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México D.F. Jueves 23 de septiembre de 2004
El embajador de Cuba ofreció al músico
una comida de bienvenida en México
Chucho Valdés ha dotado de orgullo y
calidad a la música cubana
El pianista anuncia que su presentación con Diego
El Cigala el sábado será una manera de reivindicar
lo ocurrido la vez pasada en el Salón 21 Compartió el lugar
de honor con Aleyda Guevara, hija del Che
PABLO ESPINOSA
El
pianista Jesús Chucho Valdés, ubicó el embajador
de Cuba en México, Jorge Bolaños, "es un clásico".
Este músico ejemplar, valoró Aleyda Guevara, hija de Ernesto
Che Guevara, "ha realizado un rescate cultural impresionante que
ha demolido la lógica misma del neoliberalismo, al poner de relieve
las raíces sonoras cubanas con los elementos africanos y de otras
culturas musicales para trascender los límites del jazz, una música
que irónicamente tiene su origen en Estados Unidos". Es un grande
entre los grandes, consensaron los circunstantes. Ante lo cual Jesús
Valdés se llevó las manos a las mejillas, abrió en
"o" ojos y boca y luego sonrío, en señal consecutiva de sentirse
apabullado y agradecido. Homenajeado.
Esto ocurrió la tarde de este miércoles
en la residencia del embajador de Cuba durante un ágape de bienvenida
a Jesús Valdés, quien este sábado depositará
su inmensa humanidad (tanto en sentido físico, pues tiene aspecto
de basquetbolista, como en sentido figuerucho, porque siempre pone
el alma donde pone la tecla) sobre un enorme piano para catapultar la voz
también de altura y hondura descomunales del igualmente legendario
Diego El Cigala.
Chucho Valdés y Diego El Cigala presentarán
su espectáculo Lágrimas negras este 25 de septiembre,
a las 20 horas en el Auditorio Nacional. Será, anuncia a La Jornada
Chucho Valdés, "un concierto similar en cuanto a repertorio al que
presentamos hace tres meses en México, pero esta vez habrá
nuevos materiales, los que estarán contenidos en el nuevo disco
de El Cigala y Bebo Valdés: Lágrimas 2, además
de algunas sorpresas".
Será también, dijo en un aparte a este reportero
el músico, una manera de reivindicación de las desafortunadas
condiciones en las que se realizó el concierto del 2 de junio pasado
en el Salón 21, cuando hubo sobrecupo y pésima amplificación.
Todo parece indicar, en cambio, que la comodidad, la estupenda isóptica
y las cualidades acústicas del Auditorio Nacional propiciarán
la atmósfera necesaria y suficiente para una historia distinta a
la registrada en estas páginas el 4 de junio pasado ("Lágrimas
negras en un lugar para llorar").
En preparación para esta nueva fecha crucial,
Chucho Valdés departió y compartió. Mojitos, frijolenegro
con arroceblanco y carne de cochino y plátanomacho y mácarnita
y otromojito, caballero. Menú cubano. Personalidades entre la, dirían
Los Clásicos, selecta concurrencia: Claudia y Germaine Gómez
Haro, Betsy Pecanins, Tania Libertad, Enrique Semo, Armando Romeu, Lourdes
Barrera.
Sólo faltó un piano, según lo hizo
notar el pianista, porque Valdés estaba puestísimo para jazzear.
Y sólo faltó un brindis, el de Diego, porque El Cigala
sintióse indispuesto luego de las horas de vuelo y el jet lag,
según lo disculpó Chucho Valdés.
El lugar de honor lo compartió el pianista con
Aleyda Guevara, quien cumplía una -otra vez vale citar a Los Clásicos-
apretada agenda, que incluyó actividades en la UNAM, una entrevista
con la reportera Blanche Petrich para La Jornada, y estas palabras
también para este diario: "Chucho Valdés -dijo la
hija del Che Guevara- ha realizado aportes fundamentales para la
cultura latinoamericana contemporánea. Con los materiales oriundos
de Cuba, con los ritmos de Africa, con las distintas corrientes que confluyen
en la modernidad, ha hecho un rescate cultural enorme que se contrapone
y supera todos los afanes de 30 años de neoliberalismo que se han
dejado sentir hasta en la música. Chucho Valdés en
cambio, ha dotado de orgullo y calidad la música de Cuba y la música
del mundo".
Fue entonces cuando desde la mesa de honor, el embajador
Jorge Bolaños hizo sonar, con acompasado vaivén de inconfundible
sabor cubano, una pluma fuente contra una copa de cristal para llamar a
un breve silencio coronado con las palabras en honor del pianista. "Chucho
Valdés es un clásico", rubricó el embajador. Fue
entonces cuando todos disparamos contra el pianista: es un grande entre
los grandes.
Y fue entonces cuando Chucho Valdés se llevó
las palmas, porque todos le aplaudimos y se llevó también
las palmas de sus manos a las mejillas e hizo los ojos y la boca en forma
de "o". Y sonrió, en señal de anticipo del tremendo ágape
para los sentidos que compartirá la noche del sábado, con
Diego El Cigala, en el Auditorio Nacional.
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