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México D.F. Viernes 13 de agosto de 2004

Molly Ivins

Pregunta difícil en Canadá

Kananaskis, Alberta, Canadá. Exclamemos un gran "oh, cielos" al estilo canadiense. Estos simpáticos canadienses, a los que alguna vez George W. Bush tuvo el tino de identificar, en son de triunfo, como "nuestros más importantes vecinos del norte", son famosos por su parquedad. Canadá, la tierra del comentario escéptico. Alguna vez propuse que su lema nacional debería ser: "Vamos, no es para tanto". No es que quiera generalizar. Atribuyo su admirable flema a que tienen demasiado frío para despilfarrar energía y a la ingestión regular de avena.

Agradables, corteses, calmados, reservados, llenos de sentido común y viviendo junto a nosotros: vaya destino. Para ellos es como tener de vecinos a los Simpson. Hace unos años, cuando nuestro trauma nacional por Monica Lewinsky estaba en su apogeo, el comentarista de un noticiario nocturno canadiense comenzó una entrevista preguntándome: "Conque tienen allá otro de sus pequeños sicodramas, Ƒverdad?"

Este año el sicodrama estadunidense es, bueno, la elección, y los canadienses se esfuerzan incluso más allá de lo acostumbrado para formular con delicadeza sus preguntas.

"No es posible que...", dicen para empezar, pero cortan la frase. "ƑNo están al tanto de...?" "Sin duda se dan cuenta..." Pero no se les ocurre ninguna forma cortés de preguntar si somos unos idiotas tan redomados como para no darnos cuenta del daño causado por el gobierno de Bush a la imagen estadunidense en todo el planeta.

Uno intenta explicar que "a quién le importa lo que el resto del mundo piense", es una típica reacción estadunidense, lo cual induce a los pobres canadienses a musitar: "Oh, cielos".

Sólo para información del lector, entre los muchos aliados a los que la Casa Blanca de Bush logró insultar en los días previos a la invasión de Irak estuvieron los canadienses, a quienes irritamos al desechar su intento de último minuto de lograr un arreglo para que continuaran las inspecciones con un calendario estricto: no sólo lo desechamos, sino que nos tomamos la molestia de hacerlo con majadería y arrogancia.

Entre otros rasgos desagradables, los malos modales están muy arriba en la lista de defectos de este gobierno. Para colmo, algunos derechistas se sumaron al coro con mofas juveniles de tanta brillantez intelectual como un "šña, ña, ña!"

The National Review publicó una nota principal titulada "šGallinas!" Bill O'Reilly, de Fox News, se indignó por un comentario de un columnista de Toronto y decidió erigirse en vocero nacional estadunidense. La diplomacia no es el fuerte de O'Reilly: llamó "estúpidos hipócritas" a los canadienses.

Entre las muchas tonterías que nuestra nación ha cometido a últimas fechas, aislar al mejor vecino que cualquier país haya tenido, nunca está muy arriba en la lista de Las Peores Estupideces de Todos los Tiempos. Por eso he llegado a extremos para contestar esa pregunta formulada en términos tan delicados: Ƒde veras van ustedes a relegir a ese tarado? (Dudo que alguna vez un canadiense llegara a hacer tal pregunta a un estadunidense: es una interpretación libre de mi parte.)

Lo que hace aún más interesante esa delicadeza es que Alberta es la provincia canadiense más parecida a los estados del oeste y de las montañas de nuestro país. Montones de rancheros, petroleros y gaseros, conservadores si no de plano derechistas, un gran movimiento de oposición a los ambientalistas: igual que en mi natal Texas. La misma historia: industria maderera, minería, todas las industrias extractivas y los cazadores alineados contra los ambientalistas, los cuales son superados en número y en armas, pero según la percepción general tienen al gobierno de su lado.

Es posible encontrar nativos de Alberta para quienes John Kerry arruinaría la economía estadunidense porque tienen la impresión de que todos los demócratas son despilfarradores del déficit presupuestal. Cuando nuestra economía pesca un resfriado, a la de ellos le da pulmonía, así que el tema es motivo de verdadera preocupación por estas tierras. Cuando uno subraya que Bush ya está gastando miles de millones de dólares del déficit y que cuando asumió el cargo contaba con un enorme superávit, hacen un triste gesto de asentimiento.

Lo que más me impacta en cada visita a este país es lo mucho que los canadienses saben de Estados Unidos y del resto del mundo en comparación con muchos estadunidenses. Como en general son menos provincianos que nosotros y prestan mayor atención a las noticias mundiales, tienen clara conciencia de lo mucho que el gobierno de Bush ha incrementado el sentimiento antiestadunidense alrededor del globo. Por eso a tantos los deja patidifusos la idea de que llegue a relegirse: lo perciben como alguien que ha causado mucho daño a su propia nación.

Heme aquí, pues, tratando de explicar a esta gente que expresa su asombro de manera tan cortés, cómo es posible que haya estadunidenses que puedan votar por George W. Bush. Algunos días son más difíciles de sobrellevar que otros.

© 2004 Creators Syndicate Inc.

Traducción: Jorge Anaya

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