México D.F. Viernes 24 de septiembre de 2004
Desapareció desde el fallecimiento; hay
versiones de que daba drogas a la occisa
El brujo Eduardo Herrera, pieza clave en la muerte
de Flora Ileana
Acusan a la jueza Leticia Cobá de obstaculizar
la defensa de Armando Medina Millet
EDUARDO R. HUCHIM/ IV
Merida, Yuc., septiembre de 2004. ¿Dónde
está el brujo? -pregunto a Armando Medina Millet en el reclusorio
de esta ciudad.
-No lo sé, la procuraduría debió
buscarlo y no lo hizo -responde el ingeniero de 45 años de edad
que purga una sentencia de 20 de prisión por el homicidio de su
esposa Flora Ileana Abraham Mafud, con quien había contraído
matrimonio civil unos días antes de su muerte y con quien planeaba
casarse por la iglesia unas semanas después.
Vestido con un pantalón de tela ligera y una playera
de manga corta -atuendo que ayuda a soportar la temperatura de más
de 34 grados-, Armando Medina sostiene que es inocente de los hechos que
pusieron fin a la vida de Flora Ileana, de 25 años de edad, y cambiaron
su existencia.
Tales hechos ocurrieron el 15 de noviembre de 1995 en
un departamento de la colonia Buenavista, en Mérida, donde Medina
Millet dio muerte de un balazo a Flora Ileana, según la versión
oficial, y donde la joven mujer se suicidó con un revólver
Smith and Wesson, según alega su viudo.
¿Dónde está el brujo?
Desapareció al día siguiente de la muerte
de Flora Ileana, quien tenía afición a la lectura de las
cartas. Se las leía un hombre de nombre Eduardo, según declaró
ante el Ministerio Público María Pía Salazar Grajales,
la mejor amiga de Flora Ileana. Después se sabría que el
nombre completo es Eduardo Herrera y está presuntamente vinculado
con Catemaco, Veracruz, de donde es originario, o bien aprendió
ahí sus artes cartomancianas.
El
hecho de que la policía yucateca no se hubiera ocupado de buscarlo
es una de las muchas omisiones y situaciones extrañas que han acompañado
el caso y que han obrado en perjuicio de Armando Medina. Para el Diario
de Yucatán, "una mafia de intereses inconfesables, infiltrada
en altas esferas gubernativas, políticas, legislativas, judiciales,
militares y religiosas, se han confabulado desde 1995 para impedir el conocimiento
de la verdad y la administración de justicia en el caso Medina Abraham".
¿Es ésta una sola opinión editorial
aderezada por el afán de defender una causa y combatir lo que se
consideran violaciones a los derechos humanos? Los detractores de Medina
Millet piensan que sí lo es, pero lo cierto es que hay hechos y
omisiones que fundamentan la postura editorial del periódico. No
sólo eso, aunque los directivos del diario yucateco no suelen hablar
del asunto, esta posición le ha resultado muy costosa, ya que el
periódico ha dejado de recibir cuantiosos ingresos porque la familia
Abraham, cuyos negocios la constituían como uno de los principales
anunciantes del rotativo, dejó de anunciarse desde hace varios años
en ese periódico.
Después de examinar la versión de los acusadores
de Medina Millet, sentenciado por homicidio, ocupémonos hoy de algo
de lo que se hizo o se dejó de hacer en perjuicio de Armando Medina
Millet, según la versión del propio recluso y de sus defensores.
Estos acusan a la jueza que conoció del caso, Leticia Cobá
Magaña, de rechazar sistemáticamente pruebas y recursos de
revocación.
También la acusan de haber ordenado destruir importantes
evidencias, como las muestras de riñón, manos, uñas,
hígado y sangre de la joven muerta, así como de la desaparición
de cartuchos, casquillos y ojivas, con el objetivo de que si un tribunal
federal ordenara la reposición del proceso, no se pudieran realizar
las pruebas que la defensa solicitó insistentemente y que fueron
negadas por la jueza.
