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P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 23 de agosto de 2004

Armando Labra M.

Convención Ƒhacendaria?

Como todos sabemos, la idea de realizar una convención hacendaria no es nueva. Se ocurrió hace años en el seno de varios partidos y cuando alguno finalmente la planteaba los demás reaccionaban ad-versamente. Los trabajos que hace dos años realizaron las fundaciones de los partidos en la UNAM aportaron la coincidencia de realizar el evento, lo cual posteriormente fue retomado con la Conago con los resultados que se dieron a conocer el pasado día 17.

Vale la pena recordar que entre las principales contribuciones del grupo que trabajó en la UNAM se encuentra la definición misma del carácter de la convención. No debía ser como las convenciones anteriores, un espacio sólo para tratar temas fiscales, sino abarcar a plenitud los asuntos más amplios de la hacienda pública. Es decir, no debería centrarse la atención únicamente en la discusión de impuestos sino, incluso antes, definir el marco del federalismo que debe regir la hacienda pública -federal, estatal y municipal-, identificar las prioridades del gasto público, luego abordar los aspectos relacionados con los impuestos y con la deuda pública.

Tal lógica es natural. Ya la experiencia ha demostrado que cuando sólo se tratan temas tributarios, se tropieza una y otra vez, como en el caso del IVA. La ausencia de una referencia hacendaria amplia implacablemente derrota a quienes sólo preocupa ingresar más dinero sin tener claro para qué. Así sucedió, como todos recordamos, los primeros años de este sexenio y frecuentemente en los anteriores.

En efecto la Convención recientemente concluida se planteó una agenda razonable, pero limitadamente hacendaria: gasto, ingresos, deuda, patrimonio, simplificación administrativa, coordinación intergubernamental, transparencia y rendición de cuentas. Pero hubo una importante omisión, que inexplicablemente dejaron pasar los gobernadores: Ƒpor qué se excluyó el tema político fundamental, el federalismo? La definición política y técnica de las potestades hacendarias que deben corresponder a cada nivel de gobierno en un sistema auténticamente federalista se perdió como punto crucial de la agenda. Y en demérito de los gobiernos estatales. Y a favor del centralismo que todos critican.

Del paquete de asuntos que sí constituyeron la agenda, todos fueron muy superficialmente tratados, excepto los relacionados con los ingresos fiscales, que fueron discutidos en la mesa que condujo la Secretaría de Hacienda.

De la convención se desprenden pocos aterrizajes y el balón se pasa con chanfle a la Cámara de Diputados, que habrá de asumir todas las definiciones, los estudios que se requieren, etcétera. En realidad la convención poco avanzó respecto a los principios acordados por los partidos políticos en la UNAM.

De la mesa más activa, la de los ingresos, destaca la parcialidad. Por ejemplo, nada se trató respecto a cómo administrar mejor el actual sistema tributario, cómo elevar la consabidamente baja carga tributaria de 11 por ciento del PIB, no mediante nuevos impuestos solamente, sino administrando bien los que ya se tienen. Es claro que si la carga tributaria en México es demasiado reducida no es por la ineptitud de los responsables, sino por decisiones conscientes, deliberadas, que es necesario desechar. Luego, quizás, se podría justificar cobrar nuevos o más impuestos, pero no antes.

La convención en sus primeras declaraciones reconoce que hay un problema para atender las demandas de la sociedad, que se requiere una reforma hacendaria, que es necesario fortalecer a estados y municipios, que hay insuficiencia de recursos financieros y, en fin, que se está al inicio del túnel en materia hacendaria. ƑAlguna novedad?

No son resultados muy trascendentes, pero sí convenientes para un cómodo gatopardismo hacendario: hacer algo, muy poquito, para que nada cambie. Persiste, por ejemplo, el dogma de la insuficiencia de recursos federales cuando todos podemos observar los superávit presupuestarios trimestrales de la cuenta pública, que a final de año desaparecen misteriosamente para cubrir, quizás, las deudas contingentes que no ha reconocido en Congreso. O la existencia de ingresos petroleros -el precio del petróleo anda ya por 50 dólares, la mezcla mexicana en 38, muy superior a los 20 dólares previstos- que se diluyen y desaparecen ante nuestro azoro como la sonrisa del gato de Chesire.

La convención erró de blanco. Se fue con la finta dogmática de que no hay recursos y de que se trata de un insuperable reto técnico. Pero resulta que no es que no haya recursos públicos. Técnicamente sobran, no así políticamente. Las prioridades políticas del gasto público distan de las demandas de la convención y de la nación entera. Era misión histórica de los convencionistas crear la presión necesaria para cambiar las jerarquías políticas -no técnicas- del ingreso y el gasto públicos. Ni modo, con todo y sus colmillos políticos llevaron al baile a la Conago y acabaron legitimando una política económica que a todos daña y trasladando a los legisladores la tarea que no pudieron hacer en la primera convención, que lamentablemente podrá ser la última. Ni modo.

Para Eduardo Cesarman, hasta pronto

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