México D.F. Martes 10 de agosto de 2004
La energía mexicana, a debate entre privatizadores
y nacionalistas
Es constante la reducción
del monopolio de Pemex sobre la producción de petroquímicos
Fuerte oposición política y social a
la entrega del sector eléctrico
Economist Intelligence Unit /The Economist
México ocupó en 2002 el cuarto lugar entre
los productores mundiales de petróleo, y el octavo entre los exportadores.
También fue el mayor proveedor de petróleo crudo a Estados
Unidos, después de Arabia Saudita. En 2003 la producción
alcanzó un máximo histórico de 3 millones 370 mil
barriles por día, que constituyó un incremento de 6.1 por
ciento de un año al otro.
La ambiciosa meta para 2006 es producir 4 millones de
barriles por día. El país produce tres tipos de petróleo:
pesado Maya, a 22.3º del American Petroleum Institute (API),
Istmo
(34.6º) y Olmeca (39.1º).
Las
reservas oficiales de hidrocarburos se sitúan en 52 mil 900 millones
de barriles (suficientes para mantener la producción al ritmo actual
durante 35 años), de los cuales 43 mil 210 millones son petróleo
crudo y condensados, y 9 mil 740 millones de gas equivalente. Las reservas
han tenido un descenso constante en los pasados 19 años, como reflejo
de un aumento de la producción.
Según la Constitución mexicana, Petróleos
Mexicanos (Pemex) ejerce su monopolio en todas las actividades de producción
de petróleo y gas. Si bien realiza una operación conjunta
con Royal Dutch/Shell en Texas, México no permite tales actividades
en su territorio.
Se han traído compañías del exterior
para hacer operaciones de perforación, si bien hasta la fecha las
han realizado bajo contratos limitados de servicio y desempeño.
La Constitución permite a Pemex celebrar convenios
referidos a obras y prestación de servicios; sin embargo, también
señala que toda remuneración debe hacerse en dinero, y que
bajo ninguna circunstancia se concederá un porcentaje de los bienes
ni participación en los resultados de la explotación.
Sin embargo, se ha verificado una constante reducción
del monopolio de Pemex sobre la producción de petroquímicos.
Modificaciones realizadas a la Constitución en noviembre de 1996
restringieron los derechos exclusivos de producción del Estado a
sólo ocho petroquímicos básicos, de manera que ahora
el sector privado puede participar en la producción de petroquímicos
y poseer 100 por ciento de las acciones de una empresa productora, pero
sólo detentar 49 por ciento en plantas propiedad de Pemex. Esta
restricción ha desanimado a los inversionistas, y en 1999 fracasó
un intento de privatizar algunos complejos.
Al parecer, el gobierno del presidente Vicente Fox concentra
sus esfuerzos en liberalizar el sector eléctrico, más que
el petrolero.
Pese a la severa oposición política, en
agosto de 2003 Pemex comenzó a buscar participación privada
en la exploración y producción de gas natural no asociado
(que existe sin la presencia de petróleo), mediante los contratos
de servicios múltiples (CSM). Las licitaciones de los CSM fueron
diferidas varios meses debido a la necesidad de volver a redactar los contratos
para evitar cualquier controversia constitucional de la oposición,
pero al fin se llevaron a cabo en octubre y noviembre de 2003.
Los primeros contratos fueron para producir gas en la
cuenca de Burgos, situada frente a los más productivos campos gasíferos
de Texas, al otro lado de la frontera. Se prevé una inversión
total de 8 mil millones de dólares, con la cual se calcula que se
duplicará la producción de gas en la zona a 2 mil millones
de pies cúbicos por día hacia 2006.
Prioritario, disminuir la carga fiscal
Pemex pretende reducir la parte de sus ingresos que debe
destinar al gobierno, a fin de invertir más en su propia infraestructura
y en exploración petrolera. Es improbable que esto ocurra a mediano
plazo, puesto que la reforma fiscal aprobada a finales de 2001 no generó
suficiente ingreso de otras fuentes para reducir en forma significativa
la dependencia del gobierno de Pemex.
Los directores de la empresa han asegurado que si la carga
fiscal de la petrolera no se reduce en forma significativa, con el tiempo
México se volverá importador neto de petróleo, como
ha ocurrido con el gas natural.
Entre tanto, la compañía financia buena
parte de su inversión mediante la emisión de deuda en los
mercados de capital doméstico e internacional.
El gobierno de Fox también está interesado
en abrir el sector eléctrico a la inversión privada para
expandir la oferta, pero este plan igual ha encontrado considerable oposición
política. En abril de 2002 el Senado rechazó una propuesta
de liberalización de largo alcance que había sido hecha inicialmente
por el gobierno de Ernesto Zedillo a principios de 1999. También
en abril de 2002 la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)
anuló cambios que Fox había hecho a la legislación
que rige el sector, por considerar que requerían la autorización
del Congreso.
Los cambios de Fox incrementaban la cantidad de energía
eléctrica que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) puede
comprar a las compañías privadas que generan excedentes de
electricidad. El fallo de la Corte tiene un corolario muy significativo:
pone en duda la constitucionalidad de la Ley del Servicio Público
de Energía Eléctrica, vigente desde 1992, que permite la
inversión privada en generación eléctrica, mediante
esquemas como la cogeneración y la producción para el autoconsumo.
En parte para despejar la incertidumbre y para incrementar
la inversión privada en el sector, Fox presentó al Senado
en agosto de 2002 una iniciativa de reforma constitucional que permitiría
que la electricidad privada se vendiera a grandes consumidores. De manera
crucial, establecería que el gobierno tiene que garantizar el acceso
no discriminatorio a la infraestructura de transmisión y distribución
eléctrica. Esto significaría que el sector privado podría
suministrar electricidad sin ocultarse, y se establecería el concepto
de autoconsumidor. Los autoconsumidores son los que usan por lo menos 2
mil 500 megavatios de energía al año, que forman 60 por ciento
del mercado, y podrían adquirir energía de la Comisión
Federal de Electricidad y de Luz y Fuerza del Centro (LFC, de propiedad
estatal, que surte de energía a la ciudad de México y zonas
circundantes), o de compañías privadas.
En septiembre de 2003 se nombró un nuevo ministro
de Energía, Felipe Calderón Hinojosa (renunció a su
cargo un año después), quien comenzó a negociar con
la oposición una versión simplificada de la iniciativa de
agosto de 2002. En 2004 debe realizarse una votación sobre el tema.
En tanto espera la aprobación legislativa de sus
planes de reforma, el gobierno ha buscado hacer más eficiente al
sector recortando subsidios e incrementando la inversión privada
mediante los Proyectos de inversión con impacto diferido en el registro
del gasto (Pidiregas), financiados originalmente por el sector privado,
pero pagados al final por los ingresos generados por los propios proyectos.
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