¿Dónde está el brujo?
Hasta hoy nadie conoce su paradero tras desaparecer cuando
murió Flora Ileana.
Otro que también desapareció extrañamente
justo cuando su intervención en el caso era trascendental fue un
médico forense militar, el teniente coronel Vicente Zárate
Noble, trasladado a las montañas de Guerrero cuando se disponía
a rendir, ante las autoridades judiciales, un dictamen favorable a Medina
Millet.
Según informó Zárate Noble al reportero
Rudecindo Ferráez García (Diario de Yucatán,
20 de febrero de 2003) fue contratado por la defensa de Medina Millet y,
luego de estudiar durante varios meses el expediente y las evidencias,
llegó a la conclusión de que Flora Ileana se había
suicidado. No pudo rendir oportunamente su dictamen favorable porque fue
trasladado a la sierra de Guerrero, donde permaneció acuartelado.
Cuando tuvo libertad de movimiento, Medina Millet ya había sido
sentenciado.
¿Qué ocurrió? Zárate Noble,
experto en heridas de bala, ha contado que militares del Ejército
lo presionaron para que rindiera un dictamen desfavorable al hoy sentenciado
y, como se negó, entonces ocurrió el traslado.
Entre esos militares están los generales Jacinto
Romero Arredondo, director de Seguridad Social Militar; Jaime Cohen Vázquez,
director de Sanidad Militar y ex director del Hospital Militar de Mérida,
y Juan Salines Altes, entonces jefe de Estado Mayor de la Secretaría
de la Defensa Nacional y quien luego fue vinculado con el cártel
de Amado Carrillo Fuentes por el general Jesús Gutiérrez
Rebollo, encarcelado por su protección al narcotráfico. Salines
Altes llegó a decir a Zárate Noble que el entonces secretario
de la Defensa Nacional, Enrique Cervantes Aguirre, estaba interesado en
que no "hiciera algo mal", refiriéndose a que debería dictaminar
en favor de la versión de la familia Abraham.
Los residuos de pólvora hallados en la ropa de
la joven y una radiografía del tórax de ésta, en la
que se observan indicios de que el disparo mortal fue hecho casi pegado
al cuerpo, son algunos de los elementos que llevaron al entonces teniente
coronel a concluir que Flora Ileana se suicidó. Zárate Noble,
quien se dio de baja del Ejército, decepcionado por las presiones
a que fue sometido para emitir un dictamen distorsionado, opinó
también que el hecho de que no hubiera habido "tatuaje" en la piel
confirma que el disparo mortal fue a corta distancia, pues los efectos
del fogonazo se alojaron en el tórax.
El entonces militar sostiene que son falsos los dictámenes
médicos de la procuraduría estatal, lo cual coincide con
las denuncias de la doctora Marianela Espejo Salazar, subdirectora del
Servicio Médico Forense yucateco, en el sentido de que nunca se
efectuó una autopsia sino sólo se practicó una incisión
en el tórax para determinar la trayectoria de la bala. Otra médica
de la procuraduría, Socorro Valencia Arana, también coincidió
en que la necropsia no se efectuó, a solicitud de la familia de
la joven.
De acuerdo con la defensa, el doctor Eduardo González
Mata, jefe de servicios periciales de la Procuraduría General de
la República (quien fue destituido posteriormente por corrupción),
dirigió la elaboración de dictámenes fraudulentos
que fueron decisivos para la condena de Medina Millet. En 1996, funcionarios
de las procuradurías del Distrito Federal y de los estados de México
y Aguascalientes entraron en complicidad con autoridades yucatecas para
integrar el expediente inculpatorio de Medina Millet.
¿Dónde está el brujo?
Quizá si la policía yucateca hubiera actuado
con celeridad y lo hubiera llamado a declarar, hoy se tendría más
luz sobre el caso Medina-Abraham. El que no se hubiera hecho es una de
las irregularidades en la averiguación, proceso y sentencia de Armando
Medina Millet.
