México D.F. Miércoles 18 de agosto de 2004
Espíritu olímpico: medalla de oro en
explotación
Sueldos de miseria y jornadas de hasta 16 horas en plantas
de Nike, Reebok, Adidas y Fila
Alejandro Nadal
En el año 491 antes de Cristo, el imperio persa
envió una flota de 600 navíos y un ejército de 200
mil guerreros contra Atenas y otras ciudades griegas. Tomó Eubea
después de un breve combate e instaló su campamento en los
llanos de Maratón, a sólo 42 kilómetros del noreste
de Atenas.
Atenas liberó a los esclavos y enlistó a
todos los hombres por igual en un improvisado ejército de apenas
20 mil guerreros. La disciplina de Arístides y Miltiades permitió
superar la desventaja y, según la versión griega, al final
del día yacían 6 mil 400 persas muertos contra apenas 192
soldados atenienses. Una leyenda eurocentrista a más no poder.
La
amenaza contra Atenas todavía era importante, así que fue
despachado el más grande corredor que tenían, Fidipides.
Corrió los 42 kilómetros, pero, después de haber combatido
todo el día con una pesada armadura, el esfuerzo fue demasiado.
Llegó a la plaza central, se desplomó, y el mito dice que
antes de fallecer sólo pudo anunciar la victoria con la palabra
Niké, nombre de la diosa griega de la victoria.
En estos Juegos Olímpicos, la leyenda de Fidipides
estará más viva que en otros años. Y la tecnología
en nuevos materiales permitirá que el récord olímpico
sea pulverizado en muchas pruebas, sobre todo en deportes intensivos en
tecnología como ciclismo, tiro de precisión o salto con garrocha.
En natación, en la que empresas como Speedo lanzaron (hace cuatro
años) sus trajes de baño que imitan la piel de tiburón
y reducen la fricción en el agua, es imposible saber si hay mejor
desempeño atlético o simplemente mejor tecnología.
Lo que sí se sabe es que los fabricantes de estos
productos, entre los que destacan los gigantes Reebok, Nike, Adidas, Puma
y Fila, se han enfrascado en una guerra sin cuartel para obtener el primer
lugar en publicidad a la hora del reparto de medallas. Ninguna de estas
empresas está dispuesta a dejar pasar la oportunidad de asociar
su marca con el triunfo y el ideal del deporte olímpico. Para esta
competencia, Nike y Adidas invirtieron mil 28 y 775 millones de dólares
en publicidad, respectivamente.
El año pasado la industria de artículos
deportivos, trajes, zapatos e instrumentos de todo tipo, desde raquetas
de titanio hasta balones de futbol antiderrapantes, generó ingresos
por más de 65 mil millones de dólares. Se trata de un negocio
redondo, en el que cientos de miles de personas, predominantemente mujeres,
laboran en condiciones deplorables en maquiladoras ubicadas en Asia, Africa
y América Latina. Estas trabajadoras se afanan en cadencias cada
vez más rápidas y en jornadas más largas, con salarios
de pobreza y condiciones insalubres. Nadie les dará una medalla
este verano en Atenas; su premio será el privilegio de trabajar
horas extras.
En el modelo económico que impera en esta rama,
la competencia es más intensa que en la pista olímpica y
las empresas buscan reducir costos unitarios por todos los medios a su
alcance. Se trata de una rama con complejas cadenas productivas, diseminada
por todo el mundo. En ella, las maquiladoras deben responder con gran rapidez
a las variaciones en diseño y tamaño de lotes que dicta un
mercado muy dinámico, moldeado por una publicidad implacable. La
necesidad de minimizar el costo por manejo de inventarios es intensa y
hay que reducir el tiempo entre diseño y puesta en anaquel. Para
poder competir, las maquiladoras deben responder con gran flexibilidad
para entregar en el menor tiempo posible a las empresas contratistas.
Por esas razones el rubro más castigado es el costo
de la mano de obra. Investigaciones de Oxfam y la organización Fair
Olympics demuestran que las jornadas de 12 horas son comunes, y que no
son raras las de 14 y 16 horas. Los salarios son sumamente bajos: en plantas
chinas que surten pedidos de Nike, Reebok, Adidas y Fila se encontraron
salarios de 24 dólares mensuales (el salario mínimo es de
41 dólares) y jornadas de 14 horas sin día de descanso. Los
salarios a destajo son todavía menores.
Una de las tácticas más comunes es la amenaza
de reubicar los pedidos en otras plantas en las que los salarios son más
"competitivos". Si una maquiladora en Sri Lanka resiente la presión
de sus trabajadoras, los gerentes de producción de Reebok o Puma
amenazan con enviar los pedidos a plantas en Camboya, Vietnam o Bangladesh.
El empleo es cada vez más precario y una proporción significativa
de la mano de obra se compone de trabajadores migratorios, sin derechos
ni protección. Los testimonios de intimidación, asedio sexual
y abusos de todo tipo son comunes.
Lo menos que se podría esperar es que el Comité
Olímpico Internacional (y los comités nacionales) diseñaran
y aplicaran normas que regulen las relaciones laborales en esta industria.
Mientras no sea así, el ideal olímpico será sólo
eso: una meta inalcanzable.
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