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México D.F. Domingo 26 de septiembre de 2004
REPORTAJE /GUERRA
SUCIA EN OAXACA
Loxichas: una sentencia puede revivir la esperanza
de justicia
Las leyes sólo existen de palabra para nosotros,
dice la viuda Estela Ramírez
Entra en la recta final el caso de Celerino Jiménez,
asesinado por un policía en el contexto de la ofensiva contrainsurgente
iniciada desde que Diódoro Carrasco gobernaba Oaxaca
BLANCHE PETRICH /I
Para los sobrevivientes de un crimen participar en una
reconstrucción de hechos significa revivir una tragedia. Por eso,
en la ranchería Los Limares, en la punta de una montaña de
la Sierra Sur de Oaxaca, Severa García lloraba, se tapaba la cara
con el rebozo, escondía lo poco de valor que posee, sus pedacitos
de jabón, los cuadernos del nieto, los papeles de la familia. Prendía
sus veladoras. Antes de la medianoche ya veía subir por la empinada
vereda los primeros focos de la comitiva. Entre las sombras distinguió
primero a los policías judiciales vestidos de negro, con las ametralladoras
bien a la vista.
Severa
es madre de Estela Ramírez García, quien quedó viuda
a los 26 años. Su marido, Celerino Jiménez Almaraz, fue asesinado
la noche del 24 de abril de 1997 por una partida de policías judiciales
durante uno de los operativos policiaco-militares que dispuso el
gobernador Diódoro Carrasco en el marco de lo que se reconoció
como estrategia contrainsurgente contra presuntas células del Ejército
Popular Revolucionario.
Esa etapa, desde 1996 hasta bien entrado el gobierno de
José Murat, tuvo todos los rasgos de guerra sucia. En los
Loxicha, donde se concentraron los golpes represivos, se establecieron
Bases de Operación Mixta en varias comunidades; centenares de campesinos
fueron apresados y torturados bajo la acusación de ser guerrilleros,
miles fueron desplazados. Aun quedan 14 presos de aquellas batidas. Se
reportan al menos 20 personas asesinadas. Seis casos fueron denunciados,
pero solamente uno, el de Celerino, llegó a los tribunales, resistió
presiones y amenazas, avanzó penosamente en el laberinto de un sistema
penal corrupto y logró en octubre de 2001 el encarcelamiento del
asesino, Lucio Esteban Vázquez, ex judicial y ex presidente municipal
de San Agustín Loxicha, conocido pistolero y cacique local. Ahora
el proceso llega a su recta final. Se espera que en un plazo no mayor de
seis meses el juez segundo Jesús Hermes Maldonado dicte sentencia.
"Si lo sentencian -expresa Estela García- sería
la primera vez que en Loxicha la palabra justicia tendrá algún
sentido. Puede ser ejemplo de que vale la pena exigir, no sólo para
Loxicha, sino para todo Oaxaca. Nunca vimos ninguna esperanza en los jueces,
las leyes sólo existen de palabra para nosotros, no para aplicarlas.
O más bien, sólo sirven para los que tienen dinero, no para
los pobres."
Si, por el contrario, el juez no pronuncia la sentencia
por homicidio, como esperan las organizaciones defensoras de derechos humanos,
los pueblos loxichas no podrán cerrar el ciclo de duelo que se mantiene
latente desde hace ocho años, explica la sicóloga Ita Vico
Cruz, de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, asignada para
ofrecer apoyo profesional a la familia Ramírez. "Y tampoco podrán
romper el silencio que aún los domina; no denuncian porque aun con
el paso de los años los sobrevivientes siguen paralizados por el
miedo. En casos así las víctimas pueden restaurar la pérdida
mediante la justicia, de la reparación del daño, de que se
reconozca el daño infligido. Por eso la aplicación de la
ley en este caso es importante para toda una comunidad".
Bajo la lupa de la CIDH
Ante la presión de la mirada crítica de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que el año
pasado aceptó adoptar la queja de Estela Ramírez contra el
Estado mexicano por negar el ejercicio de la justicia a la víctima,
la procuraduría de justicia estatal sostiene que Lucio Vázquez
disparó en defensa propia contra Jiménez Almaraz durante
un enfrentamiento con presuntos guerrilleros, que lo habían emboscado.
Si este alegato es aceptado por el juez, Vázquez quedaría
en libertad casi de inmediato.
Esta versión choca con la relación de hechos
de Estela y su familia, que refieren que la noche del crimen el difunto
y ella se encontraban visitando a sus padres en Los Limares y que fueron
asaltados mientras dormían; que un grupo de uniformados armados
entraron violentamente en la casa, rompiendo la puerta, levantaron del
cabello a Celerino del petate y semidesnudo lo arrastraron al exterior.
En el umbral de la casa se produjo el primer disparo y después muchos
más. Al día siguiente el cadáver del campesino fue
encontrado por Estela en la estación de policía de Pochutla
con siete orificios de bala y huellas de brutales torturas en todo el cuerpo.
La autopsia da fe de ello.
La reconstrucción de hechos del pasado 30 de agosto
fue la última diligencia del proceso. Fue solicitada por la defensa
de Estela -según explica su abogada, Adriana Carmona, de la Comisión
de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos- para demostrar la
falsedad de la versión que presentó la policía judicial
estatal.
Hasta esa ranchería, en la punta de un cerro en
plena cadena de la Sierra Madre, a dos kilómetros cuesta arriba
de la carretera, acuden la juez de Miahuatlán María Eugenia
López, una subprocudradora, el director de control de procesos,
un fiscal especial, dos peritos de la procuraduría estatal, un comisionado
de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la jefa de Derechos Humanos
del Poder Ejecutivo y dos enviados de la Comisión Estatal de Derechos
Humanos, que se desplazan en una oficina ambulante. Acuden también
dos de los participantes en los hechos, el comandante de la Policía
Ministerial Hugo Tomás Chávez y un agente, Pedro Vázquez,
testigos de descargo del homicida, y el abogado de Lucio Vázquez,
Miguel Angel Varela, con cuatro o cinco asistentes.
Este nutrido grupo se hace acompañar, "por protección",
por cuatro caminonetas con ocho policías y algunos militares cada
una. Cae la noche cuando la caravana de vehículos se estaciona en
un claro e inicia el asenso a pie. También se transporta una máquina
de escribir.
Ante ellos, Estela García deberá sostener
su palabra para que su versión tenga valor probatorio ante los ojos
del juez. No va sola. La acompañan solidariamente una docena de
activistas de grupos de la sociedad civil, entre ellos Ofelia Medina, Begonia
Lecumberri y Patricia Díaz Cañedo, de Loxicha SOS, enviados
de la Comisión Diocesana de Justicia y Paz y de Ojo de Agua Comunicaciones.
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