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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Lunes 30 de agosto de 2004

Elena Poniatowska /II y última

Cuando era hombre, de Ambar Past

Ambar Past dedicó su poema Caracol de aire a Amando Avendaño, el del primer periódico en difundir al EZLN: El Tiempo y luego La Foja.

Ya no le preguntan de dónde es ni de qué mundo. Al cabo sólo quieren saber de qué color son los vellos de su panochita.

Ella ha enseñado a las mujeres a valorarse a sí mismas y a valorar su cultura. Ella es quien hace llegar su voz más allá de las montañas del sureste en sus ediciones bilingües, como Incantations, by Maya Women, que lleva en su bolsa del mandado de plástico verde y amarillo de las universidades de Estados Unidos a las de Europa.

Ahora Ambar nos da una muestra más de su poesía con el libro Cuando era hombre, metiéndose en la piel masculina para, después, pasar a la femenina con el lenguaje directo de niña traviesa e impertinente al que nos ha acostumbrado. Creativa como ella sola, sus poemas recorren a los seres humanos de la A a la Z dejándonos con el eco en la boca:

-ƑTodos los indios son buenos, verdad?"

-šBuenísimos!

-ƑTe casaste con un mexicano, verdad? -me acusa con morbosidad.

-Sí, señor -le digo-, con varios."

Y nos recuerda a x, y o z. Aunque resulte penoso gritar en el momento del placer "šM!" en vez de "šN!" Pero para no complicarse la vida se conforma con los ''R''.

Siempre les fui muy fiel.

A todos.

Con Ambar siempre estamos a punto de acostarnos en una cama desconocida.

Su poesía denuncia. La ironía y el horror del mundo están en los pelos caídos de Ambar, en la espera de que se le pudra una muela o le amputen un seno.

"Vendo muertas, señora... Son de hoy... Mire este hígado. šEste corazoncito! Pan caliente de Ciudad Juárez'', dice sobre las muertas de Juárez.

Su poesía nos recuerda los valores perdidos que van desde "empeñar un buen nombre" hasta "ahorrar para comprar un orgasmo y una buena noche de sueños".

Sin titubeos frente al porvenir

Con un epígrafe de Bertrand Russell, Ambar nos muestra en su poema Siempre nos estamos despidiendo cómo vivir sin titubeos frente a la incertidumbre del porvenir. Ambar sabe de la pérdida de los colores del atardecer. Extraña a la luna durante el eclipse y ''a la montaña que se alza cuando volteas atrás y se vuelve para ver de dónde vienes''. Sabe que a todos se nos caerán el pelo y los dientes, perderemos nuestro buen nombre, porque finalmente la vida es una constante despedida.

Ambar fascina con todo y la mariposita negra en su interior, fascina cuando explica cómo ronca el mar, porque a muchos se nos olvida que el mar duerme. Ambar nos revela lo poco que saben las nubes acerca del agua.

Ambar nos habla de La señora de Ur, a la que han le saqueado sus museos y sus mujeres, a la que Alejandro Magno ambicionó por sus duraznos, la primera mujer, el primer hombre, primera ley, primera ciudad, creadora del trigo, la fe, la sed, a la que todas las guerras han violado y arrebatado a sus hijos. La herida de Irak nos duele a las mujeres del planeta.

Ambar Past sabe que es la costurera de su propio poema: ''Lo meto en un costal de piedras, lo tiro al pozo, pero mientras le pongo la camisa, este poema se quita el pantalón... me escondo en la blancura de sus hojas, sus piropos confusos... a la tinta de mi sangre".

En el otoño los poemas caen a los pies de Ambar. Están enfermos de la ausencia de Santiago, recuerdan las historias contadas en la intimidad de la cama cuando la pareja, harta de besos y de promesas, inicia el milagro de la comunicación. Ambar es una animala, la que no permite visitas en su jaula; mujer diabla, cuya voz no pesa en el aire.

Ambar describe velorios de nombres y amores. Vestida de cenizas también vela la memoria. Le dan el pésame el sol y la luna. Sus señas particulares se meten debajo de la carne, en la misma carne donde se meten los hombres.

Así como Jaime Sabines y Rosario Castellanos dispersaron su poesía a los cuatro vientos y la volvieron el pan y la sal de la vida, así como Jaime Sabines decía: "A la chingada con las lágrimas". Ambar Past recibe a aquellos que tienen o pueden tener influencia en la juventud y en el pueblo para que todos, sin distinción, den vida a las palabras que rondan nuestras vidas. Hace ya años que Ambar dedica su pensamiento creador, su corazón inquieto y sus manos mágicas por laboriosas a Chiapas, sobre todo a San Cristóbal donde vive, se baña, duerme y teje sus largas trenzas.

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