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México D.F. Sábado 21 de agosto de 2004
Enrique Calderón A
Un día sin mexicanos
Sospechaba que la película debía ser mala, pero no tanto. La fui a ver y salí enojado, no sólo por lo malhecha, sino por el terrible sentimiento de autodenigración que refleja. "Los estadunidenses nos necesitan", aunque no se den cuenta de ello, porque después de todo, Ƒquién les barrería las calles?, Ƒquién levantaría los platos sucios en las mesas de los restaurantes?, Ƒquién cortaría el pasto en sus jardines?, Ƒquién lavaría sus automóviles y sus sanitarios? La lista es larga, pero no incluye el trabajo de los profesores e investigadores que imparten cátedra en las universidades estadunidenses, luego de salir de nuestro país ante la falta de oportunidades.
En la película tampoco existen los cirujanos que salvan vidas en los hospitales de Texas, de California y de otros estados, ni de los especialistas en computación y telecomunicaciones, que diseñan productos de alta tecnología para las empresas estadunidenses, o de los artistas, escritores, empresarios y profesionistas que trabajan integrados a la sociedad de aquella nación y que son parte del fenómeno de fuga de cerebros, al que nadie parece dar importancia, no obstante la pérdida real que esa fuga significa para nuestro país.
ƑCuál es la razón de estas omisiones? Ello se antoja como parte de un programa de denigración, que pareciera estar presente en la televisión y en los medios de comunicación en general, que cada día nos muestran por una parte lo mal que estamos, la corrupción de nuestros políticos y policías, la delincuencia que parece fuera de control, la mediocridad dominante, presente en los reality shows, entre otros, mientras que por la otra nos presentan la funcionalidad de los autos extranjeros, los avances tecnológicos estadunidenses y europeos, la belleza de los centros turísticos del Mediterráneo, etcétera, dejando un mensaje claro y contundente: los mexicanos somos un pueblo de segunda, que sirve para lavar platos, manejar taxis y, si hay dinero, para comprar productos extranjeros y contratar vacaciones en el mundo civilizado.
Si analizamos desde esta óptica el "pensamiento de Fox" (por llamarle de alguna manera) nos encontramos un alto grado de coincidencia. Con frecuencia el Presidente nos platica de una política de promoción de changarros, de mexicanos cuya aspiración es viajar a Estados Unidos y contratarse como jardineros, o de adquirir vochos. Cuando él o sus colaboradores hablan de generación de chambas, jamás se refieren a la contratación de profesionistas, sino de peones y operarios con conocimientos mínimos, mientras que los programas de apoyo para la formación de empresarios constituyen sólo la confirmación de su visión changarrera.
Por otra parte, la experiencia colectiva del cierre de empresas, de pérdida de empleos y de imposibilidad de conseguir otros es, entonces, atribuible a nuestra incapacidad, a la "falta de preparación" (así, en abstracto), a nuestra baja productividad, nunca a las políticas y decisiones neoliberales, a la sumisión del gobierno ante los intereses del extranjero.
La coincidencia entre los mexicanos desaparecidos de la película y la de los mexicanos de Foxilandia resulta, así, extraordinaria, y refleja el grado de éxito logrado por los sucesivos gobiernos de ocupación que venimos padeciendo.
De hecho, no es exagerado decir que el principal reto que tendrá el primer gobierno nacionalista, ajeno al neoliberalismo, que acceda al poder, será la recuperación del orgullo y la autoestima de los mexicanos, incluso sobre los problemas de inseguridad, desempleo y pobreza, porque un pueblo derrotado y menospreciado por él mismo no va a ningún lado.
El problema no es sencillo, porque el daño que el neoliberalismo ha causado rebasa ya el ámbito económico y se extiende a los aspectos fundamentales de nuestra sociedad y de nuestra cultura. Tendrá que ser atacado con decisión e imaginación, mediante el establecimiento de programas educativos, culturales y de autoestima, de recuperación de espacios y de derechos olvidados. De no hacer esto, los riesgos de caer en un esquema de corte fascista quizás sean más grandes de lo que podemos imaginar.
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