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México D.F. Viernes 13 de agosto de 2004 |
Acuerdos políticos necesarios
Ayer,
en un acto realizado en el Centro Cultural Universitario
de esta capital, el empresario Carlos Slim Helú y el rector de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Juan Ramón
de la Fuente, señalaron la necesidad de alcanzar acuerdos nacionales
orientados a resolver las confrontaciones políticas que se han desarrollado
en el presente año, impulsar políticas de Estado que permitan
reactivar el crecimiento y el desarrollo y que faciliten concebir al país
fuera de las circunstancias inmediatas y coyunturales.
Tales reflexiones responden de alguna manera a las expresadas
unas horas antes por el jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel
López Obrador, quien se manifestó dispuesto a participar
en un acuerdo mínimo de gobernabilidad y pidió alentar un
entorno de distensión y diálogo entre todas las fuerzas políticas,
así como evitar, entre adversarios políticos, el trato de
"enemigos a destruir".
Sin embargo, los pertinentes discursos del magnate y del
académico no tienen por destinatario principal al gobernante capitalino
sino al presidente de la República, Vicente Fox Quesada, quien es,
en el momento presente, el más necesitado de salidas políticas
transitables.
En efecto, si el gobierno actual persiste en sus actitudes,
no sólo se quedará sin más méritos y contenidos
que el de haber inaugurado la alternancia, sino que se colocará
y pondrá al país en una situación peligrosa y volátil
en la sucesión que viene.
El empecinamiento que impera en Los Pinos por impedir
a toda costa, y al precio que sea, una posible candidatura presidencial
de López Obrador, además de generar la impresión de
descontrol y pánico, puede provocar un desbordamiento de las diferencias
políticas de sus cauces institucionales.
La poca habilidad política del grupo foxista, aunada
a la ambición y la falta de escrúpulos de varios de sus integrantes,
podrían tener por consecuencia que la salida de Fox de la Presidencia
se produzca en un entorno de desestabilización y zozobra que no
tuvo lugar siquiera cuando el PRI hubo de retirarse del Ejecutivo.
En suma, el beneficiario de aquella transición
presidencial a fin de cuentas tersa, como fue la de 2000, podría
pasar a la historia como el responsable de un grave desbarajuste sucesorio
seis años más tarde.
El gobierno de Vicente Fox está todavía
a tiempo de asegurarse un final de gobierno ordenado, armónico y
con la atención puesta en los intereses estratégicos del
país más que en las mezquindades del golpeteo político
contra los adversarios y las intrigas palaciegas de sus colaboradores.
Le correspondería, en esa perspectiva, dejar de lado su beligerancia
facciosa y auspiciar un acuerdo político que centre la vida institucional
en los consensos más que en las diferencias. Cabe esperar que escuche
las voces de la sensatez que se hicieron escuchar ayer en el Centro Cultural
Universitario.
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