Otras irregularidades, además de no haberse practicado
la necropsia, son las siguientes:
No se preservó el lugar de los hechos, ya que familiares
de Flora Ileana -que luego habrían de erigirse en acusadores- pudieron
entrar y salir libremente del departamento de Medina Millet. Incluso ahí
se practicó, días después de los hechos, una sesión
de familiares de la joven con la vidente peruana María Elena Rivarola
Anaya.
Desapareció el brasier que llevaba Flora Ileana
al morir, desaparición que se atribuye a la intención de
ocultar las evidencias de un disparo cercano.
Las autoridades tomaron huellas dactilares del arma (peritos
de la defensa acreditaron que se hallaron en el revólver residuos
de carbonato que sirve para esa práctica), pero los resultados no
se anexaron al expediente. Por inferencia, la defensa supone que si se
hubieran hallado huellas de Medina Millet, seguramente tales resultados
estarían en el expediente.
Se alteraron varias pruebas. Por ejemplo, el día
de los hechos, a las 8:30 de la noche, se le practicó a Armando
Medina la prueba de rodizonato de sodio para determinar si había
disparado arma de fuego. El resultado fue negativo, pero las autoridades
dijeron que la prueba se efectuó a las 11:35 de esa noche, con la
intención de restarle credibilidad a los resultados, afirmando que
los residuos de pólvora se disiparon.
Carlos Abraham Mafud, hermano de Flora Ileana, y José
Luis Solís Cortés, éste ex director de la Policía
Federal de Caminos, hicieron en diciembre de 1995 una prueba de distancia
del disparo mortal. La procuraduría presentó las fotografías
de esa prueba como propias, y para evitar que los participantes fueran
reconocidos, les puso una franja negra en los ojos. (En su sentencia, la
jueza Leticia Cobá Magaña sostiene que aun cuando "Carlos
Abraham Mafud hubiese tenido intervención alguna en la probanza
referida, lo anterior no es óbice para invalidar la eficacia jurídica
de la misma, toda vez que dicha pericial fue suscrita por expertos adscritos
a la Procuraduría").
La Procuraduría de Justicia del Distrito Federal
efectuó un estudio de "espectofotometría de absorción
atómica en horno de grafito", que confirmó que Medina Millet
no disparó un arma de fuego. El estudio no se aceptó como
prueba de descargo.
La blusa que llevaba Flora Ileana al morir fue trasladada
a Nueva York sin custodia de las autoridades. Según la defensa,
la prenda fue cambiada, lo cual se descubrió mediante un análisis
de ADN.
Durante el proceso que se siguió en el juzgado
cuarto de defensa social, la jueza Cobá Magaña desechó
decenas de preguntas importantes que debieron ser formuladas a los testigos,
entre ellas las relacionadas con la tendencia de la joven a la lectura
de cartas y otras adivinaciones, así como sobre el carácter
no violento de Armando.
Luego de acordar la comparecencia de varios funcionarios
que intervinieron en la averiguación previa y que habían
sido señalados como responsables de alteraciones y omisiones del
expediente, la jueza decidió, cuando iban a declarar, que siempre
no comparecieran, sin que lo hubiera solicitado ninguna de las partes.
¿Dónde está el brujo?
Chi lo sa, aunque darían mucho por saberlo
Medina Millet y sus defensores encabezados en Mérida por el abogado
Rubén Bolio Pastrana -en la defensa también participa el
abogado capitalino Fernando Gómez Mont Urueta-, porque quizá
ahora, cuando en el gobierno estatal y en la Procuraduría de Justicia
están otras autoridades, sí les aceptarían ese testimonio.
Una de las principales inconformidades de quienes creen en la inocencia
del hoy recluso es que a éste no se le permitió ofrecer pruebas,
en contravención a lo que dispone la fracción quinta del
apartado A del artículo 20 de la Constitución, que precisamente
obliga a las autoridades a recibir testigos y pruebas que ofrezca el inculpado
durante un proceso penal.
