México D.F. Sábado 21 de agosto de 2004
Tangachos, velada nostálgica de
inspiración argenmex
El estreno representa el retorno de Liliana Felipe al
escenario del teatro El Hábito
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
"Tará tarará rará", se lamenta el
bandoneón. "Tum... tum... tum", suena el contrabajo mientras la
guitarra acompaña el llanto. Las luces iluminan el piano. Velada
de tango en El Hábito en un lluvioso jueves.
Es el estreno del espectáculo Tangachos,
que marca el regreso de Liliana Felipe al escenario de ese teatro-bar y
sirve de paso para dos festejos: su próxima nacionalidad mexicana
y sus 50 años de edad.
Vestida de blanco, con un saco negro, se sale del cliché
de la tanguera de indumentaria sensual. No lleva el tango en la ropa, lo
lleva dibujado en el rostro: ojos dramáticos pintados con sombra
oscura y labios rojo sangre, el mismo color del escenario donde piano,
bandoneón, contrabajo y guitarra se hacen uno.
"Prevenida
luz de sala", pide la directora Jesusa Rodríguez, y segundos después
comienzan los acordes del tango clásico argentino. Sentado cerca
del escenario, Gabriel García Márquez se dispone a escuchar.
El silencio llena la sala, el público atento hace
caso inmediato de la prohibición de no fumar. Quien quiera hacerlo
mientras Liliana canta tendrá que salir al patio. Nadie abandona
su lugar hasta el intermedio. ¿Cómo traducir al caló
argentino la clásica frase mexicana ¡ay, dolor, ya me volviste
a dar!? De una mesa a otra se repite ese ay dolor, hay dolor, ahí
dolor, y eso que apenas es la primera canción.
"Volvió una noche... no la esperaba... había
en su rostro tanta ansiedad que tuve miedo de recordarle su felonía
y su crueldad..." Letra de Alfredo Le Pera y música de Carlos Gardel
compuesta hace casi 70 años.
Le siguen Las cuarenta, Ninguna, Rencor ("Rencor,
tengo miedo de que seas dolor") y Vieja amiga. Liliana sale entonces
por una puerta negra que, a lo largo del espectáculo arrabalero,
se convierte poco a poco en sinónimo de ausencia, del o la que se
fue.
Viene ahora una pieza instrumental con Héctor Bocha
Mazza en la guitarra, Gabriel Fernández en el bandoneón y
Marisa Hurtado al contrabajo.
La primera parte de Tangachos, la más melancólica,
termina con Barco quieto, Mundana y Tinta roja. En un perchero,
al lado del piano, permanece olvidado un sombrero en penumbras, el saco
de la tanguera llegó a acompañarlo en algún momento
y ahí se quedaron solitos.
El público en silencio escucha cada una de las
letras cantadas con harto sentimiento. Algunos tararean, otros murmuran,
mientras preparan el aplauso al final de cada canción. No todo es
música. En la pantalla un video presenta a Liliana Felipe cantando
hace varios años; es el inicio de la segunda parte, menos nostálgica,
que abre con la versión corregida y aumentada de Volver y
en la que llega la tan esperada venganza de Moctezuma con un tango escrito
por Liliana Felipe, Tangotl, que será ininteligible para
los argentinos, así como muchas letras de los tangos radicales son
difíciles de comprender para los legos en ese género musical.
En la voz de la compositora: "Yo la vi a lo lejos, sentada
en la sombra, con cien macehuales, que no conocía. Pero su mirada
se posó en la mía, y brincó a mi pecho como un huitzilin".
Risas en la sala.
Cuando la victoria mexicana parecía inminente,
llegaron cinco piezas de Enrique Santos Discépolo: 5-1 favor Argentina
porque no se entendió ni jota del lunfardo, ese dialecto empleado
en los tangos en el que yira es ramera y chorra es ladrona.
Llegan otras sorpresas y con ellas el final de este espectáculo
no sin antes una, dos, tres, cuatro canciones de regalo en una noche lluviosa
de jueves.
(Tangachos se presenta los jueves a las 21:30 horas
en el teatro-bar El Hábito: Madrid 13, colonia Del Carmen, en Coyoacán.
Tels. 56591139 y 56596305)
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