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México D.F. Viernes 24 de septiembre de 2004
El ex embajador de EU en El Salvador señaló
a D'Abuisson como autor intelectual
Clave, el testimonio de Robert White en el caso del
asesinato de monseñor Romero
CARLOS FAZIO
El 3 de septiembre, un tribunal civil de Fresno, California,
reconoció a Alvaro Rafael Saravia, antiguo capitán de las
fuerzas armadas salvadoreñas, como responsable del asesinato del
arzobispo de San Salvador, monseñor Oscar Arnulfo Romero, ocurrido
el 24 de marzo de 1980.
El juez del caso, Oliver Wanger, calificó el homicidio
de Romero como "un crimen contra la humanidad", y condenó a Saravia
a pagar 10 millones de dólares a familiares de la víctima
por concepto de daños. Saravia, ex mano derecha del mayor Roberto
D'Abuisson, un oficial entrenado en Taiwán, creador de los escuadrones
de la muerte en El Salvador, fue juzgado en ausencia. Hasta hace poco,
Saravia residía en Modesto, California, pero se dio a la fuga poco
antes de que iniciara el juicio.
Monseñor Romero fue ultimado por un asesino profesional
mientras celebraba la eucaristía en la capilla de la Divina Providencia
en San Salvador. Según la demanda, Saravia obtuvo armas, vehículos
y otros elementos para que se consumara el crimen, ordenó a su conductor
que llevara al asesino a la capilla donde ocurrió el hecho y le
pagó luego de la ejecución. Además de participar en
la planificación del crimen.
Lo novedoso del caso es que uno de los testimonios en
los que se basó el juez para emitir la sentencia, fue brindado por
el ex embajador de Estados Unidos en El Salvador, Robert White. El ex diplomático,
quien ahora preside el Centro de Política Internacional en Washington,
señaló al mayor D'Abuisson como el principal planificador
del homicidio de monseñor Romero e identificó a Saravia como
"uno de sus principales lugartenientes". Dijo también que el Departamento
de Estado estadunidense tenía "una cantidad significativa de evidencias",
que enlazaba a la cúpula militar salvadoreña de la época
con el mayor D'Abuisson y "su clan". Y agregó: "No tengo ninguna
duda que (el alto mando) tenía conocimiento absoluto de que D'Abuisson
estaba operando escuadrones de la muerte".
El financiamiento a paramilitares
White, asignado a la misión diplomática
de Estados Unidos en San Salvador entre marzo de 1980 y marzo de 1981,
testificó que un puñado de "ricos" financió a los
grupos paramilitares de D'Abuisson. Informes de inteligencia desclasificados
en Washington indican que los escuadrones de la muerte fueron financiados
por seis empresarios salvadoreños que residían en Miami,
Florida. El Grupo Miami -también conocido como "los seis"-, canalizó
millones de dólares al plan terrorista de D'Abuisson, destinado
a desestabilizar a la junta de gobierno reformista moderada surgida de
un golpe el 15 de octubre de 1979. Según información que
en su momento tuvo en sus manos la fiscal general de Estados Unidos, Janet
Reno, dos de los miembros del Grupo Miami eran los empresarios salvadoreños
autoexiliados, Roberto Hill y Orlando de Sola, calificados como de "extrema
derecha".
White
afirmó que él y personal de inteligencia de la embajada monitoreaban
con atención los acontecimientos en El Salvador. Dijo en su testimonio
que obtuvo un "diario" perteneciente a Alvaro Saravia, con un "plan escrito"
que, tanto él como expertos de la misión, concluyeron se
refería al asesinato del arzobispo Romero. El diario le fue entregado
por el coronel Majano, uno de los militares reformista de la junta de gobierno.
El documento inculpatorio había sido requisado durante una redada
en la finca San Luis, en Santa Tecla, en mayo de 1980, donde fueron detenidos
D'Abuisson, Saravia y otros miembros del grupo, bajo sospechas de que planeaban
un golpe de Estado.
Según White, cuando fue arrestado, Saravia estaba
intentando "comerse" las páginas de su libreta con el objetivo de
eliminar su contenido. Bajo el título Operación Piña,
el diario contenía una lista con el equipo básico que necesita
un francotirador, incluido un rifle. También describía de
manera meticulosa los recursos gastados en la operación. White aseguró
que el diario contenía las líneas generales del plan para
asesinar a Romero. Apuntó, también, que el alto mando militar
estaba involucrado en la toma de "decisiones" sobre quienes debían
ser "objetivos" de los escuadrones de la muerte.
