escultura, para fijarse en lo que tal vez no veríamos de otra manera, sus texturas variantes y sutil color rudimentario.
La palabra verbal jugar sobre una estructura arquitectónica alrededor de algo tan insustancial como efluvios de máquina de lavar es típico de sus inclinaciones hacia el juego. Los grabados hechos al prensar la pelusa sobra las placas en Polvo Impreso (2002) son sorprendentemente bellos; con sus sutiles tonos gris-negro podrían describir la superficie de la luna o la corteza de un árbol. Pero, también demuestran su predisposición para los materiales no artísticos, enlazándolo fuertemente con el ánimo del movimiento italiano de Arte Povera.
Este ojo por las cosas incidentales del mundo es siempre parte de su obra. Havre-Caumartin (1999), un juego de tres dibujos al grafito, se hizo de frotar papel sobre los mosaicos circulares de la pared del Metro parisiense del mismo nombre. Las variaciones en densidad son el resultado de la presión corpórea ejercida.
Los diseños geométricos, en particular círculos, se retoman y se repiten dentro del trabajo de Orozco. Los patrones formales de Pizarrones (1998), una serie de diez pizarrones serigrafiados con diseños generados en la computadora, que recuerdan tableros electrónicos, también son la base de una cantidad de dibujos que ha coloreado, al trabajar a partir del centro como un modelo del universo en expansión. Desde 1994 ha estado dividiendo círculos y óvalos en dos y cuadro cuadrantes con líneas perpendiculares y luego llenando las secciones con colores primarios. La colocación del color y sus relaciones se basa en los movimientos hechos por el caballo en el tablero de ajedrez. Los resultados parecen estructuras moleculares presentados en una superficie plana. Ha empleado este mismo recurso de intersección con objetos coleccionados, desde boletos de avión hasta divisas en papel, para crear obras influenciadas por el maestro de los escombros, Kurt Schwitters. Círculos, dibujados y cortados con un compás dominan su serie Atomistas, las únicas obras de incluir la forma humana (si es que uno excluye las otras dos bellas series de sus propias impresiones de manos). Las esferas sobrepuestas en la serie Atomistas tienen que ver con el análisis del movimiento y el deseo de formular un sistema que describe el cuerpo humano en movimiento a la manera de Eadweard Muybridge.
Muchas veces el arte de Orozco se exhibe sobre ''mesas de trabajo'', un campo de acción que funciona parecido a una hoja de papel en blanco sobre la cual nuevos escenarios pueden suceder. Sus Cajas de juego (1998) son construidas con piezas de plastilina -pelotas y formas "tipo submarino"- acomodadas en cajas "encontradas" que alguna vez contuvieron material fílmico educativo y, por tanto, dictan la forma y el tamaño de los objetos de plastilina en ellas colocados. Los juegos invitan al espectador a tomar las piezas en sus manos e iniciar un partido sin reglas aparentes, en donde el sistema y la metodología pueden ser construidos por los jugadores, y llevados a un fin abrupto o continuados indefinidamente. Estas Cajas de juego, que nunca se habían visto, fueron hechas al mismo tiempo que el proyecto de trabajo Penske. Para esto, Orozco viajó por SoHo y West Village, en Nueva York, donde recogía todos los escombros que aparecían, acomodando y fotografiándolos en la calle, luego transportándolos al siguiente sitio en un camión de mudanzas alquilado de la compañía Penske. Ese vehículo, pues, se convirtió en una especie de estudio móvil, que permitía que el azar actuara dentro de las "reglas" estrictas del proyecto.
Tal vez Orozco se describe mejor como un ''surrealista posmoderno'', porque en su trabajo el azar, bienamado por los surrealistas, se encuentra con el ánimo del eclecticismo que es un rasgo del posmodernismo. El es un artista que no sólo deja que la casualidad juega su papel, sino uno que a sabiendas arma sistemas bien definidos para dejar que sean socavados por el accidente, los experimentos y el azar. Para él, el arte puede ser cualquier cosa -una fotografía de una mezquita hecha de costales y postes de madera levantadas en los matorrales de Timbuktú, Mali, que parece haber llamado su atención por el diseño de círculos cortados en la tela para dejar entrar la luz; una serie de recipientes de yogurt encontrados con hoyos circulares; líneas sin fin dibujados sobre un rollo de papel con una regla que incluye una perturbación accidental, donde la aparición de su dedo altera el flujo -cualquier cosa, de hecho, que se acomoda a sus obsesiones e investigaciones intelectuales.
Una imagen apropiada para el cuerpo de su obra podría ser la de un juego de Mecano donde los pedazos son atornillados el uno al otro para hacer una estructura completa. Es casi imposible pensar en los pedazos por sí solos; porque en lo individual a veces no tienen sentido. Lo que ha creado es un esquema idiosincrático del mundo, uno que hace preguntas acerca de la naturaleza del arte, acerca de cómo vemos lo cotidiano y lo marginalizado, los valores diferidos que colocamos en lo que es "encontrado", comparado con lo que es hecho. En su ensayo del catálogo, Briony Fer cita al estructuralista francés Claude Lévi-Strauss: "Si me permitan la expresión, no son las semejanzas, sino las diferencias, que se parecen". Es este sentimiento que está en el corazón del trabajo de Orozco. Pero, Orozco no es un neorromántico que hace un nuevo todo orgánico de los fragmentos del posmodernismo; mejor dicho es un artista que simplemente da otra vuelta al caleidoscopio con el fin de ver los fragmentos con un formato diferente, para experimentarlos desde una perspectiva distinta. Este no es arte que ahonda en una emoción profunda que habla de dolor, pérdida o amor, pero al igual que en un cuento corto de Borges sugiere que siempre hay más laberintos en los cuales uno no ha estado, nuevas maneras de ver.
© The Independent Traducción: Merry Mac Masters
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