México D.F. Lunes 23 de agosto de 2004
ENTREVISTA/RICARDO SALAZAR, FOTOGRAFO
Ahora sólo me quedan recuerdos; ni cámara
tengo
EL FUTURO DE SU ACERVO: VENDERLO O DONARLO AL CENTRO
DE LA IMAGEN
¿Manuel Alvarez Bravo?: ''No me gustan nada
sus fotos rebuscadas''. ¿Mariana Yampolsky?: ''Conozco muy poco
(su obra)''. ¿Lola Alvarez Bravo?: ''Chambeadora; me gusta su trabajo''.
¿Un buen fotógrafo?: ''Ricardo Salazar''
ELENA PONIATOWSKA /II Y ULTIMA
-¿Qué es lo más bonito que recuerda
de su vida, don Ricardo?
-Haberlos conocido a ustedes -sonríe con sonrisa
muy tierna.
-No, eso no, otra cosa.
-Bueno, mis mujeres...
-¿A cuáles mujeres?
-¡Uf!,
en Guadalajara tuve muchas novias, y aquí, en México, una
actriz con la que me casé, que se murió en diciembre y se
llamaba Yolanda Alvarez de la Cadena. Yo la conocí actuando en una
obra que se llamaba Gigoló. Ella era la gatita. Con ella
tuve dos hijos, Ricardo Iván y Ondina, que vive en Acapulco. Mi
hija me ha dado tres nietos. A veces vienen a visitarme. Esos periquitos
de Australia me los dio ella para acompañarme. Mi hijo es boletero
del Blanquita.
-Recibo los boletos y cuido el acceso a los camerinos
-se levanta de la cama Ricardo Iván, que es largo y flaco. Entonces
recuerdo que Ricardo también era alto.
-¿Y deja a su papá solito?
-Después de darle de comer lo acomodo en su silla
y le acerco el teléfono. Lo único que mi padre hace todo
el día es ver televisión. No se puede parar. Yo lo llevo
a todas partes.
-Me amputaron la pierna izquierda -dice Ricardo.
-¿Y por qué?
-Por la embolia y porque soy diabético. Me la detectaron
en el 90 y en abril de 2001 me la amputaron en el hospital Morelos del
ISSSTE, bastante lejos, por la línea A del Metro, por la unidad
Ermita Zaragoza, que es de ortopedia, por Nezahualcóyotl. A pesar
de la diabetes me emborrachaba; no me cuidaba. Hasta que un día
amanecí, me quise voltear así y no pude. No me di cuenta
cuando me dio la embolia porque estaba dormido; no sufrí ni sentí
dolor. De aquí me llevaron a terapia intensiva y me atendieron.
-¿Te atendieron bien pa'? -le pregunta su hijo.
-Sí, me atendieron bien.
-Y usted, Ricardo Iván, ¿cuánto gana
como boletero?
-No tengo un sueldo definido. Depende de cuántos
días trabaje. Salgo en la tardecita. Las funciones son a las 6:30
y 9. Lo que pasa es que ahorita están de vacaciones. El Blanquita
es para familias. Va todo mundo. Conseguí ese trabajo por medio
de mi mamá. Ella me conectó con el sindicato: Unión
de Empleados de Teatro y Espectáculos Públicos, si no, no
me dejan entrar. Me pagan muy poquito, no es un sueldo definido, a veces
hay trabajo y a veces no, como ahorita. Gano más o menos mil pesos
al mes y, afortunadamente, mi papá cuenta con una pensión
mensual del ISSSTE de poco más de 4 mil pesos mensuales. Ya con
eso podemos vivir humildemente.
-A veces ni para los cigarros -tercia Ricardo Salazar,
que ya se animó. Leo El Gráfico. Amanezco a las 9
o 10, depende del sueño que tenga o de cómo esté de
salud. Obviamente tomo medicinas para bajar el azúcar, para el corazón;
me dan varios medicamentos en el ISSSTE. Me siento de la patada de no poder
moverme, pero ahí la llevo.
-¿Y quién le parece un buen fotógrafo,
Ricardo?
-Ricardo Salazar.
-¿Nada más?
-Nada más.
-¿Manuel Alvarez Bravo?
-No, hombre, No me gustan nada sus fotos rebuscadas.
-¿Y las de Mariana Yampolsky?
-Conozco muy poco.
-¿Y Lola Álvarez Bravo?
-Era muy chambeadora y sí me gustaba su trabajo.
-Oiga, ¿y la fe no lo ayuda? -pregunto de repente.
-¿La fe? No, no soy creyente. Mi padre era muy
mocho, era del siglo antepasado, y tanto me estuvo molestando hasta que
me curó de la mochería.
-Tampoco en el Blanquita rezan -confirma Ricardo Iván,
y me informa que no se ha casado ''por falta de cariño; es que eso
del matrimonio nunca se me dio''.
-Bueno, don Ricardo, ¿está usted contento
con su vida pasada?
-Pues
más o menos. Ahora lo que me quedan son recuerdos.
-¿Bonitos?
-Unos buenos y otros malos. Como todo.
-¿Pero qué le hubiera gustado hacer que
no hizo?
-Pues me hubiera gustado dedicarme a la fotografía
publicitaria, pero fueron tantas las amistades que tuve que me dediqué
a jugar dominó en las cantinas y en la casa de escritores y pintores.
No fui muy bueno para el dominó, sólo regular. Hoy ya no
puedo jugar, no, pues con quién. Mi hijo no sabe, sólo pone
fichas. Ya no tengo amigos, soy solo. El otro día vino Dionisio
Morales, el poeta a quien le tomé varias fotos, porque quería
retratos del tabasqueño José Carlos Becerra. Cuando me piden
fotos, mi hijo las revela.
-Mi papá me enseñó -informa el hijo.
Ahorita no tenemos cámara, nos la robaron, era una Canon; la llevé
al Blanquita, a una fiesta de fin de año, y todo se me vino abajo
cuando agarré la funda y la sentí muy ligera, y me di cuenta
de que ya no tenía cámara. Nunca supe qué onda.
-Yo
tenía cinco cámaras pero ya no tengo nada -sonríe
una pobre sonrisa Ricardo Salazar.
-¿Y qué va a hacer con su archivo, don Ricardo?
-No sé, sugiéreme algo.
-Pues no sé, venderlo a una empresa que pague bien.
-Y si no, pues dárselo al Centro de la Imagen,
regalarlo.
-Mejor venderlo para que usted y su hijo vivan mejor.
-No, a él no le interesa...
-Pero la cosa es que tengan ustedes algún beneficio
después de una vida de trabajo; además su hijo aquí
está fletándose, ¿no? ¿Y puede usted dar clases
de fotografía?
-Pues sí, pero sólo en mi silla de ruedas.
(Entre los dos amigos fotógrafos, Barry Domínguez
y Gregorio Cortés, con quienes vine a casa de Ricardo, sugerimos
la posibilidad de un taller en su casa, ''que vinieran los alumnos'', aunque
Ricardo alega que es muy pequeño el laboratorio. ''Pues sí.
Hasta me divertiría un poco'', asiente. Ricardo me pregunta dónde
vivo y cuando le respondo que en Chimalistac, a un lado de la capilla de
San Sebastián Mártir, recuerda: "Sí, ahí yo
fotografié varios matrimonios".)
Nos despedimos y salimos bajo un torrente de agua. Llueve
sobre la ciudad y llueve en nuestros corazones.
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