Los grupos paramilitares fueron un engendro regional de
Estados Unidos, adscrito a las políticas de contrainsurgencia del
Pentágono, en el marco de la Alianza para el Progreso de John F.
Kennedy. La fórmula contraguerrilla=demagogia+terror fue
aplicada inicialmente en Guatemala y se desparramó luego por todo
el subcontinente como una especie de lucha contra el anticristo, a la usanza
de las viejas cruzadas cívico-religiosas contra los "infieles",
encarnados ahora por la "subversión comunista". Los asesores estadunidenses
recurrieron en Guatemala al Movimiento de Liberación Nacional, del
ultraderechista Mario Sandoval Alarcón, los capitanes de empresa
y cuadros medios del sector privado y a oficiales del ejército y
la policía. Así nació el Movimiento Anticomunista
Nacional Organizado (MANO, también conocido como la Mano Blanca),
cuya réplica en Argentina sería la Tripla A (Alianza Anticomunista
Argentina) y en Uruguay el Comando Caza Tupamaros.
En El Salvador D'Abuisson contó con el apoyo del
Grupo Miami y de los coroneles Nicolás Carranza, viceministro de
Defensa y Roberto Santibáñez, director de la agencia de inteligencia
salvadoreña ANSESAL. Ambos cobraban en la nómina de la CIA.
D'Abuisson, subdirector de ANSESAL, renunció al ejército
para formar una estructura político-militar de ideología
fascista, en apoyo de las fuerzas armadas. Para ello contó con la
asesoría de Mario Sandoval Alarcón, quien lo conectó
a su vez con antiguos miembros de la Organización del Ejército
Secreto francés (OES) y oficiales argentinos expertos en tortura,
asesinatos y casas de seguridad, que habían participado en la guerra
sucia de su país.
Según un cable secreto de la embajada de Estados
Unidos en El Salvador, desclasificado en función de un acta legal
estadunidense, "los seis" llamaban a Miami a empresarios salvadoreños
ricos y les "explicaban" que "para reconstruir el país sobre nuevas
bases, primero debía ser destruido totalmente". Según el
documento, la Junta debía ser derrocada y había que llevar
al poder a "un buen oficial militar" capaz de llevar a cabo "una total
limpieza, 300, o 400 o 500 mil gentes, lo que sea necesario para deshacerse
de todos los comunistas y sus aliados".
Los ricos y el ejército
De acuerdo con el embajador Robert White, quien se reunió
con monseñor Romero pocos días antes de su muerte y estuvo
presente en la homilía del 23 de marzo, cuando el arzobispo llamó
a los soldados a desobedecer las órdenes de sus superiores de disparar
contra el pueblo, ese llamado provocó "furia y conmoción"
en el grupo de poder y sirvió para "unir al ejército". El
asesinato de Romero fue ejecutado "con la esperanza de provocar una reacción
en masa, que justificara un ataque que incluyera matanzas a gran escala".
La muerte violenta del arzobispo fue "la señal de que no habría
diálogo y que los ricos de El Salvador y el ejército no tolerarían
un movimiento hacia cambios democráticos", dijo White. Añadió
que el "mensaje" tras la rápida liberación de D'Abuisson,
Saravia y los otros conspiradores, fue que el ejército tenía
"su propia ley" y que "nadie es sagrado".
White explicó que rindió su testimonio en
el tribunal de Fresno, debido a la imposibilidad de que en El Salvador
se pueda llevar ante la justicia a los asesinos de Romero. Dijo que es
una forma de hacer justicia y reparar los daños, ya que "de muchas
maneras incitamos (el gobierno de Estados Unidos) la violencia e hicimos
muy poco por detenerla". Además del valor simbólico del pronunciamiento
judicial, la sentencia brinda a la oficina de inmigración estadunidense
los argumentos legales para expulsar a Saravia de su refugio seguro en
la Unión Americana. Roberto D'Abuissson, ya fallecido, fue el fundador
de Arena (Alianza Republicana Nacionalista), que gobierna en el Salvador
desde hace una década.
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