Rubor recoge ''lenguajes coreográficos en busca de lo invisible'', dice su director

Arqueología estética para sacudir al espectador

El punto de partida de Blush (Rubor) es el aislamiento y la liberación. ƑCómo uno se aísla?, Ƒcómo uno se comunica con otros en este aislamiento?, Ƒqué se intenta ocultar?, Ƒqué hace cuando ese testigo silencioso -el público- lo ruboriza?

Aislamiento mental. Este mundo interior inconmensurable e influenciable, Ƒrealmente está limitado de manera indisoluble al mundo tangible? Ellos, los otros, tienen el placer de su encierro en cuatro paredes, en que los horizontes no existen: donde el hombre puede hacer que sucedan todos los deseos.

Son 10 ejecutantes de la obra Blush, que este jueves y mañana se presenta en el Palacio de Bellas Artes, a las 20 horas, por la compañía belga Ultima Vez, dirigida por Wim Vandekeybus.

Blush, ruborizar, esa reacción física que produce que las mejillas se sonrojen, ya sea por vergüenza o por emoción, fue creada como una exploración de esas sensaciones que hacen a uno ruborizarse.

Los inicios de esa compañía se remontan a 1985-1986, cuando Vandekeybus inició su particular búsqueda a lo largo de una serie de talleres por toda Europa al preparar su primer espectáculo, Lo que el cuerpo no recuerda.

Blush se estrenó en septiembre de 2002, en Bruselas. Siguieron 15 producciones a lo largo de 15 años y un sinfín de reconocimientos como una vanguardia en el naciente género, como él lo llama, de teatro danza corporal. Trabajos desbordantes de imaginación y estimulantes, en palabras del autor, ''lenguajes coreográficos que buscan lo invisible''.

Wim Vandekeybus tiende un puente entre la emoción de los intestinos y la imaginación, entre lo físico y lo verbal, entre las imágenes y las historias, entre la danza y el teatro. Según los videos de su obra y de la música rock con cierta fuerza underground, el cuerpo violentado es central en su trabajo. Una propuesta de arqueología estética que sacude al espectador.

Llama la atención el nombre en español Ultima Vez, compañía autogestiva que nació en Madrid en 1986, cuando fusionó cine, danza, video y música en una especie de ópera posmoderna. Sin embargo, Wim prefiere llamarla teatro danza corporal, con una fuerza particular en el desborde físico.

Riesgo y situaciones límite

En sus obras Vandekeybus invita a compositores para crear ex profeso, al tiempo de la obra coreográfica (Peter Vermeersch, Thierry de Mey, David Byrne, Marc Ribot, David Eugene Edwards o John Zorn). La música entonces se crea junto con la coreografía y ambos procesos mantienen influencia recíproca.

El vocabulario del coreógrafo recurre a signos marcados por violencia, sexo y contacto físico. Aunque reconoce no tener una educación formal de la danza, incita el cuerpo hacia los extremos y los estados límite, con altos elementos de riesgo y de peligro como parte de la coreografía.

Todos los gestos tienen que apegarse, sincronizarse con la música, no obstante, el resultado tiende a ser áspero, duro, violento. Wim se inclina por trabajar en una búsqueda instintiva del cuerpo. En sus palabras, él quisiera que sus bailarines se entregaran a las reacciones instintivas, animales. Lo que causa muy a menudo una tensión que pone al auditorio al borde de sus asientos.

El autor parece establecer una lucha o confrontación entre las artes: danza, música y cine. ƑPor qué? Acaso en una búsqueda por la imagen última, la sugerida, pues hay que recordar que él también es fotógrafo.

Primeramente, concede, incorpora la influencia e inspiración de todos los medios, empleando películas y videos como parte de sus propuesta escénica, para explorar las diversas perspectivas que ofrece el escenario, dotándolo de una dinámica totalmente nueva. La influencia de diferentes medios se refuerzan uno al otro para lograr, precisamente, que su trabajo sea muy sugestivo. Y cada espectador, explica, pueda regresar a casa con su propia historia e interpretación de la obra.

HECTOR LEON/ TODOCULTURA