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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004
ANDANZAS
Colombia Moya
Un recuerdo y una flor para Leonardo
EL 20 DE julio, en la blanca arena de la playa Varadero, bajo la cálida caricia del sol cubano y el azul magnifico, aguamarina y turquesa del Mar Caribe, Leonardo Velázquez, compositor mexicano, maestro y amigo generoso, de golpe, sin sufrimiento ni trámites, se fue en los brazos de una muerte instantánea, abatiendo su corazón.
LA NOTICIA, TARDIA para mí, cuando hacia pocos días apenas habíamos hablado por teléfono, se me clavó en la boca del estómago, sin alcanzar a comprenderlo, pero aceptándolo cabalmente. Cuando la muerte se empieza a pasear entre nuestros amigos es que sus pasos implacables ya rondan nuestras generaciones, y una nueva sensación, tal vez llamada miedo de que ya puede tocarnos en cualquier momento, se adueña y desbarata nuestras balandronadas de que "a mí me falta mucho, estamos enteros, tengo mucho que hacer aún, me faltan tantos proyectos aplazados una y otra vez". Pero, Ƒy Leonardo?, Ƒcómo él?, con su eterna y amable sonrisa, tan nuestra, con la que muchos mexicanos -menos cada vez- hablan de manera dulce y serena, cariñosa, generosa, como acariciando las palabras; también lo recuerdo con nosotras, las bailarinas, Leonardo por ahí andaba, con Rocio Sáenz, con La china Elena Noriega, tan castigada y olvidada, con la "tierra" de su gran ballet echada sobre su olvido, como película enlatada fuera de repertorio, porque ahora lo "mexicano" apenas si se usa. Trabajando los "tres juguetes mexicanos" estaba Leonardo, con Elena Noriega, para estrenar el Ballet en Bellas Artes; me dedicó La china Noriega tantos ensayos para que bailara la sirena negra de barro oaxaqueño, una y otra vez, la cintura se me quebraba (mientras tanto, Pepe Baca dibujaba; Farnesio de Bernal era el inquieto caballito de Metepec, el amor de la sirena, disputado por la muñeca envidiosa de trapo, Josefina Lavalle, mientras el cirquero, Raúl Flores Canelo, hacia sus numeritos y suertes en el desarrollo de aquel terrible drama de juguete, que le partía el corazón a la sirena, que se quedó sólo con su corona y su guitarrita. Leonardo también hizo el ballet de Rosa Reyna Gorgonio Esparza, y las Danzas del fuego nuevo de Guillermo Arriaga para los festejos de los Juegos Olímpicos en aquel triste 1968.
PARA SU PRIMERA esposa, Carmen Castro, muerta trágicamente en los terremotos de 1985, también hizo algunos ballets, como Egloga; también para Gloria Contreras, Raúl Flores Canelo, Fredy Romero, Guillermina Bravo y Luis Fandiño, entre otros. Leonardo Velázquez era como de la danza... como de nosotras en aquella época, nos sabía y nos conocía: sabía de nuestros nombres, ensayos y necesidades, como Nacho López, como Armando Zayas, como Pedro Cervantes, Horacio Flores Sánchez, Pepe Baca, Nakatani, Coronel, Aceves N. Pintores, famosos unos, olvidados otros.
COMO OLVIDAR LOS 11 años en radio Universidad apoyando a Rocío Sáenz para su inolvidable programa infantil El rincón de los niños, o mi Tiempo de Danza con gran sabiduría y generosidad; su integridad, claro exponente del nacionalismo musical, defensor y difusor incansable de la música mexicana.
LEONARDO, MUERTO; VIVO, el recuerdo de su amistad siempre intacta, así pasaran años sin vernos, porque ahí estaba, siempre era él, en cualquier momento, aún resuena su voz telefónica en mis oídos, su decidido apoyo. Mi gratitud enorme, una flor, un recuerdo, un deseo enorme porque su memoria se preserve, se aquilate y trascienda la barrera infame de la indiferencia, del olvido mezquino, insensible y desolador.
SEGURAMENTE EN SUS últimos instantes, Leonardo miró por última vez la vida, azul y brillante, en un pueblo amigo, sus vacaciones, el descanso fue eterno y sin dolor, ya que lo que más duele de la muerte, como dijo un amigo mío llamado Gabo: "Lo harto de morirse es el trámite".
UNA FLOR, CARIÑO enorme, para sus hijos y esposa, que sin duda están orgullosos de Leonardo Velázquez. šHasta siempre!
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