México D.F. Domingo 26 de septiembre de 2004
Fue uno de los mejores momentos de mi carrera,
expresó el ex pugilista
Hace 50 años, Raúl Ratón
Macías llenó la Plaza de Toros México
En dos días se vendieron 55 mil boletos; en mayo,
Chávez no reunió ni la mitad de aficionados
CARLOS HERNANDEZ
Fue hace 50 años. Un domingo, como hoy.
El 26 de septiembre de 1954, Raúl Ratón
Macías confirmó su calidad de ídolo boxístico:
reunió a 55 mil aficionados en la Plaza de Toros México.
Nunca se habían reunido tantos para una pelea de
box. Nunca, tampoco, se habían vendido tantos boletos en tan breve
tiempo.
Al conjuro del Ratón, el ídolo boxístico
de entonces, apenas en dos días se vendieron todas las localidades
para ver "al ratoncito" -como le decían- enfrentar al estadunidense
Nate Brooks.
Era el México de 1954. Juan Rulfo publicaba El
llano en llamas. En el cine se presentaban los primeros desnudos. Pedro
Infante era el ídolo del pueblo. El país tenía 20
millones de habitantes y en el Distrito Federal sólo había
cinco.
Toda la atención estaba centrada en ese joven de
20 años nacido en Tepito. Ahí, en pleno barrio bravo, cientos
de aficionados se arremolinaban en la vecindad número 139 de la
calle Héroes de Granaditas. En el interior 19, el ídolo con
guantes esperaba el momento oportuno para ir en busca de su destino.
Récord perdurable
"Fue
una cosa maravillosa", rememora Raúl Macías, quien a medio
siglo de distancia evoca aquel día y puede ufanarse que ese récord
permanecerá por siempre. No sólo porque años después
le quitaron unas 5 mil butacas a la plaza, sino porque el 23 de mayo pasado
el coso taurino no pudo ser llenado ni por Julio César Chávez
en su pelea de despedida.
Hoy, el Ratón no parece un ex boxeador.
Semeja más un abuelo bonachón, y lo acepta: "Eso es porque
nunca me cortaron, no me quedaron marcas en la cara. Además, el
vicio siempre lo hice a un lado", dice este abuelo de seis nietos.
Surgen entonces, en entrevista, sus recuerdos de aquella
tarde lluviosa de domingo.
"Había una multitud afuera de mi casa y en toda
la calle. Tuvieron que llegar dos motociclistas que me fueron abriendo
paso para poder llegar. La plaza ya estaba hasta el gorro, porque la pelea
había despertado una gran expectación y los aficionados hasta
se habían quedado a dormir en las taquillas, que en ese tiempo estaban
por el Salto del Agua".
Ante la venta total de la taquilla, se decidió
abrir la señal televisiva.
"Fue de las primeras peleas que se transmitieron por televisión.
En ese tiempo los que tenían televisor cobraban un quinto o 10 centavos
a cada uno de los que entraban a su casa. Ponían sillitas frente
a la tele y era un buen negocio".
Ya en el vestidor, cuando se preparaba para subir al cuadrilátero,
el Ratón escuchó más fuertes los gritos de
la multitud. Pensó que era porque ya iba a iniciar su contienda,
pero fue porque había empezado a llover. "Así era siempre:
llovía antes de que yo peleara, dejaba de llover cuando estaba en
el ring y después llovía con más fuerza".
El ambiente era de fiesta. Al subir al ring, el púgil
fue recibido con una estruendosa ovación y, como preludio de lo
que sucedería, los fanáticos aventaron al cuadrilátero
dos gallos de pelea. "Yo estaba sentado en mi esquina y mientras me ponían
los guantes vi cómo se peleaban los gallos".
Atenta la mayoría al radio y los privilegiados
al televisor, el Ratón fue superado durante los primeros
rounds y un silencio sepulcral invadió la plaza.
"Ese era mi estilo de pelea. Yo empezaba tranquilo los
primeros rounds y poco a poco me iba calentando, por ahí
del quinto episodio ya sabía cómo realizar la pelea".
Al final, con el triunfo del Ratón en 12
rounds, el festejo fue general. Le aplaudió el pueblo y le aplaudió
también su otro público: artistas como María Félix
y Agustín Lara, y políticos como Adolfo López Mateos,
a quien define como "el presidente más querido de México,
a quien le encantaba el boxeo y nunca faltaba a mis peleas".
Todos querían tocarme
Recuerda de aquel día: "La alegría fue indescriptible,
la gente brincaba, todos querían tocarme y tuvo que intervenir la
policía para controlarlos... la verdad fue uno de los mejores momentos
de mi carrera".
Fue uno de sus instantes en la cumbre. Alcanzaría
varios más -como cuando conquistó el título mundial
de la NBA, el 9 de marzo de 1955- y la idolatría popular le daría
un nombre de respeto: el Pedro Infante del boxeo.
Ahora, a medio siglo de esos días en que las abuelitas
le prendían veladoras para que no perdiera, Raúl Macías
sigue vistiendo de guayabera y se mantiene cerca del pueblo, ya que viaja
en Metro. "Es lo más rápido para llegar a todos lados y además
me gusta, porque la gente me ve y me saluda, y eso es lo que más
me gusta".
En esas cuestiones de la idolatría popular, el
ratoncito es democrático: "la gente es el mejor juez para
decidirlo".
-¿Por qué cree que no se llenó la
plaza México en el adiós de Chávez?
-Ahí estuve, y fue muy triste ver las gradas vacías,
pero así es el boxeo. La gente sabe a quién le aplaude y
a quién le silba.
-Pero usted llenó la plaza cuando eran menos habitantes.
-A mí no me gusta comparar quién fue mejor
o peor. Cada uno de los boxeadores tuvo su momento, y a cada quien lo suyo.
-¿Qué opina del boxeo actual?
-Está muerto. A los chamacos no hay nadie que les
enseñe, y hacen falta torneos como los de antes.
-¿Y qué opina de los 50 años de su
récord?
-Le doy gracias a Dios por haberme dejado llegar. Recordar
es vivir y al hablar de todo esto siento como si hubiera sido ayer, expresa
el Ratón, quien dice sobrevivir "con lo que pude guardar
y no soy millonario, pero vivo tranquilo y eso es lo importante".
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