.. |
|
México D.F. Domingo 29 de agosto de 2004 |
El búnker y la convención republicana
Aunque
los organizadores se esmeran en crear un clima hollywoodense, habitual
en las reuniones de los grandes partidos estadunidenses, que más
parecen operaciones de mercadeo, con el lanzamiento de nuevos productos
de gran consumo, la vida real se hace presente ante los muros de la fortaleza
en que se ha convertido el local sede de la convención republicana
que comienza el lunes. Sirven de poco los globos, el confeti, las serpentinas,
las suaves edecanes hispanoparlantes: afuera no pueden ocultarse los problemas
sociales y la protesta.
Como al parecer la juventud estadunidense votará
contra Bush pero no espera mucho de Kerry, que también es belicista
y hombre del establishment que ella repudia, ese sector está
convencido de que las soluciones no vendrán de un cambio en la Casa
Blanca ni en el Congreso, sino de sus movilizaciones callejeras. Porque
éstas oponen el poder de la ciudadanía al de los aparatos
institucionales y, al mismo tiempo, ayudan a educar, politizar y movilizar
a la gran masa informe de abstencionistas o desmoralizados, que en definitiva
podrían darle la victoria a Bush si los que votan fuesen pocos y
el fraude no llegase a ser controlado.
Dos mundos libran una batalla que parece electoral, pues
se combate en ese terreno y en el institucional, pero esa lucha es de fondo,
porque un gran sector de Estados Unidos -donde hay 35 millones de pobres
y las políticas públicas favorecen sólo a los ricos-
quiere acabar con la injusticia, con el conflicto en Irak, en el contexto
de la guerra preventiva tan elogiada por Bush, con la restricción
de los derechos democráticos en nombre de un "combate al terrorismo"
organizado por el mayor Estado terrorista del mundo. Justicia, derecho
para todos, rechazo al racismo, defensa de la democracia, son las motivaciones
de quienes se manifiestan contra la convención republicana. Por
eso la represión contra ese sector, el intento de fragmentarlo,
de reducir su derecho constitucional a manifestarse con pretextos pueriles
(arruinarían, dicen las autoridades, el césped del Central
Park; deberían protestar en una autopista fuera de la ciudad). El
gobierno quiere impedir su impacto en la opinión pública,
evitar que Bush aparezca rodeado en un búnker, náufrago en
un islote oficial batido por la tormenta del repudio popular. La lucha,
por consiguiente, no es fundamentalmente entre Bush y Kerry (y si se presenta,
Ralph Nader): es una brega entre la sociedad -los oprimidos que votan,
los hispanos y negros que no pueden hacerlo por impedimentos legales pero
que toman posición, y los indocumentados, deseosos de legalizar
su situación- y todo el establishment, y aunque ahora lleve
a un desenlace en las urnas, trasciende el problema electoral. De ahí
la importancia del repudio al carnaval republicano que entronará
a George W. Bush, como candidato de esa burbuja empresarial y política.
La visión de parte de la sociedad estadunidense, la más idealista
y generosa, reprimida por la policía, dará la vuelta al mundo
y evidenciará, una vez más, el disfraz que presenta como
democracia a una restringida plutocracia oligárquica.
|