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México D.F. Lunes 23 de agosto de 2004
José Cueli
Ese ''šay!"
Juan Gil Albert, el espléndido poeta valenciano, extrañamente silenciado, canta la muerte del torero cordobés Manuel Rodríguez, Manolete, en agosto de 1947, enlazada a la vida española. "Nada puede sobrecoger más al español, más auténticamente, que una muerte prematura de sus ídolos. La muerte para el español, es una emoción para andar por casa, más necesaria que una comodidad.
"Por eso cuando se la ofrecen con tal espectacularidad que hace del sentimiento por lo mortal una verdadera manifestación pública, lo agradece por decirlo así". Máxime cuando ésta es la gran figura en los años 40, y muere en los pitones de un toro de la malhadada ganadería de Miura llamado Islero, en la plaza de un pequeño pueblecito andaluz, Linares, para darle aún más realce trágico, antes de cumplir los 30 años.
"Entonces España se pone a hablar de lo único que entiende, del hecho siempre nuevo, candente, vitalizador de ella, de la muerte, del hecho de que nos tenemos que morir y del hecho irreparable y sensacional que alguien acaba de morirse. Con ese grito, ese 'šay!', proferido por miles de bocas en torno al ruedo de Linares, Talavera o Madrid.
"Toreros como Manolete, el quijote moderno que remataron su vida" con el broche superlativamente emotivo, de su existencia triunfante, su muerte.
"Ninguna muerte es tan natural como la que ocurre en los ruedos, a la vista de todos los que quieran ver. Sólo ellos los que sucumben han dado a la fiesta su valor trascendente. Su realismo excepcional ya lo dice el corrido español que se repite en los finales de los agostos; 'Ay' madre con estos ojos lo he visto morir matando y matando morir. šManolete muerto vivo!'''
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