México D.F. Viernes 3 de septiembre de 2004
Nora Patricia Jara
Grito multitudinario en el Zócalo
Para el desgobierno y la persecución política la respuesta es la organización social. Este fue el grito que emitieron miles de ciudadanos de todo el país, que acudieron al Zócalo para repudiar el juicio de desafuero contra un gobernante legítimo como Andrés Manuel López Obrador.
En la marcha más multitudinaria que la izquierda mexicana haya convocado en años recientes quedó implícito el rechazo a que la Cámara de Diputados se erija en órgano jurisdiccional en contra de una autoridad administrativa, la de mayor jerarquía en esta capital.
En la Plaza de la Constitución estuvieron todos aquellos mexicanos que creen en una nueva oportunidad para lograr un cambio en el México de principios de milenio, mediante un proyecto alternativo de nación que tome en cuenta los auténticos intereses de quienes aquí habitamos, y que exigen que se respete su derecho a opinar, reclamar y a disentir de quienes piensan que todo es vendible, hasta la dignidad.
Allí estaban los representantes de la vieja izquierda, pero también de la llamada vanguardia; hasta los promotores del voto útil salieron el pasado domingo, vestidos de amarillo y negro, para recordar añejos compromisos con la democracia y la justicia social.
En el acto, el jefe de Gobierno y virtual aspirante a la candidatura presidencial por el PRD, Andrés Manuel López Obrador, delineó en 20 puntos un esbozo de propuestas para realizar, con la participación de la sociedad, los gobiernos perredistas y las fuerzas progresistas, un programa de gobierno hacia 2006, con base en intereses nacionales y de equilibrio entre los sectores económicos y políticos de la República.
La movilización, causada por un asunto menor, como el supuesto desacato de un gobernante a la resolución de un juez, se convirtió en la única respuesta a una situación que pone en riesgo desde su origen la división de poderes y que con estrategias legaloides falta a preceptos constitucionales mediante el abuso y el uso faccioso de los órganos jurídicos.
La falta de veracidad del proceso que se le pretende imponer al gobernante local fue motivo de arengas dominicales, de entusiasmo y de participación para recalcar que no hubo desacato en un caso tipificado como asunto no grave hasta por el mismo Código Federal de Procedimientos Penales, al tiempo que sirvió para denunciar la inconstitucionalidad del juicio político que se cocina en el legislativo, el cual debiera actuar como tribunal de derecho con imparcialidad y autonomía. Al acto, designado con desprecio mitote, acudieron todos aquellos que están comprometidos con la democracia, la justicia y la auténtica legalidad, la que no entrega los bienes nacionales, la que no se esconde bajo el manto de la hipocresía y la doble moral, la que no viola la Constitución y la que no autoriza la persecución de nuestros connacionales en la vecindad de nuestras fronteras.
Allí estaban los que siempre se han identificado con un amplio frente democrático nacional, aunque tampoco faltaron los incrédulos que buscaban a los acarreados, a los empresarios y a los intelectuales orgánicos que, desencantados o rechazados por el régimen en turno, vuelven la vista a un proyecto de carácter social, encabezado por el PRD.
Las palabras del gobernante tabasqueño fueron aplaudidas no sólo por los miles y miles de personas y familias que pudieron llegar al Centro Histórico, los que no fueron impedidos con estrategias de la barbarie priísta y del gobierno federal, que aún se vive en entidades como el estado de México o Hidalgo.
Los asistentes manifestaron su apoyo a un nuevo modelo político, económico y social salido de las bases populares y de lo mejor de nuestra intelectualidad, la que no pone precio a sus ideas y que se ha mantenido autónoma ante los embates ideológicos de una pírrica derecha que prefiere adherirse a la ultra para asegurar el poder por encima de la voluntad popular, que poco les interesa. Sin violencia y dentro de los cauces institucionales, la izquierda organizada de este país puede estar segura de que son muchos, millones, los que tienen esperanzas no en un sólo hombre sino en lo que está detrás de él.
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