La jueza que lo sentenció, Leticia Cobá
Magaña, rechazó más de 70 testigos, pruebas y recursos
de revocación interpuestos por la defensa, entre ellos los siguientes:
Peritaje sobre el perfil sicológico de Flora Ileana
para impedir -según la defensa- que se conocieran la afición
de la joven a la lectura de las cartas y otras prácticas similares,
los efectos de la falta de atención por parte de sus parientes y
de la situación sicológica por la que atravesaba cuando murió.
Comparecencia de peritos mexicanos y extranjeros que emitieron
opiniones y dictámenes en la averiguación previa. La defensa
estima que no se admitió porque habrían quedado de manifiesto
ilegalidades como el envío de evidencias al extranjero, suplantaciones
y manipulaciones.
Realización de un estudio y análisis de
los fragmentos de riñón, hígado y huesos y uñas
la joven, esto con el propósito de determinar el estado de Flora
Ileana en el momento de morir y la presencia de residuos de drogas.
Negativa a entregar a los peritos de la defensa un fragmento
del papel fotográfico utilizado por la procuraduría estatal
en las pruebas de Walker destinadas a medir la distancia del disparo. De
este modo se evitó acreditar que esta prueba no se realizó
con la técnica correcta y, por tanto, no era idónea para
determinar esa distancia.
Negativa a que radiólogos interpretaran la placa
radiográfica que se tomó a Flora Ileana poco después
de su muerte, la cual muestra esquirlas producidas por un disparo cercano.
Esta interpretación la negó primero la jueza y luego el Tribunal
Superior de Justicia del Estado, en la apelación.
¿Dónde está el brujo?
Nadie lo sabe, pero él podría aportar importantes
datos en el caso Medina-Abraham, aunque seguramente no lo hará voluntariamente,
porque Eduardo Herrera podría tener una gran responsabilidad en
la muerte de Flora Ileana Abraham Mafud, si nos atenemos a las declaraciones
de varios testigos y a las opiniones de Armando Medina y sus defensores.
De acuerdo con esos testimonios, Eduardo Herrera no sólo
le leía las cartas a la joven, quien padecía de depresión.
También la proveía de tranquilizantes y posiblemente de otras
drogas. El 15 de noviembre de 1995, horas antes de su muerte, Flora Ileana
visitó a Eduardo Herrera en la colonia Chuburná de esta ciudad.
¿Qué pasó durante esa visita? ¿Estaba
deprimida Flora Ileana? ¿Le hizo confidencias al brujo? ¿Recibió
de éste tranquilizantes u otras drogas?
Son preguntas que deberían tener respuestas contundentes.
No se tienen certezas sobre este aspecto, sin embargo, por tres razones:
El brujo no fue localizado por la Procuraduría
de Justicia yucateca. Ni siquiera se sabe que, durante la averiguación
previa, hubiera intentado ubicarlo.
No se permitió realizar exámenes a los fragmentos
orgánicos de Flora Ileana.
La jueza Cobá Magaña ordenó la destrucción
de esos fragmentos orgánicos.
Hay otro dato inquietante que aporta Medina Millet: corren
rumores de por lo menos otro caso de suicidio, de otra veinteañera,
que también era clienta del brujo. Este caso no fue investigado
por la procuraduría o, como lo suponen algunos amigos de Armando
Medina, sí fue investigado pero los resultados fueron ocultados
por la procuraduría yucateca.
Consultas a amigos míos en los estados de Veracruz
y Querétaro no arrojaron luces sobre el paradero de Eduardo Herrera,
un hombre bajo, moreno, de pelo negro ondulado, gordo y de manos pequeñas.
De Querétaro pedí información porque en Yucatán
corrió la versión de que hacia ahí se había
dirigido Herrera al salir de Mérida.
En Catemaco nadie lo conoce y en San Andrés Tuxtla,
también tierra de brujos, sí se le recuerda, pero brumosamente,
como alguien que estuvo hace muchos años y, con motivo de un fraude
o algo parecido, salió huyendo de ahí.
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